Ernesto Valverde se mostró bastante contundente en el mensaje que lanzó en la previa del encuentro copero ante el Sestao River. “Tenemos que jugar el partido como si fuera una final”, lanzó el técnico, conocedor como pocos de lo que supone jugar en Las Llanas, al mismo tiempo de que sabe de primera mano lo que es caer eliminado en Copa frente a un rival de inferior categoría, algo que ya le sucedió hace 19 años ante la Gimnástica de Torrelavega. Por ello, se mostró cauto, sin pasar por alto que en condiciones normales el Athletic debía superar la eliminatoria. Claro que hay formas y formas, pues existe un trecho entre la forma en la que se compitió frente al Alzira en la primera ronda y entre cómo lo hizo el conjunto rojiblanco anoche ante el River. Sea como fuera, como lo más importante era colarse en el sorteo del viernes, objetivo cumplido.
Eso sí, no puede pasarse por alto que el Athletic arrancó el partido contagiado por el espíritu navideño que nos invade en estas fechas, aunque las luces lleven ya varias semanas formando parte del día a día de la gente y decorando las calles de los distintos municipios de buena parte del planeta. Con gesto serio, algo enfadado por momentos, corrigiendo una y otra vez a sus pupilos, Ernesto Valverde asumió el papel del Grinch, ese ser contrario a la Navidad, prácticamente desde el primer minuto, mientras sus futbolistas parecían Olentzero, regalando continuamente el balón al equipo rival, que se sintió superior al conjunto rojiblanco en el primer cuarto de hora. Salió muy enchufado el Sestao River, lo que le dio para minimizar al máximo las tres categorías que separan a ambos conjuntos, pero se topó con un inspirado Julen Agirrezabala, que primero de puños y después con una buena mano abajo, a disparo de Aritz Huete, evitó males mayores.
No tuvo brillo el conjunto rojiblanco en el juego, hecho este al que el estado del terreno de juego tampoco ayudó. Incluso es probable que el parón por el Mundial también pudiera afectar al ritmo con el que jugaron, especialmente en la primera mitad, pero lo más preocupante, juego al margen –ya saben aquello de que “las finales de ganan”–, fueron las facilidades que en distintos momentos del encuentro ofrecieron en defensa.
Es muy probable que con un rival de mayor entidad Agirrezabala no hubiera podido mantener su portería a cero, pues vio pasar el balón no menos de tres veces a escasos centímetros de la línea de gol sin que ningún jugador del Sestao River pudiera rematar a puerta. El guardameta donostiarra, eso sí, respondió a la confianza de Valverde, que parece decidido a alinearle en Copa, con una actuación muy sobria.
Las sombras defensivas, con De Marcos como el único zaguero que cumplió con el expediente, tuvieron algo más de brillo en ataque. Raúl García, de vuelta a la titularidad, se encontró en su salsa. El partido pareció idóneo para él, bajo la lluvia y el barro, y se gustó. Marcó el gol de la victoria y dispuso de alguna otra acción de peligro. No estuvo solo, o no al menos tan solo como pareció de inicio, pues contó con la ayuda de los hermanos Williams.