El documental 'Con la fuerza del viento' abre el jueves en el Teatro Principal la Muestra de Cine de Naturaleza y Medio Ambiente de Gipuzkoa (Gnat Zinema), que pretende sensibilizar sobre la emergencia climática que vivimos. Juanma Sotillos y la científica Lucía Hortal harán de maestros de ceremonias de una cinta que describe cómo fue la aventura de recorrer Groenlandia de oeste a este con el Trineo de Viento, un vehículo cero emisiones que resulta perfecto para alertar sobre un calentamiento global que es ya muy evidente en las zonas polares del planeta. “El Ártico impresiona y es atrayente. He ido varias veces y volveré”, asegura Sotillos, que ha estado también en la Antártida, además de viajar por Nepal o Sudamérica de forma habitual. Lo suyo son las alturas... y los polos.
¿Qué van a poder ver los espectadores este jueves?
–Es la expedición SOS Artic 2022, liderada por Ramón Larramendi, un gran experto en tierras polares. La película está enfocada a la emergencia climática. Contamos el transcurso de la expedición, que tenía vocación científica. Se verá cómo era el día a día. El trineo está tirado por cometas, así que el viento era nuestra única tracción. Había momentos de espera tanto porque no había viento como porque había demasiado. La gente no conoce el Trineo del Viento y es bestial ver cómo navega. La película encaja en la temática del festival, lo seleccionaron para que inaugurara las jornadas y yo, encantado. La Diputación me dio una aportación para la expedición y mi contrapartida era hacer este documental. Yo lo he hecho con mucha ilusión, espero que le guste a la gente.
El proyecto tenía varias vertientes. Por un lado, mostrar que se puede recorrer el Ártico en un vehículo cero emisiones.
–Le da sentido a este tipo de exploraciones científicas que el trineo se mueva solo con el viento. Es un invento exclusivo de Ramón Larramendi, que es una eminencia a nivel internacional de tierras polares, las lleva explorando más de 30 años. Le conozco desde los 80. Por cierto, que tuve el honor de participar en los prototipos del trineo. Está basado en una técnica ancestral de los inuit. Básicamente son unos travesaños de madera atados con cuerdas, gomas y mosquetones. Fue desarrollando la idea y derivó en el actual trineo de viento cero emisiones.
¿Cómo es viajar en este trineo?
–Yo ya sabía que el trineo funcionaba, porque Ramón lo había utilizado antes, pero vivirlo en persona es flipante. Es un trineo de 14 metros de largo, con cuatro vagones y más de 2.000 kilos de peso. Cuando lo estábamos montando, pensaba: ¿De verdad esto va a ir? Los primeros metros fueron de nervios, pero luego es increíble cómo navega, su adaptabilidad al terreno es extraordinaria. La masa de hielo tiene sus cuestas, agujeros y baches, pero el trineo los pasaba muy bien. Eso sí, había días que estábamos parados porque no había viento, o no era favable. Y luego en día y pico hicimos 155 kilómetros.
Esos días de espera, ¿aprovecharon para esa vertiente científica de la expedición?
–Sí, eso es. Uno de los objetivos era hacer una serie de estudios. Teníamos aparatos que son una especie de recogedores de atmósfera, que absorben las partículas del viento. Los dejas oho horas, los microorganismos se quedan pegados, los recoges y los metes en unas bolsas que se cierran herméticamente. Luego se analizarán en la Universidad Autónoma de Madrid. Era duro, sobre todo para Lucía, porque había que montarlo todo de noche, con mucho frío. Podía hacer -25 grados. Y los recogedores los teníamos que tener a 150 metros de nosotros para que el aire fuera puro.
¿Qué se quiere demostrar o investigar con estas muestras?
–Se recogen los microorganismos y se apunta la coordenada de dónde se han cogido y la temperatura del aire en ese momento. Eso les da mucha información a los investigadores porque luego, con el deshielo, esos microorganismos igual tienen que desplazarse porque el Ártico deja de ser su hábitat. Y se podrá saber de dónde venían. Debido al calentamiento global, si vivían a -40 grados, igual se tienen que mover dentro de equis años y pueden provocar daños –o beneficios– en el lugar donde vayan a migrar. Y también hemos cogido muestras de hielo.
También visitaron una base científica abandonada.
–Sí. Uno de los objetivos era visitar Dye-3, que es una base americana abandonada hace más de 30 años. Era un edificio de 6 plantas con una cúpula arriba que ahora está sepultado, solo se ve la cúpula. Nos metimos y bajamos los seis pisos. El sitio es espectacular, inhóspito, daba miedo. Está abandonado y con cosas ahí dejadas. Sería un gran escenario para una película de miedo o ciencia ficción, pero hay que llegar hasta allí. Queríamos verlo por curiosidad.
Al Ártico se le considera la zona cero del cambio climático.
–Es la zona que más está sufriendo el calentamiento de la Tierra. Ramón lleva más de 30 años allí y ahora está intentando abrir nuevas rutas de investigación donde es más evidente que se está produciendo ese deshielo. Se puede obtener mucha información sobre el cambio climático. Debido a este calentamiento, un hito de la expedición fue que descubrimos una nueva montaña, un nunatak, que en inuit significa roca que emerge del hielo. Estaba en el final de nuestra ruta. Me acuerdo que Ramón dijo: Esto es el claro ejemplo de la emergencia climática en la que estamos. El hielo que lo cubría se ha derretido y entonces está a la vista, digamos que se descubre. Ya se ha dado parte y se va a cartografiar. La hemos llamado Windless Harbour.
Usted ha viajado mucho, desde lugares extremos hasta montañas altas. ¿Nota especialmente ese cambio climático?
–Se nota. Se puede poner un ejemplo cercano: yo he hecho la cara norte del Monte Perdido con hielo en los años 80. Y ahora no se puede hacer. En los montes altos se nota que se ha perdido masa de hielo. Lo de llamar zona cero al Ártico es porque es un claro ejemplo de lo que está ocurriendo. Por eso la expedición se llama SOS Artico. El Ártico está en peligro. ¿Salvarlo? Eso lo dirán los científicos y las cabezas pensantes o políticos. En la película utilizo frases del secretario general de la OTAN, que ya el año pasado dijo que estamos al borde del suicidio climático y que vamos a sufrir las consecuencias si no le ponemos freno. Hay que tomar decisiones. Queda poco tiempo para que haya remedio, pero no ponemos mucho de nuestra parte.
Del Ártico a la Antártida
Juanma Sotillos se define como periodista y aventurero. "Con 66 tacos", añade. Una edad que no le impide, ni mucho menos, seguir viajando. Su más reciente expedición ha sido a la Antártida, quizás la vez que peor lo ha pasado. "Nos pilló una tormenta terrible y estuvimos muy expuestos tanto en tierra como en mar. Pasamos mucho miedo, pero al final salió bien", cuenta. Empezó a ir al monte con 14 años y a partir de ahí no ha parado. Ha estado en los Alpes, en Nepal, en Perú, en el Pico Margarita de Uganda... "A Nepal he ido mucho y sigo yendo. Y el Ártico y la Antártida siempre me han llamado la atención". Ahora está descansando, para ya barrunta "más planes".