En un mundo desbocado y apresurado, que solapa el amanecer y el ocaso, que envejece entre los engranajes de una maquinaria diabólica, la paciencia se observa como un absoluto engorro. Algo que pertenece al pasado, como si se tratara de pasatiempo decimonónico sin sentido porque todo es veloz.
La saturación, la hipertrofia de experiencias y la acumulación de estímulos ilimitados alimentados por los algoritmos, han convertido la vida en una carrera hacia el abismo. Conductores suicidas hacia la nada. Una huida a ninguna parte.
El ciclismo ha adoptado como propio el relato de ese contexto de prisas enfermizas, de la búsqueda de lo último, de lo más nuevo y deslumbrante, de una anunciación por día, de un compendio de Epifanías.
Búsqueda incesante
Subyugados al impacto emocional provocado por el cometa Tadej Pogacar o el astro Remco Evenepoel, fenómenos alucinantes pero casi únicos y singulares, los equipos del WorldTour rastrean cada pulgada de los categorías inferiores con el espíritu febril de los mineros que se lanzaron en busca de la riqueza sacudidos por la fiebre del oro.
Esa misma búsqueda del Santo Grial guía a los equipos, involucrados en un carrera enfermiza para reclutar a la próxima gran estrella. Como si se tratara de la pantalla de un móvil y su infinito scroll, las estructuras cada vez bucean más.
La categoría aficionada parece bajo sospecha. Sobrepasar la edad juvenil se antoja casi un impedimento para alcanzar el profesionalismo.
La madurez, la experiencia, las vivencias, el manejo táctico, la fluidez al rodar en pelotón e incluso la destreza que se adquiere en la universidad amateur para gobernar la bici, parecen variables sin importancia si los números, los vatios, la nutrición y demás encajan en el retrato robot que desean las estructuras más potentes, que se meten el codo como en los esprints para hacerse un hueco por el que reclutar a ciclistas que anuncian como nuevos mesías.
La asimilación de la categoría está por ver. Para los chavales que dan ese salto tremendo psicológico, apenas adolescentes en desarrollo, también en el apartado físico, el reclamo de acceder al WorldTour no tiene parangón.
El fenómeno Torres
Pablo Torres, segundo en el Tour del Porvenir y en el Giro sub’23, de apenas 18 años y perteneciente al filial del UAE, ha fichado por el UAE, el mejor equipo del mundo, donde compiten el intocable Pogacar, solo 26 años, Juan Ayuso, 22, o Isaac del Toro, 20.
El del madrileño, que fijó el récord de subida en el Colle delle Finestre, mejorando la marca de Chris Froome en el Giro de 2018 o la de Mikel Landa en 2015 en la misma competición, es el último ejemplo de una corriente que se impone.
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“Para mí es un sueño poder formar parte del equipo UAE Team Emirates del WorldTour. Estoy muy ilusionado y con muchas ganas de seguir creciendo rodeado de la misma gente, en el mejor equipo del mundo y al lado de los mejores profesionales", apuntó el joven ciclista madrileño.
"El trato que he recibido este año ha sido espectacular tanto por parte del staff como de los ciclistas. He trabajado mucho para poder dar este gran paso, pero esto no ha hecho más que empezar y todavía queda mucho trabajo por hacer para poder dar lo mejor de mí al equipo”, expuso Torres cuando la estructura árabe anunció su contratación hasta 2030.
Jóvenes con calidad
En el Visma destacan Jorgen Nordhagen y Matthew Brennan. El Lotto presume de Jarno Widar, De Schuyteneer y Matîs Grisel. Ineos cuenta con Andrew August. Léo Bisiaux y Oscar Chamberlain son las apuestas de Decathlon. Alpecin tiene a Sente Sentjens.
Todos ellos son futuro, pero desde los equipos les apremian para ser el presente. Markel Beloki, perteneciente a la generación de 2005 y profesional con el Education First, también responde a la arquitectura del ciclismo que no espera. Todo es urgencia.
Aunque en edad juvenil, muchos entrenan con métodos heredados del profesionalismo desde edades muy tempranas. Aceleran su crecimiento.
Son numerosas las voces de directores y educadores que cuestionan este rumbo, que no comprenden esas prisas por hacer pasar a juveniles al profesionalismo y que estiman que es preciso el trabajo, la dedicación y el cuidado de la experiencia amateur de los ciclistas para tener un mayor recorrido en el profesionalismo y que este sea más satisfactorio.
Voces críticas
Entienden que la mirada ha de ser a largo plazo para que los ciclistas maduren sin prisas y cubriendo etapas esenciales para su desarrollo. Advierten que el aprendizaje en la categoría completa a los chavales en los aspectos físicos, mentales, tácticos o técnicos.
Todos coinciden que los mejores triunfarán, lleguen antes o después, pero que de ese reclutamiento más de uno se quedará en el camino vencido por las prisas y por la incapacidad de asimilación de hacer frente a un desafío gigantesco siendo tan jóvenes.
“Algunos con 25 años tendrán la casa pagada y les irá bien y otros tendrán que empezar a trabajar sin tener nada”, dice un exciclista de éxito y director aficionado sobre el nuevo marco fijado por el ciclismo. La generación Z corre al asalto.