Imanol decidió hace una semana conceder la titularidad en Vigo a Mathew Ryan. Brilló y fue decisivo en la victoria de Balaídos. Pocos días después, Alex Remiro cuidó la portería txuri-urdin en el derbi. Pasó lo que pasó y no seré yo quien le dé más vueltas al asunto. El meta de Cascante debería hacer lo mismo y no flagelarse de continuo, porque bastante le cayó encima con la jugada de marras como para que le añada depresión a raudales. El camino está diseñado para seguirlo a base de experiencias. No hacia atrás, sino mirando al frente. Sentía curiosidad por saber qué iba a decidir el técnico oriotarra en la tarde ayer ante los austriacos. Aunque pueda parecer una elección menor, pintaba marrón cosa fina. Pasara lo que pasara se podía debatir. Al final determinó que el jugador navarro repitiera responsabilidad y punto pelota.
Sucede que los guardametas forman parte del fútbol desde un punto de vista diferente. Todo lo que hagan se mira con lupa. Desde tiempo inmemorial, conviven con la cantada, la guitarra, el molde y cuantas otras realidades responden a errores. ¿Quién no falla? Ese grado de valentía que supone competir bajo palos, no es semejante al de sus compañeros. Estamos aburridos de ver fallos descomunales de delanteros que no marcan gol a puerta vacía, o que mandan los balones al limbo cuando la oportunidad es pintiparada. La trascendencia del error es mucho menor. Por eso, respeto mucho a los cancerberos, porque viven en un mundo de presión con el que hay que saber convivir y no es fácil.
No sé la razón, pero muchas de mis mejores relaciones con futbolistas corresponden a guardametas. Hemos hablado una y mil veces de todo lo que les sucede, incluso cuando no sienten la confianza de los entrenadores o escuchan los murmullos desde la grada. Más de uno ha debido recurrir a psicólogos para ganar en fortaleza y autoconfianza. Es una procesión que llevan por dentro y que generalmente no la comparten con casi nadie. Solo cuando llega el momento de no poder más son capaces de abrir su corazón y el cráter del volcán anímico. El problema es que no hay mucha gente que les escuche y comprenda.
En este sentido, disfruté mucho con un programa de televisión (Movistar) que se emitió el lunes sobre las nueve de la noche. Toni Soldevilla y Marcelino Elena, exfutbolistas, contaron sus experiencias de vida, los tormentos y las incomprensiones. Se entrevistaba también a Inma Puig, psicóloga del Barça durante quince temporadas, cuyas aportaciones pusieron mucha luz en mundos de absoluta oscuridad. Merece la pena verlo. Totalmente recomendable porque nos ayudará a ser mejores, a respetar más y a entender que un futbolista es antes persona que jugador. Por eso, valoro mucho la tendencia general de los días precedentes en lo que no se le ha faltado a Remiro. Muchas voces, son las que valen, han expresado su apoyo incondicional a quien, como otros muchos seguidores del equipo, no durmió bien aquella noche. Fue su entrenador el primero que le brindó amparo. También su antiguo compañero y amigo, Miguel Ángel Moyá. Además de conseguir una entrevista que no era fácil para nadie, rompió el hielo y trató de animarle para que el suplicio no se prolongara en el tiempo.
Suplicio no sé si fue encajar un gol ante los austriacos cuando menos se esperaba. Y llamarle jarro de agua fría con la que está cayendo, tampoco me convence mucho. Helados ya estábamos al empezar un encuentro que se tildaba de importante, casi decisivo para la suerte del equipo en la competición. Comentada la presencia del portero, el técnico optó por dar descanso a unos, disponer un tridente diferente, plantear un partido desde el dominio del balón y confiar en las decisiones. Nos pillaron en una contra después de lanzar una carreta de saques de esquina, de fallar unas cuantas, de que salvaran un balón en la misma raya y de que la grada no estuviera tan concurrida como el domingo pasado. Eso sí, se aplaude la valentía de los asistentes y su permanente fidelidad al equipo. En las buenas y en las menos buenas. Llegar al descanso perdiendo por la mínima, tras el gol de Jantscher y después de que el VAR analizara un posible penalti a Portu, conllevaba un punto de desánimo, aunque siempre se confía en el grupo y en los segundos tiempos. Tocaba remontar ante un equipo que explota muy bien sus virtudes. Para entonces, David Silva ya demostraba que lo que llega a sus dominios de un modo, sale de otro con una mano de barniz.
El técnico de Orio siguió confiando en los suyos y no decidió cambio alguno. Se tranquilizó la parroquia con el empate de Sorloth, que estaba allí para aprovechar un balón que llegaba tras un toque de Zubeldia. Más de media hora por delante para hacer un segundo tanto y lograr el objetivo. Aparecen entonces palabras que no responden a nada material pero que expresan muy bien la situación. Se mezclan las prisas, la ansiedad, el disgusto por falta de premio al esfuerzo y tantas cosas más que responden al empate final. Dominio abrumador, dos decenas de saques de esquina, mogollón de tiros a puerta, ocasiones al limbo. Cuando es que no, es que no. La igualdad final se puede calificar de decepcionante, de oportunidad perdida, de lo que queráis. Como los otros dos componentes del grupo también igualaron, la situación no varía. Una jornada más y dos partidos por delante ante rivales directos. La Real sigue en segunda posición y dependiendo de ella misma. Si en Austria el meta Siebenhandl sacó las maracas en el gol de Isak, anoche ofreció otra versión, tanto él como sus compañeros (Ljubic, por ejemplo) cuando el balón estaba dentro y lo salvaban in extremis. ¿Acierto o casualidad? ¿Mayor nivel de concentración? ¿Fortuna? ¿Decisiones de riesgo?
La siguiente estación pasa por El Sadar antes de otra parada en la competición. Imanol decidió únicamente tres modificaciones. Es la primera vez que esto sucede desde el inicio de la temporada. Por tanto, menos pistas al rival. El partido se las trae. No hay modo de conseguir una entrada y como siga cayendo tanta agua y no suba la temperatura...
Apunte con brillantina. Hay árbitros muy pesados en las acciones a balón parado. Antes de que se lance el balón entran en las disputas, pierden un tiempo estupendo que no se recupera y no consiguen el menor objetivo. Además, el señor de ayer vino desde Letonia. Ignoro los idiomas que domina. ¿Creéis que alguno le entendió o le hizo caso? ¿No hay nadie que les diga que eso es una jaimitada?