El Alavés se encuentra inmerso en su primera crisis de resultados de la temporada. Las últimas tres derrotas consecutivas han desplazado al Glorioso del liderato al quinto puesto clasificatorio y las razones que explican la pérdida de ese carácter competitivo empiezan a ser visibles a ojos de todo el mundo. Sin ir más lejos, la solvencia defensiva que exhibió el cuadro vitoriano en noviembre ha quedado ya en el olvido con siete goles encajados en este fatídico tramo de tres partidos. Luis García ha aprovechado las últimas jornadas para agitar el árbol en busca de nuevas alternativas en su esquema que redunden en una mayor solidez colectiva pero los réditos están siendo escasos.
Si hay un jugador que encarnaba el espíritu granítico de los albiazules en sus momentos más dorados del curso y en la actualidad ha perdido esa pujanza, ese no es otro que Carlos Benavídez. El uruguayo, convertido en el ancla de Luis García y el bombero que acudía a todas las zonas del campo para apagar los incendios en forma de ataques rivales –eso sí, en ocasiones con un exceso de intensidad como sucedió con su roja directa ante el Zaragoza–, es uno de los termómetros a los que conviene recuperar con urgencia.
De hecho, el pasado lunes no jugó ningún segundo ante el Levante. Ha perdido su condición de intocable y esa no es una buena señal para un Alavés que tampoco goza de excesivas alternativas en el banquillo para suplir sus hipotéticas ausencias. Reconvertir a un central como Sedlar es la opción más fiable dado que Luis García apenas cuenta con los canteranos Abdallahi y Balboa en liga y tampoco acostumbra a poner en liza un doble pivote eminentemente técnico integrado por Salva Sevilla y Moya.
El preparador madrileño no acabó satisfecho tras la actuación de sus hombres ante el Tenerife y por ello realizó una revolución en su once para afrontar la visita del Levante. Uno de los futbolistas que perdió su espacio fue precisamente Benavídez, relevado por un Sedlar que también inspira confianza a Luis García en la posición de pivote. Sin embargo, el serbio tampoco estuvo especialmente acertado para frenar el dominio levantinista en la primera mitad antes de pasar al centro de la zaga tras el descanso.
El hombre del músculo
Si bien a nivel colectivo el Alavés se ha quedado encasillado en una versión apática y gris, la contundencia del charrúa se echó bastante en falta ante los talentosos hombres de Calleja. Tras varias probaturas en la sala de máquinas, queda claro que el conjunto vitoriano pierde su rigor defensivo cuando se halla huérfano de la mejor versión de Benavídez, obligado a dar un paso al frente para que el conjunto babazorro recupere su esencia de hueso duro de roer.
Porque la importancia del charrúa es capital como el hombre destinado a hacer el trabajo sucio y brindar músculo en la zona ancha. Antes de su bajón, Benavídez se había convertido en una de las sensaciones más positivas del Glorioso durante los cuatro primeros meses del campeonato doméstico. El mediocentro de Montevideo aterrizó en Vitoria como una buena oportunidad de mercado tras acabar contrato con el Independiente argentino pero, al mismo tiempo, como una incógnita a nivel deportivo ya que había sufrido varias lesiones graves que frenaron su proyección futbolística.
Sin embargo, a las pocas semanas de competición y después de superar unas molestias físicas, se adueñó por completo del puesto de pivote. Su capacidad para abarcar mucho campo y destruir el juego rival hicieron de él un jugador imprescindible pese al creciente peaje de las tarjetas. En ocasiones, se pasa de frenada en acciones bruscas que no vienen a cuento y los árbitros le han cogido la matrícula, algo que también se traduce en una merma de su confianza.