El Athletic se pone serio en la búsqueda de dar caza a su objetivo europeo. El accidentado empate frente a Osasuna en las semifinales de Copa, que mirado con la perspectiva del corto periodo de tiempo que ha pasado no hace sino aumentar el lamento en torno a la eliminación, injusta a todas luces, se ha convertido en el impulso necesario para que el equipo crea realmente estar en condiciones de hacerse con una de las seis primeras plazas y no esperar a que el Real Madrid le gane a Osasuna en la final del próximo 6 de mayo. Se desquitó el Athletic el pasado sábado ante el Espanyol con un triunfo revitalizante y ayer, nada más y nada menos que en el derbi, se permitió el lujo de gustarse por momentos, para el disfrute de su animosa afición. Superó a la Real Sociedad en casi todas las facetas del juego, especialmente en la de la intensidad y, por qué no, también en la creación, y gracias a dos goles de Iñaki Williams, el segundo de ellos un misil imparable, sigue inmerso de lleno en la pelea europea.
Especialmente notable fue la primera mitad de los leones, que fueron masticando su superioridad sobre el verde con paciencia. Se activó el mayor de los Williams pasados los primeros 20 minutos del encuentro y la Real hizo aguas, ahogada bajo la lluvia que no cesó en casi todo el encuentro. Apuntaron a lo largo de la semana varios jugadores del conjunto donostiarra el 4-0 del curso pasado como su peor recuerdo en un derbi y, si bien al Athletic le faltó más acierto en los metros finales para acercarse a esos registros, la sensación general fue que de haber querido, los rojiblancos podrían haber hecho más sangre ante una Real a la que se le apagaron los plomos en ataque y que cuando tuvo algunos momentos de claridad se topó con la respuesta de un enorme Unai Simón.
Ernesto Valverde le ganó la partida a Imanol Alguacil, que apostó por Take Kubo y Mikel Oyarzabal como futbolistas más adelantados en esa reconversión al clásico 4-4-2 del entrenador oriotarra. Pero entre que el primero estuvo desaparecido y el segundo sigue muy lejos de su verdadero nivel tras sufrir hace poco más de un año una grave lesión de rodilla, fueron un juguete en manos de la sólida defensa bilbaina.
Txingurri tiró de su pareja de confianza en el centro del campo, Dani García y Mikel Vesga, y apostó por la lógica dando entrada al olvidado Ander Capa en el lateral derecho. Evitó los experimentos el técnico y, para llevar prácticamente dos años en blanco, pues desde su última titularidad, allá por abril de 2021, apenas ha dispuesto de un puñado de minutos, el portugalujo no desentonó para nada. Llegó algo justo de gasolina a la hora de juego, nada que no pudiera esperarse. Todo le salió a pedir de boca a Valverde, al que ya nadie le cuestiona por jugar con Dani y Vesga.