Si hay un jugador con una personalidad especial en el Baskonia ese es Pierria Henry, una persona auténtica, original y de quien cada día se puede descubrir algo nuevo y sorprendente. En definitiva, alguien con quien resulta imposible aburrirse compartiendo un café. Su personalidad y sinceridad al hablar sobre algunas curiosidades acerca de él no dejan indiferente a nadie.
¿Recuerda cómo comenzó a jugar a baloncesto?
Empecé a jugar a baloncesto con cuatro o cinco años, sencillamente porque toda mi familia lo hacía: mis hermanos, mis primos... Y yo quería pasar tiempo con ellos. Después, según fui creciendo, me di cuenta de que necesitaba una vía de escape para las dificultades y el sufrimiento por el que estaba pasando fuera de la cancha y el baloncesto se convirtió en mi salvavidas. Siempre llevaba un balón de baloncesto en la mano, iba botando por la calle, por el supermercado... A partir de ahí, fui viendo la posibilidad de que se convirtiera en una forma de ganarme un sueldo y que además, a pesar de ser exigente físicamente, me iba a permitir poder seguir disfrutando de la vida y de mis hijos una vez me retirara, al contrario que sucede en algunos otros deportes.
Y ha resultado ser mejor que sus primos y sus hermanos en esto...
Sí, por desgracia para ellos sí (risas). Una vez que vieron lo que podía hacer sobre la cancha dejaron de querer jugar conmigo.
¿Tiene algún referente como jugador?
No, me gusta disfrutar del juego en general. Intento aprender de todos y coger diferentes movimientos y técnicas de cada uno. Los primeros que se me vienen a la mente y que he estado estudiando últimamente son Lou Williams y Jrue Holiday, además de LeBron James, por supuesto.
Usted es un gran defensor. ¿Quién le ha puesto en más dificultades en su carrera?
Esa es complicada, posiblemente Shavon Shields.
¿Qué le gusta hacer cuando no juega a baloncesto?
Disfruto mucho haciendo garabatos. No se me da muy bien, pero me ayuda a relajarme y a estimular la mente. Me gusta plantarme frente a un papel en blanco y dejarme llevar, ver hasta dónde me llevan las pinturas. Aquí me gustaría también mencionar a alguien muy querido para mí: Imanol, un vecino de 92 años que tuve durante mi primera etapa en Vitoria y que me estuvo enseñando a dibujar las caras de las personas. Solía ir a su casa todos los días para asegurarme de que todo le iba bien. Él no sabe inglés ni yo español, pero pasamos buenos ratos. Aparte de los garabatos, obviamente me gusta pasar tiempo junto al resto de mi familia, especialmente con mi hija y mis sobrinos, y verlos crecer.
¿A qué le habría gustado dedicarse si no hubiera jugado a baloncesto?
Me gustaría haber trabajado cuidando a personas mayores y darles ayuda en su día a día y en sus actividades. También disfruto con la labor que hago en One Team, integrando a niños con discapacidad.
¿Qué fue lo primero que hizo al volver a Vitoria?
Fui directamente al restaurante Wasabi a comer y después a casa de Imanol a asegurarme de que todavía vivía allí y las cosas le siguen yendo bien. Le tengo mucho cariño y le echaba de menos.