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El Athletic se abona a la irregularidad

En medio del incierto futuro del Athletic en la liga, resuenan ya los cantos de sirena de la Copa
Yeray Álvarez y Dani Vivian observan el balón en presencia de Antoine Griezmann, que marcó el gol de la victoria en el Metropolitano.
Yeray Álvarez y Dani Vivian observan el balón en presencia de Antoine Griezmann, que marcó el gol de la victoria en el Metropolitano.

La temporada del Athletic aún no está definida, algo bastante lógico en febrero, pero empieza a asemejarse a unas cuantas que cualquier aficionado retiene en su memoria. Se mantiene vivo en los dos frentes, Liga y Copa, pero resulta difícil realizar una proyección fiable de lo que está por venir, más aún si el cálculo ha de ser en clave positiva. La irregularidad que le ha caracterizado en cursos recientes no ha perdido vigencia. Cuesta saber a qué carta quedarse a la hora de establecer las opciones reales de un grupo que apunta signos esperanzadores con la misma facilidad que cae en la mediocridad.

Viene de perder en casa del Atlético de Madrid, una especie de tradición ante un adversario de nivel superior. Nada por tanto que despierte extrañeza, pero el modo de desenvolverse en el Metropolitano arroja algunas pistas sobre su realidad. El domingo salieron a la palestra los dos registros que el equipo alterna con una naturalidad pasmosa. Completó una primera mitad notable si se repara en el escenario y el rival, sugirió que por fin rompería una tendencia que engloba una década. Pasó que no rentabilizó sus mejores minutos, tampoco salió malparado, y el encuentro quedó supeditado a lo que aconteciera en la reanudación. Ahí apareció la versión floja, un grupo desnortado, carente de personalidad, muy corto de recursos y sometido al dictado de un Atlético que creció sin verse importunado hasta la conclusión.

Esta dualidad tan extrema da pie a exponer un paralelismo con la tónica de resultados desde el verano: los reveses ante conjuntos de la parte baja de la tabla son tan excepcionales como los triunfos sobre los de la parte alta. Expuesto de otra manera: el Athletic ha sido muy resolutivo a costa de los más débiles, pero se le atragantan la mayoría de los que opositan a las plazas continentales.

La consecuencia de este proceder se plasma en una posición que en apariencia invita a confiar en que después de un lustro de proyectos inacabados, se materialice el objetivo de competir en Europa. En apariencia, puesto que lo único que no tiene pinta de cambiar de aquí a junio es la identidad de los cuatro que se meterán en la Champions. A estas alturas, este tema deja de ser de la incumbencia del Athletic: nueve puntos le distancian del Atlético, cuarto, y con sendas victorias en los cruces directos con los de Valverde.

Del quinto, el Betis, le separan cinco puntos, una desventaja asequible, mientras que el sexto, el Rayo tiene dos más. La panorámica se ha de ampliar para hacerse una idea ajustada de las probabilidades. Se comprueba entonces que Mallorca y Villarreal están un punto por detrás y Osasuna posee dos menos. Es decir, serían seis candidatos a esos tres puestos sin un dueño fijo a día de hoy, con dieciséis jornadas por celebrarse. En el repaso, acaso no debería descartarse a un habitual de la zona noble, ese Sevilla de momento rezagado, con siete puntos menos que el Athletic, que da la sensación de haberse repuesto de su horripilante arranque de campaña y pisa con energía el acelerador. Desde enero ha acumulado trece puntos, más de la mitad de los que figuran en su casillero.

Así que el Athletic está abocado a espabilar o se expone a reeditar el balance de años pasados que le condujeron a acabar varado en tierra de nadie. Esto significa, por ejemplo, mejorar el balance de la primera vuelta, que culminó con 26 puntos. Se ha impuesto a dos supervivientes ubicados en la frontera del descenso, Cádiz y Valencia, marcadores acordes a su línea de actuación desde agosto. También encaja con su modus operandi el revés con el Atlético. En este sentido, su próxima cita, el Girona en San Mamés, se antoja un examen donde el fallo está prohibido. Ganando ya estaría sumando más que en la primera vuelta, pues cayó con estrépito en su visita al campo catalán.

En la coyuntura descrita es imposible obviar el factor Copa. Un extra que en el Athletic adquiere una trascendencia desmedida, sobre todo a nivel social. Haber quedado emparejado con Osasuna en semifinales multiplica la expectativa de éxito, esto es el acceso a otra final, evento que se supone muy complejo de abordar por la entidad del otro finalista, da igual que sea el Barcelona o el Real Madrid.

Es comprensible que la afición y los profesionales consideren al Athletic favorito en el doble duelo con Osasuna. Ya se verá, pero la euforia que genera el torneo es un lugar común que año tras año deriva en chasco. Y se comprueba que alcanzar las rondas decisivas ejerce de pantalla, quizá de distracción, contribuye a relegar a un segundo plano la liga. Constatado lo difícil que resulta sustraerse al encanto de la Copa, señalar que emociones y reservas hoteleras aparte, a efectos prácticos poco o ningún rendimiento ha extraído el club. Las cinco finales perdidas este siglo (08-09, 11-12, 14-15, 19-20 y 20-21) son la prueba del poder distorsionador de la Copa. Es el título más accesible, sí, pero lo que da de comer es la liga.

El dato

Campos malditos. El Athletic, con su derrota del domingo en Cívitas Metropolitano (1-0), solo ha podido sumar en la última década frente a Atlético de Madrid, Real Madrid y Barcelona 5 puntos de 87 posibles en sus visitas a los tres equipos dominadores de LaLiga en lo que va de siglo. Desde la temporada 2013-2014, y a falta de la comparecencia al Santiago Bernabéu en la jornada que cerrará este curso ya en junio, el equipo bilbaino no ha sido capaz de ganar a domicilio en esos tres estadios.

2023-02-22T06:04:03+01:00
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