Dentro de una semana, los barrios y las calles serán tomados por seres terroríficos, surgidos del inframundo, y que tras lanzar la pregunta "¿truco o trato?", asaltarán casas, viandantes y comerciantes en busca de una preciada y dulce recompensa. La noche de Halloween –procedente del inglés All Hallows' Eve, es decir, víspera de todos los santos– y originaria de una ancestral fiesta celta denominada Samhain (final del verano), ha ido adquiriendo popularidad tras extenderse por Estados Unidos a principios del pasado siglo a través de los inmigrantes irlandeses y de ahí al resto de Europa y gran parte del mundo gracias a la difusión de series de televisión y el cine.
Aquí en Euskal Herria, en los últimos tiempos, han surgido voces defendiendo que se trata, también, de un festejo ligado a costumbres vascas, al euskera y a zonas rurales asegurando que, antaño, niños y jóvenes ya salían ataviados con ropa vieja y portando calabazas con una vela encendida en su interior para esconderse en caminos y recovecos y asustar a la gente. Sin embargo, Juan Manuel Etxebarria, natural de Zeberio, no comparte esa teoría o, al menos, no hasta el punto de considerar una tradición generalizada lo que hoy en día se hace llamar Gau Beltza. El doctor en Filología Vasca, miembro del grupo Etniker-Bizkaia de Etnografía de José Miguel de Barandiaran y gran estudioso de los mitos, leyendas y costumbres ancestrales de la zona de Gorbeialdea, tiene constancia de que el 31 de octubre "se celebraba en algunos de los pueblos de Euskal Herria, con vestimentas y la calabaza, aunque, desde mi punto de vista, ha sido más bien, algo anecdótico" y en lo que respecta a los pueblos que conforman Gorbeialdea "en algunos se ha podido llegar a realizar la travesura de la calabaza pero, en lo que yo he podido recoger, no se puede considerar que era algo generalizado", insiste.
Respeto y temor a las ánimas
En el amplio ámbito territorial que comparten Bizkaia y Araba, el día de los difuntos o Arimen Eguna y el día de Todos los Santos o Domu Santo "se han celebrado intensamente, pero desde la perspectiva religiosa, acudiendo a la iglesia y a los cementerios con mucho respeto", asevera. Las bromas y el jolgorio, característicos hoy en día la tarde y noche del 31 de octubre, no era hace unas décadas lo predominante entre una población influida por una profunda educación cristiana y en una época donde "los oficios religiosos aún eran en latín, los sermones de los curas muy duros y los entierros muy tétricos". Lo que imperaba era "un miedo tremendo a la muerte hasta el punto de que tanto los más mayores como los más pequeños creían en las maldiciones" y en zonas rurales donde prácticamente no había iluminación pública ni casi tránsito de vehículos, "la noche infundía mucho temor, había un pánico real a andar a oscuras por los caminos, a los difuntos, a las apariciones, a la otra vida... Tanto es así que, antes, las misas, los bautizos, las bodas o los funerales se realizaban siempre por la mañana".
Tras más de cuatro décadas de contacto directo con habitantes de los pueblos de Gorbeialdea para la búsqueda y recopilación de mitos y leyendas, lo que sí ha recogido Juan Manuel Etxebarria son "muchos relatos de ánimas, seres que por un motivo u otro seguían apareciendo a familiares, amigos o vecinos hasta cumplir con aquello que habían dejado pendiente en vida y así poder entrar en el cielo". Esa visión, repentina e inesperada de espíritus errantes ocurría en muchos lugares, siempre de noche y, sobre todo, en los cruces de caminos. "En nuestros pueblos había itinerarios que se denominan andabide o camino mortuorio por el que todos tenían derecho legal de paso", explica. En zonas rurales y caseríos muy dispersos, había varios y todos acababan confluyendo en uno más largo y general que conducía hasta la iglesia "y era en esos cruces donde se creía que aparecían las ánimas errantes y por eso se pasaba mucho miedo sobre todo desde el atardecer hasta el amanecer". Tal era el respeto y el temor que "cuando los sacerdotes en los antiguos entierros acompañaban el cadáver del caserío a la iglesia, en esos cruces de caminos paraba la comitiva y rezaba un responso en latín". Es un tema, apunta Juan Manuel Etxebarria, ampliamente recogido en las 846 páginas del tomo Ritos Funerarios en Vasconia, del Atlas Etnográfico de Vasconia ( Bilbao, 1995) realizado gracias al trabajo de documentación e investigación del grupo Etniker Euskalherria.
Y muchas de esa leyendas relacionadas con apariciones de ánimas en Gorbeialdea aparecen en los dos libros publicados por el zeberiotarra: Gorbeia inguruko etno-ipuin eta esaundak I y Gorbeia inguruko etno-ipuin eta esaundak II. Ambos se pueden encontrar "en internet, con resúmenes en castellano" y en ellos refleja creencias populares sobre las ánimas como el cuento titulado Vela encendida: parada o movida. "Cuando moría una persona, el velatorio se hacía en el caserío hasta que llegaba el momento del funeral y el entierro. En la habitación donde descansaba el cuerpo del difunto se encendía una vela y se decía que si la llama se movía es que andaban cerca las ánimas, y si no se movía es que no había nadie al lado", relata. Y, por ejemplo, en su Zeberio natal "nadie se atrevía, por las tardes, a dar tres vueltas al pórtico porque había la creencia de que se atraía a las ánimas".
Lejos de rechazar y denostar los usos y costumbres de la sociedad actual, que en muchos casos como la fiesta de Halloween son propias de otras culturas "y han terminado folclorizándose y comercializándose", lo que pretende Juan Manuel Etxebarria con estos ejemplos y los trabajos realizados como discípulo de Barandiaran e integrante del grupo Etniker-Bizkaia de Etnografía es "reivindicar la lengua y la cultura vasca" estando siempre "abiertos a aprender del resto, pero sin perder nuestra esencia y nuestra identidad". En definitiva, "debemos conocer y conservar las costumbres, tanto precristianas como poscristianas".