¡No puedo, no puedo, no puedo!, como diría Chiquito de la Calzada, aquel humorista que en su día causo furor. Resulta cansino, es lo que siento, el léxico futbolístico que de un tiempo a esta parte se ha instalado entre narradores, comentaristas, tertulianos, entrenadores, analistas y demás integrantes de un mundo que llaman fútbol. Si prestas atención a las frases que se comparten, entra dentro de lo posible que escuches algo así como "El más alto del bloque bajo sale de la cueva". ¡Coño, un oso! Coges la escopeta para defenderte por si el úrsido decide atacarte pero, qué va, resulta que aparece Le Normand en el momento en que se incorpora al ataque. Hace pocos días, en el Real Madrid-PSG, la voz de quien trataba de explicar lo que sucedía sobre el césped afirmó, sin que le subiera la fiebre, que el bloque bajo de los franceses no ofrecía una actitud positiva. En el argot de toda la vida, menos finolis, la defensa estaba tocando las maracas y no apretaba ni el botón del ascensor.
El bloque alto se relaciona con la delantera. Si un día comparto (será imposible) una charla coloquio con Isak, Januzaj y Sorloth, realizaría un par de preguntas. La primera cuál es su postura con lo que pasa en Ucrania. La segunda, futbolera, qué opinión tienen del bloque alto del equipo. Alguno, pensativo, respondería que no lo sabe. ¡Vivo en un adosado! Los únicos bloques altos que conozco se sitúan al lado del viejo Atotxa, además de dos torres junto a Ipurua, edificios adjuntos en el polígono 54 de Irun, amén de otros en diversos pueblos y barrios de nuestro territorio. Los que militan en el bloque medio deben sentirse como el jamón y el queso de un sándwich mixto, en medio de dos rebanadas de pan de molde, siempre que lo permita el dietista.
Estos días atrás mientras daba vueltas en la forma de orientar este texto, imaginé las tradicionales ruedas de prensa que nos ocupaban. Por ejemplo, si a Javier Expósito, cuando era responsable del primer equipo, alguno de nosotros le pregunta por la actitud del bloque alto, con la sorna que le acompaña, no estaría lejos de asegurar que los pisos altos le dan vértigo. Si un guapo le pregunta a Toshack por el trabajo del bloque bajo en la presión de la divisoria, con trincheras en banda, hubiera salido por peteneras saludando en calesa. Lo mismo que los dos entrenadores que ocupaban los banquillos ayer. No imagino a Mendilibar, martillo y cincel, lerdeando con estas cosas. Al igual que Imanol cuando, llevando el dos a la espalda, subía la banda como los caballos de Atila y no se paraba ni a coger la cantimplora. Ahora, quizás se esté contagiando, o le estén pegando estas modernidades. Se saludaron con afecto antes del inicio y mantuvieron una conversación en la que seguro hablaron de otras cosas más entretenidas.
Se pongan como se pongan, la defensa será la zaga; la media, el centro del campo, y la delantera, vanguardia. Cuando leí el viernes una deliciosa entrevista de Mikel Recalde con Martín Zubimendi, respiré profundo. Tras reconocer que asume las broncas de su técnico, habló de liderazgo, de lo que le gustaría ser dentro y fuera del terreno. Acaba de cumplir 23 años pero las respuestas son maduras, frías desde el cálculo y apasionadas desde la experiencia. Sabe dónde están sus límites y lo que debe mejorar, por dentro y fuera. Apasionante, porque no hay un gramo de tontería en sus palabras. Si es capaz de aceptar una invitación a comer, me encantaría compartir mesa con él y escucharle, porque os aseguro que de estas personas se aprende mucho. Fue el protagonista, el autor del solitario gol, el que decidió la contienda. Entró en el segundo tiempo, se cruzó en dos cortes providenciales y no perdió el oremus.
Supongo que a nadie sorprendió el encuentro que vimos. Dos estilos, dos formas de comportarse y un mismo objetivo. Como nunca sabemos las razones por las que se elige un once inicial, entiendo que se buscaba un desgaste en las trincheras para después tratar de derribar el bien construido plan de los babazorros. No es un equipo fácil para hincarle el diente y menos ahora con Mendilibar. Por eso, ante conjuntos de este estilo, es aconsejable aprovechar las oportunidades, convertirlas en gol y dar un respiro a la parroquia. Hubo unas cuantas que se perdieron por la gatera y es una pena. Al tramo final del partido se debió llegar con un gramito más de tranquilidad, porque el riesgo del empate flotaba como un corcho en el Cantábrico. ¡Su santa madre! Si no es por la mano de Remiro, a estar horas a lo mejor estábamos sacudiendo. Las victorias conceden puntos y poso. Galvanizan y compran tiempo para recuperar lesionados, coger aire y seguir en la pomada. Queda por delante un calendario complicado. Cuando al final del partido le preguntaban al portero de Cascante si el pasaporte europeo estaba ya en la mano, puso sosiego, calma y sentido común. Echar cohetes a estas alturas parece temeridad. Por lo único que merece la pena compartir alegría, más allá del resultado, es por la presencia de tantos miles de espectadores que ayer pudieron entrar al estadio sin apuntarse a ninguna lista, ni elegir ninguno de los bloques del recinto.
Apunte con brillantina: Lo que ha pasado con el patrocinador de los equipos de la liga Primera RFEF (el Real Unión entre ellos), con Footters, con la trasmisión de los partidos, con la desaparición de algún club, con la creación de una asociación de disidentes, con...es de traca y mascletá. Reuniones de urgencia para salir del paso y evitar soflamas que lo incendien todo. En esta ocasión para ver a los unionistas en Ferrol debí conectarme con una empresa de Luxemburgo. Es un escándalo. Eso sí, en la planicie ni un sobresalto. Las caras y las espaldas compitiendo a ver quién la tiene más grande. ¡Atillo macarreril!