Este pasado verano uno de los jugadores del primer equipo realista visitó Granada acompañado de su pareja. Quiso compartir el momento y colgó en su cuenta de Instagram una foto con la Alhambra al fondo del paisaje. No había dudas sobre el lugar desde el que obtuvo la instantánea: el mirador de San Nicolás en pleno Albaicín. Como la relación con él es buena, le envié un privado para recomendarle un lugar en el que cenar allí mismo. Me lo agradeció, pero ya le había pedido ayuda a su compañero Carlos Fernández que le propuso otro que está prácticamente pared con pared. Se lo dije por experiencia, porque hace bastantes años, puñetera casualidad, el cocinero de ese restaurante era hermano de otro futbolista que en su día defendió la camiseta txuri-urdin. En aquella ocasión funcionó el trifásico. Reservamos mesa y nos dieron la mejor, al lado de un ventanal, desde que se veía todo; Sierra Nevada, la Alhambra y Granada en toda su extensión. La cena fue exquisita y la velada, maravillosa. A la balconada debería asomarse Mikel Merino, al que su técnico calificó anoche como el mejor jugador del campeonato. Cuando Imanol se suelta el moño...
Los miradores nunca pierden su encanto. Este lugar del que os hablo suele estar abarrotado, mañana, tarde y noche. Aunque pensemos lo contrario, dentro de nosotros hay un punto de romanticismo, de estética, de misticismo. Solo así se entiende que la gente disfrute con los atardeceres. Recuerdo tres por encima de los demás. Éste andaluz del que os hablo, el Piazzale Michelangelo en Florencia y la Mola en Formentera. La caída del sol con un paleta de rojos, ocres y amarillos no encuentra paragón y si, además, aparecen las siluetas de edificios descomunales como la inmensa cúpula de la catedral florentina, no hay cristiano que se resista a las emociones de ese momento. Por inusitadas.
Quiso la liga que el comienzo del partido en Los Cármenes coincidiera con el momento del ocaso del sol. El mirador del Albaicín está en la otra punta de la ciudad andaluza, pero seguro que se distinguían perfectamente los focos del estadio en el que se jugaban tres puntos de valor para los dos conjuntos y por diferentes circunstancias. Obviamente, no se contempla el terreno de juego. El lunes vi enterito el Barça-Granada en el que los nazaríes se adelantaron en el marcador. A los de Ronald Koeman les costó un potosí nivelar la contienda. Lo hicieron casi en la prolongación. Entre gol y gol, el cuadro de Robert Moreno se defendió con orden, hasta la extenuación.
La primera conclusión estaba clara. ¡Que no marquen pronto! Faltó tiempo para que se pusieran con ventaja, en una jugada de mala suerte en la que antes del rebote nos ubicamos muy mal. Jugada de balón parado, creo que defendida en desacierto, que nos obligó a movernos con remolque el resto del partido. A partir de ahí dominio evidente, pero complicado crear ocasiones y aprovecharlas. El solitario gol marcaba el camino de los vestuarios después de un tiempo en el que faltó chispa.
Prometo no hablar de lesiones, porque son como el protagonista estrella de la película. Aparecen en todas las secuencias. Haces una jugada espléndida y la siguiente toma de la cámara corresponde al futbolista sentado en el suelo tocándose el isquio. ¡Horror! Da la sensación de que nos han fumigado y vamos cayendo como los mosquitos. En algún caso a zapatazos o con el trapo del polvo ¡zas! Por esas circunstancias van entrando los alumnos del kindergarten a los que ayudan de manera inusitada los veteranos que resisten en pie. ¡Y de qué manera!.
Como corres siempre el riesgo de equivocarte, no suelo destacar a jugadores, del mismo modo que no cargo tintas contra ninguno. Sin embargo, sería injusto no poner en valor al dueño del condado. Mikel Merino se cascó un partido de tronío. Marcó un gol y no hizo otro porque el meta Maximiano sacó una pierna imposible para evitarlo. El tío tira del carro como un jabato. Es una pasada. Y, por supuesto. No se puede dejar de reconocer que un defensa central-lateral, correcaminos, con el corazón en un pálpito y con el borceguí diestro bien abetunado y luminoso, sea capaz de marcar dos tantos. La actuación de Aritz Elustondo merece aplauso, reconocimiento, abrazos de sus compañeros, la ola del respetable y txupinazos en la ermita de Loinaz.
El equipo gana desde la remontada. Con casi todo en contra, con siete jugadores con número superior al 25, llevarse los puntos de Los Cármenes exige reconocer todo lo que este equipo es capaz de poner sobre el tapete. No sé si son caballos de pura sangre, alazanes, andaluces, árabes o Morgan, pero que lo ponen todo en cada envite es indiscutible. No afronta los partidos asomado a la barandilla como si las cosas no fueran con ellos. Lo contrario. Por méritos propios, por compromiso, por lo que queráis. Cualquier otro vestuario en estas circunstancias no podría en este momento ni con la laca del tupé,
Apunte con brillantina: Como estoy a esta hora para tocar cascabeles, prometí en el último beaterio que os iba a hablar de manduca y establecimientos para tomarse una cañita a gusto en Graná. Las tapas son gratis y te las sirven con la bebida. En algunos sitios te dejan elegir entre varias y en otros, las que deciden ellos. Os digo tres para cuando vayáis: El aviso, Los diamantes en la calle Navas (plagada de bares para conocer) y Los Manueles de los que creo alguna vez antes os hablé. Las croquetas y las albóndigas quitan el hipo. Y ahora, después de afilar colmillos, a cenar una tortillita (palabrita del Niño Jesús) y a la cama con chupete como los niños pequeños.