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Juan Ignacio Pérez Iglesias (Salamanca, 1960) es uno de los rostros más reconocibles del mundo académico vasco de las últimas décadas. Enemigo acérrimo de las pseudociencias, los pasos del Catedrático de Fisiología le han llevado desde los bivalvos de su tesis doctoral al rectorado de la Universidad del País Vasco (2004-2008) y al mundo de la divulgación científica a través de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU. Ahora vuelve a las labores de gestión como consejero de Ciencia, Universidades e Innovación. De carácter, reflexivo y directo, Pérez Iglesias no suele dejar indiferente a casi nadie. En esta extensa entrevista, el consejero analiza la situación de la I+D+i vasca y habla sobre las incertidumbres que proyecta sobre la sociedad civil la Inteligencia Artificial, la creación de un Centro de Estudios Avanzados para el alumnado brillante. Y cómo no, del resultado de las elecciones en la UPV/EHU y la nueva etapa de la universidad pública al mando de Joxerramon Bengoetxea.
En nuestra última conversación, estaba pensando en dejar la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU porque estaba cansado de la gestión pública. Y ahora es consejero de Ciencia, Universidades e Innovación. ¿Qué le ha seducido de la propuesta del lehendakari Pradales?
La verdad es que tiene gracia la pregunta, está bien buscada. Voy a empezar diciendo una cosa que me dijo un amigo, y es que la coherencia es virtud de mentes pequeñas. La cita es más complicada, pero tiene su gracia. No hay que hacer bandera de la coherencia, no vaya a ser que se nos atasque. ¿Qué es lo que me ha seducido de la propuesta del lehendakari? Básicamente, que me ha permitido entrar en un terreno de la actividad relacionada con la ciencia, el conocimiento y la universidad en el que no había estado antes.
¿En qué sentido?
A mí me gusta cambiar. A lo largo de mi vida he ido pasando por etapas que vienen a durar del orden de 12 o 13 años. Esta no va a durar eso, por supuesto. En una primera etapa fue de formación, la segunda etapa fue ya de investigación y consolidación en la Academia, luego de gestión universitaria, luego de divulgación y ahora estoy en el Gobierno. En cierto modo, esta etapa es una forma de afrontar retos nuevos, distintos, en un terreno que creo que conozco y en el que creo que puedo aportar muchas cosas que he pensado a lo largo de los años y que tengo ahora la oportunidad de poner en práctica. Entonces esto es un privilegio, un raro privilegio.
Hasta la fecha su negociado ha estado integrado en el Departamento de Educación. ¿Tiene sentido una cartera propia?
Sí, tiene sentido por dos razones. Una, porque tiene entidad. Y cualitativamente es distinto de la enseñanza preuniversitaria porque incluye formación universitaria, creación de conocimiento y transferencia a la sociedad de ese conocimiento. Además, hay todo un área de trabajo, que es el de innovación, que no estaba en esa cartera. Entonces tiene sentido porque es una forma de dar unidad y una mirada coherente a diferentes aspectos de lo que yo llamo factoría del conocimiento.
En términos cuantitativos, el objetivo de esta legislatura es acercar el gasto en I+D+i al 3% del PIB. ¿Cuáles son los retos en términos cualitativos para la ciencia?
Lo del 3% del PIB es un objetivo tentativo que no depende de lo que haga solo el Gobierno, porque realmente engloba las inversiones que hacen todos los agentes, por ejemplo, las empresas. En todo caso, el objetivo fundamental es pasar de una investigación basada en la cantidad de artículos de una suficiente calidad, como ahora, a una situación en la que seamos capaces de hacer hallazgos transformadores que supongan una diferencia cualitativa en el conocimiento, un conocimiento radicalmente nuevo. Ese es el objetivo, aspirar a que nuestro sistema de ciencia e investigación sea capaz de generar conocimiento radicalmente nuevo. No limitarse, por así decirlo, a mejorar el conocimiento que ya vamos generando. Es más un enfoque de calidad que de cantidad.
En una escala del 1 al 10, ¿dónde situaría la ciencia vasca dentro del concierto estatal?
Bueno, si atendemos a la producción científica, estamos yo creo que en el 6,5, aspirando a notable.
¿Cuáles son nuestras fortalezas y cuáles los ámbitos en los que necesariamente se tiene que dar un salto de calidad?
Qué difícil es eso en ciencia. A ver, tenemos una buena investigación y, en algunos casos, excelente. Lo vamos a mostrar en unos días, cuando presentemos el Informe de la Ciencia en Euskadi. Estamos bastante bien con un porcentaje muy alto de publicaciones entre las revistas del primer cuartil, pero la producción es muy desigual por áreas de conocimiento. Hay áreas en las que somos muy potentes. Por ejemplo, en química, física, en algunas ingenierías. Y hay áreas en las que no somos tan potentes y me gustaría que fuéramos así de potentes.
¿En qué áreas?
Ah, no, esto dejémoslo para el Informe de la Ciencia.
¿Tiene la sensación de que se han perdido oportunidades para situar Euskadi en la industria de la ciencia europea, pese al esfuerzo inversor de las últimas décadas, al crecimiento de la productividad o a la creación de un ecosistema científico que ha merecido alabanzas dentro y fuera de casa?
No, no tengo esa sensación. No creo que se han perdido oportunidades. Creo que estamos donde nos corresponde en virtud de la historia y del esfuerzo que se hace. O sea, hay que tener en cuenta que en este país hace 40 años no existía la investigación. Era absolutamente testimonial. Porque hay zonas del Estado donde ya se estaba haciendo una investigación mucho más consolidada. Y de hecho, es muy significativo que aquí no había ningún centro de investigación o un Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ni nada equivalente. No somos la comunidad autónoma con mejores resultados en investigación, pero estamos entre las mejores, sin duda. Y en algunas áreas, verdaderamente bien. Entonces, ya empezamos a contribuir al acervo mundial del conocimiento con una aportación significativa. Y sobre todo, en investigación de calidad. Todavía tenemos mucho margen de mejora, pero yo creo que estamos donde nos corresponde.
Le hacía la pregunta porque este mes el Ministerio de Ciencia ha anunciado que el Barcelona Supercomputing Center va a ser una de las siete factorías europeas en innovación de la Inteligencia Artificial, con una inversión de 100 millones de euros; 22 millones para un acelerador de iones de carbono para avanzar en la lucha contra el cáncer en Valencia. Y Granada sigue construyendo su acelerador de partículas. ¿Nos hemos quedado quizás un poco huérfanos en ese tipo de grandes infraestructuras que son esenciales para hacer esa ciencia transformadora de la que habla?
Sí, pero hay que darse cuenta de que Barcelona, Valencia y Granada han sido sede de universidades y de centros de investigación durante decenas de años. Cataluña tiene siete universidades públicas, en general, de un nivel muy bueno y no de ahora, de hace bastante tiempo. Tienen un potencial científico consolidado. Ellos inventaron el sistema en el que nos inspiramos para hacer Ikerbasque. Lo mismo con la Universidad Politécnica de Valencia, estamos hablando de una tradición de investigación también mucho más larga. Y Granada es la ciudad universitaria andaluza por excelencia, con un buen parque de las ciencias. No obstante, aquí dentro de unos meses tendremos noticias.
No me deje así, por favor.
Le tengo que dejar así, lo siento. Dentro de unos meses tendremos buenas noticias y los próximos años seguiremos teniendo buenas noticias. Aquí va a haber alguna iniciativa, sí, ya está en marcha. Iniciativas bastante potentes. En todo caso, hay que tener en cuenta que estas cosas no tiene sentido hacerlas si no se cuenta con un tejido de personal investigador de alto nivel. Y eso ya lo tenemos. Entonces, esto otro es la segunda parte. No se trata de empezar la casa por el tejado. Hay que empezar la casa por los cimientos.
En este contexto, el superordenador Basque Quantum parece ‘la gran esperanza blanca’, ¿Cómo va el proyecto?
No, no voy a hablar de eso. Bueno, Basque Quantum es una estrategia de promoción de la investigación en ciertos aspectos de física cuántica, incluida computación cuántica. Nace de Ikur, una estrategia que buscaba hacer ciencia de vanguardia con aplicación práctica en un plazo de tiempo relativamente corto. Esto se está desarrollando ya en el terreno cuántico, neutrónico y neutrínico y en neurotecnología. Son apuestas que se han puesto en marcha hace tres años aproximadamente y que van a empezar a dar resultados próximamente.
Creo que la obras del superordenador avanzan en el campus de Ibaeta.
Sí, pero no solo. También en Bizkaia hay un componente importante de esa estrategia. El otro día me decían los responsables de Confebask que para ellos la estrategia Basque Quantum es el equivalente en ciencia y tecnología a lo que ha sido el Museo Guggenheim.
¿Por qué?
Porque es una iniciativa que va a tener proyección internacional. Nos va a multiplicar las posibilidades de investigación en este campo, va a ser un foco de referencia donde va a venir gente a investigar. Y muy probablemente, aunque esto siempre es tentativo, va a generar actividad económica. O sea, me imagino que se producirá la creación de empresas en relación con esto. Entonces, entramos en una dinámica diferente.
Sin embargo, la UE está invirtiendo cientos de millones de euros en la estrategia europea y el informe Draghi para crear un ecosistema innovador en Inteligencia Artificial (IA), de forma que Europa no sólo mejore su competitividad en IA, sino que también garantice su soberanía y mejore el control sobre los datos y la seguridad. En cambio, en Basque Quantum se ha apostado por una alianza estratégica con el gigante estadounidense IBM. ¿Por qué?
Pues me imagino que porque surgió la oportunidad y se aprovechó. No creo que esta alianza tenga consecuencias contradictorias con la estrategia europea, lo dudo, porque estas cohesiones están muy aquilatadas. O sea, están alineadas con los mismos intereses. Yo me imagino que sí, no creo que haya con esto ningún problema. Tengo entendido que todo esto tiene el visto bueno de Europa.
Y hablando de IA, ¿usa el ChatGPT?
(Levanta las cejas y hace una pausa) Hay ciertos trenes que Europa ha perdido porque salieron de Estados Unidos y quizás alguno de China. Pero Europa tiene unas posibilidades enormes. Y en el terreno de la IA lo que tenemos que decidir en Euskadi es a qué dedicar el potencial que tenemos. No somos absolutamente legos en esto, ni mucho menos. Entonces, por una serie de razones que tienen que ver con el tamaño del país y con otras características de nuestro entorno, si escogemos bien los temas en los que aplicar la IA podemos sacarle mucho partido.
Usted está en un puesto de decisión clave. ¿A dónde dirigiría ese potencial?
No soy especialista, creo que es público que hice la tesis con bivalvos y esto dice bien a las claras cuál es mi ámbito de especialización. Pero me propongo pedir un consejo asesor de especialistas que nos asesoren precisamente en qué ámbitos tenemos capacidad para hacer un uso inteligente de la IA, no solamente científicos, sino también sanitarios, productivos, educación.
¿La sociedad vasca está preparada para esta revolución?
No me atrevería a decir que estamos preparados ni dejamos de estarlo, como no me atrevería a decirlo de cualquier otra sociedad occidental. Esto es un problema, un problema no, esto es un hecho que nos afecta a todos en una medida muy similar. Lo que sí creo es que tenemos que adoptar algunas prevenciones en relación no sólo con la aproximación de la sociedad a todo lo que se derive de la inteligencia artificial sino también con el resto de avances a los que nos enfrentamos, de los que nos beneficiaremos o que nos generen incertidumbre. Frente a esto tenemos que ser proactivos, no podemos ser reactivos.
¿Qué quiere decir?
Quiero decir que debemos ocuparnos de indagar acerca de las complejas relaciones entre conocimiento avanzado, política, gobernanza democrática y sociedad, porque si no lo hacemos, si no obtenemos conocimiento y no tenemos criterio para orientar el proceso, corremos el riesgo de que algunos fenómenos a los que asistimos se agudicen. Estoy hablando del uso perverso del conocimiento, de la politización de ciertos campos del saber, de las actitudes anticientíficas motivadas en gran parte por intereses de orden económico, intereses políticos. Pensemos en el uso que se puede hacer de la inteligencia artificial, pensemos en la impugnación que se hace de la ciencia del cambio climático. O sea, hay una panoplia de avances que nos generan o nos pueden generar situaciones difíciles de gobernar.
Antes de que la IA nos gobierne a todos.
Yo no tengo tan claro esto de que la inteligencia artificial nos gobierne a nosotros, yo creo que aquí hay mucho hype.
¿Estamos ante otra burbuja tecnológica?
No sé si es burbuja, pero está por ver que la IA vaya a ser lo que dicen que puede ser. A ver, es cierto que cuando se programan estos algoritmos se introducen sesgos y hay ciertas perversiones, pero esto es abordable. Hay cuestiones que me resultan más preocupantes que el punto de vista jurídico ya que es casi lo más sencillo. Me parece que tienen mucho más interés las consecuencias potencialmente peligrosas de las que no somos conscientes.
¿En qué sentido?
En un campo tan aparentemente inocuo como el de la ciencia, por ejemplo, la IA nos puede ayudar muchísimo a hacer grandes avances sin que esos avances vengan fundamentados en conocimiento científico. Esto nos puede llevar a una sociedad en la que los avances de conocimiento los hagamos depender únicamente de unos algoritmos cuyo funcionamiento íntimo desconocemos. No nos permiten entender los porqués de las cosas y, sin embargo, nos ofrecen soluciones fáciles a corto plazo. Estas son cuestiones que no se han abordado lo suficiente.
Deberíamos, porque no pinta un futuro muy apetecible
Bueno, una inteligencia artificial que todavía no es capaz de codificar conocimiento implícito, conocimiento tácito, a mí no me genera demasiada preocupación, francamente. Cuando haya una inteligencia artificial, que quizás la llegue a haber, que sea capaz de codificar este conocimiento implícito, esto que sabemos los seres humanos por el hecho de vivir, en tanto no llegue ese momento, no me hace perder el sueño.
Ha anunciado la creación de un Centro de Estudios Avanzados. Suena bien, ¿pero qué es?
Citando a mi amigo, el filósofo Javier Echeverría, el centro puede ser cosa de Los señores del aire.
Muy bien, pero no se vuelva a escapar.
Vamos a crear una herramienta, una institución de carácter universitario que sea capaz de aglutinar al mejor personal investigador que tenemos en Euskadi del universitario, de los BERS y CICS, en torno a ciertas áreas de investigación en las que nos interesa tener muy alto nivel de formación. Puede haber diferentes fórmulas para crear un centro de esta naturaleza, pero la ideal consiste en una alianza entre el Gobierno y la universidad pública.
¿Para?
Generar conocimiento de más alto nivel y transmitirlo al alumnado que va a cursar los estudios que se vayan a impartir. Esta iniciativa tiene dos objetivos muy claros, pero puede tener más. Hay uno que es bastante fácil de ver, Euskadi tiene una universidad pública entre las 400 mejores del mundo entre 10.000 en unas condiciones de competición muy fuerte por la entrada de muchas universidades chinas. Por lo tanto, ya sabemos que somos razonablemente buenos. Pero no tenemos una entidad universitaria que tenga una referencialidad internacional clara. Que fuera de aquí, sea un elemento que tenga un efecto de atracción.
¿Y?
Si creamos un centro universitario como este, que tenga esta visibilidad internacional y este nivel de investigación y formación, tendremos algo que ofrecer a nuestros jóvenes más brillantes, de manera que se les dé la oportunidad de estudiar en su país estudios de alto nivel y, por lo tanto, no se vean obligados a hacerlo fuera. ¡Ojo! ¿Por qué digo esto? Porque hacerlo fuera lo puede hacer quien tiene pasta, pero quien no la tiene no. Y este centro nos permitiría poder ofrecer estos estudios de alto nivel a todo el mundo, lógicamente, en virtud de criterios académicos.
Una especie centro universitario de alto rendimiento.
El otro objetivo es que nos sirva para atraer gente de talento de fuera y tener una presencia en el concierto internacional del conocimiento avanzado. La idea sería decir que no solamente tenemos una universidad pública entre las mejores 400 del mundo sino, además, un centro universitario de excelencia. No me gusta mucho la palabra excelencia, pero en este contexto creo que lo podemos utilizar. Yo suelo decir avanzado, de alto nivel, de vanguardia, de frontera. Ese es el objetivo: mejorar la formación a ofrecer al alumnado brillante. Más que mejorar la formación, poder ofrecer estudios de alto nivel. Porque mejorar, al final, acaba teniendo un efecto contagio en todo el sistema. Porque si estás atrayendo gente muy buena, esto va a hacer que el nivel medio suba y que exista una cierta referencialidad interna también. Es decir, tenemos que aspirar a participar en este proyecto.
¿En qué fase está?
Están por definir los detalles. Tengo ideas acerca de principios que hay que llevar a la práctica. Y esto requiere trabajar.
O sea, es un proyecto medio-largo plazo.
No es para el año que viene, desde luego. Si pudiéramos empezar a echarlo a andar a final de mandato, sería feliz. O dejar ya sentadas las bases.
Ha dicho que va a revisar los indicadores de productividad de la comunidad científica porque entre el 30% y el 50% de los y las investigadoras sufre depresión o ansiedad. ¿A qué se debe este estado de ánimo?, ¿a factores económicos o ambientales en el trabajo?
El problema, básicamente, es que hay una presión muy fuerte sobre los integrantes del sistema para publicar. El publish or perish (publica o perece) es la norma en el mundo de la ciencia. En un contexto en el que las estabilizaciones en los puestos de trabajo tardan y en el que hay más doctorandos de los que puede asumir el sistema científico, porque quizás no lo asume como debería el sistema productivo y social, da lugar a que haya una presión muy fuerte. Fundamentalmente sobre los y las jóvenes investigadores, pero también sobre los seniors para poder acceder a fondos para investigar a través de las convocatorias competitivas. En el caso de los jóvenes, salir, volver y estabilizarse igual tardan 25 años. Y esto genera estas condiciones que dan lugar a estos problemas.
¿Y qué proponen?
Proponemos revisar los indicadores porque tenemos que aliviar la presión sobre la cantidad de la producción. Y la calidad es incompatible con este estado de cosas. Y también es incompatible con contratos muy cortos, porque para renovar necesitan números, datos. Lo que necesitamos es una carrera profesional bien definida basada en criterios no meramente cuantitativos. Un investigador principal puede generar demasiada presión, por ejemplo, sobre algunos doctorandos. Pero el propio investigador principal está muy presionado porque la financiación para mantener el grupo activo también va a depender de esto. Es un círculo vicioso muy peligroso que redunda en una producción de menor calidad y en una situación de no bienestar, de malestar psicológico.
Hablemos de la brecha de género en las cátedras de la UPV o en los puestos de responsabilidad de laboratorios y centros de investigación. ¿Cree en las políticas de acción positiva en ciencia?
Sí, en las de acción positiva, sí, creo en las políticas de cuotas. Creo que son necesarias porque la mayor parte de la gente no es consciente de los sesgos. A mí no me afectan los sesgos, no es cierto. Los sesgos afectan a todo el mundo. Desde que empezamos en la Cátedra de Cultura Científica hemos cambiado radicalmente la forma de trabajar. Ahora, nos hemos puesto como norma que la participación en actos de divulgación ha de ser paritaria. Y esto es adoptar una práctica sistemática, de forma que uno no se tiene que esforzar porque está interiorizado. Por lo tanto, sí, soy partidario de estas medidas. Lo que no tengo tan claro es que determinadas campañas que pretenden animar a las niñas a cursar estudios científico-tecnológicos sean efectivas. De hecho me gustaría progresar en el conocimiento relativo a estas cuestiones. Porque nos jugamos mucho. Y creo que nos estamos conformando con tirar de lo que nos dice la intuición. Y esto no es bueno.
La UPV ha elegido a Joxerramon Bengoetxea como rector cortando, de alguna manera, una línea de gobierno que comenzó con usted en 2004. ¿Qué le parece el resultado de las elecciones?
Es el que es. Es el que ha sido. No tengo inconveniente en decir que me ha sorprendido la diferencia que había en el resultado entre las dos candidaturas. Pero a mí me parece que los resultados indican que ha habido un deseo de cambio en la universidad. Y, probablemente, ha habido un deseo de pasar de una etapa que procede de mi rectorado a una etapa diferente. Es un poco la conclusión a la que he llegado. Pero lo que tengo que valorar es que para mí cualquiera de los dos candidatos eran buenos. Lógicamente con Eva Ferreira, que fue miembro de mi equipo, he tenido mucha relación y buena relación. Y con Joxerramon Bengoetxea también. Nos conocemos de hace años y hemos colaborado en algunas cosas.
Elecciones atípicas
Se ha producido una situación que debiera ser más normal. Porque desde la victoria de Iñaki Goirizelaia en sus primeras elecciones, no ha habido oportunidad de confrontar dos proyectos. El proceso ha sido razonablemente normal, vamos a decir, con algún pequeño incidente. Pero bueno, ahí está el resultado.
Me consta que ya ha hablado con Bengoetxea.
Pues sí, hemos tenido una charla informal. Quiero decir que no ha sido una charla trabajando Joxerra de rector electo y yo de consejero, sino que ha sido una charla informal de la universidad y de sus retos. Y bueno, a mí me parece que hay un alto grado de coincidencia en lo que son los retos de la universidad e incluso en cómo abordarlos. Entonces, para mí es una charla satisfactoria y en cierto modo también confortante, porque me ha gustado ver que hay preocupaciones comunes y que probablemente no sea nada difícil llegar a acordar objetivos de manera compartida por los que colaborar.
Ambas candidaturas prometieron acabar con la burocracia. ¿Es factible?
No, no es factible acabar con la burocracia. Yo me conformaría con conseguir detener el crecimiento de la burocracia. Esto es como la entropía en el universo. La entropía no deja de aumentar y la burocracia tampoco. La Ley de Parkinson dice que los empleados en una organización tienden a ocupar todo su tiempo y, por lo tanto, surgen nuevas necesidades que dan lugar a la contratación de nuevos empleados y, por lo tanto, hay que seguir aumentando las tareas a realizar. No se sabe muy bien si con algún beneficio práctico o no. Ahora en serio. El problema de la burocracia tiene mucho que ver con lo que a mí me parece que es un garantismo mal entendido.
Por querer curarse en salud
Es un sistema garantista mal entendido que nos conduce a requerir informes, trámites, autorizaciones de una manera sistemática de una forma muy poco productiva. Y poco productiva incluso para conseguir los resultados que dice querer conseguir. Porque lo cierto es que uno se pone a ver un poco el panorama de administraciones y se encuentra con que donde se hacían trampas se siguen haciendo y donde no se hacían pues no se hacen. Entonces, no se consigue el objetivo de no haya comportamientos inapropiados, falta de integridad o corruptos claramente. Y sin embargo se nos carga, nos cargamos a nosotros mismos. Somos nosotros los que nos autoimponemos unas obligaciones, unas servidumbres que tienen que ver con el deseo ese de mantener todo perfectamente bajo control, garantizar la igualdad de derechos, oportunidades, etcétera, etcétera. Pero a la hora de la verdad, no es lo suficientemente efectivo.
Y en estas, se desvela el fraude masivo del rector de la Universidad de Salamanca.
Pues sí, efectivamente. De todas formas, este es un aspecto algo diferente, es más un envilecimiento del sistema de publicaciones científicas que, por cierto, tiene que ver con lo que hemos hablado antes del exceso de presión sobre los investigadores.
Las dos candidaturas ofrecieron en campaña una carta al Olentzero, pero para lograr todo lo que prometieron se necesita pasta, mucha, y del Gobierno vasco. ¿Ese 1% del PIB para la universidad es realista?
No sé si es realista, pero los objetivos de financiación no deben plantarse en términos de porcentaje de PIB por varias razones, que sería muy prolijo explicar. Lo que debemos hacer es acordar objetivos y tener claro a qué tenemos que dedicar los recursos. La universidad pública funciona y hace un uso bueno de los recursos, porque si no, no estaría donde está. Teniendo en cuenta que tiene una financiación que está bien, aunque tampoco es ningún exceso, tenemos que determinar qué proyectos nos parecen estratégicos, qué proyectos merece la pena que apostemos por ellos, ver cuánto cuestan y tratar de ponerlos en marcha. Si somos capaces de hacer eso, y de hacerlo bien, va a conducir a una mejora en la financiación. Estoy pensando en un escenario macroeconómico razonable. Las cosas tampoco están tan bonitas como hace dos años, ¿no? ¿Hasta dónde va a llegar esa mejora? Eso no lo podemos saber.