de los casi 36.000 espectadores que acudieron al partido contra el Real Madrid, ayer se quedaron (nos quedamos) unos cuantos en casa. No es crítica, para nada. Al revés, valoro enormemente el sacrifico que ello suponía. Sucede que pasamos del viento sur al viento norte con extrema facilidad. Supone que nos remojamos allá donde nos pillan aguaceros, chaparrones y demás tempestades. ¿Dónde estará el sirimiri reparador? Una pena que durante el encuentro del sábado no cayera la troyana. Hasta en eso, hubo mala suerte. Supone que andamos con las farmacias, parafarmacias y herboristerías a cuestas. Que si efervescentes, que si gotas para la nariz, que si vicksvaporub, que si pañuelos de usar y tirar, que si beber mucha agua, alguna tisanita, un caldito que temple. Supone que, salvo que dispongas de una secadora en casa, la ropa del tenderete lleva sin descolgarse un par de semanas, y que abrigos, guantes, bufandas e impermeables están a la orden del día. Supone que los radiadores de las casas están a pleno rendimiento cuando más alto está el precio de la luz y los combustibles. Bueno, pues además de todo esto, trancazo. Está el territorio para echar cohetes.
No sé si cuando Oyarzabal marcó el penalti sonaron. Posiblemente, la pólvora esté mojada con tanto diluvio. Lo del capitán realista es de locos. Ha marcado goles este año en nueve competiciones. Lo recordaba en redes sociales atotxa.org, que recogía los tantos en Liga, Copa, Supercopa, Eurocopa, JJOO de Tokio, UEFA Nations League y Europa League. Una pasada al alcance de pocos, si es que hay otro jugador en el continente que presente semejante historial de efectividad. Los penaltis son una lotería que a veces toca y a veces te deja descompuesto. En ese sentido hubo momentos duros para él, pero se rehizo y ayer abrió la lata al borde del descanso, después de una buena jugada de Portu, un rematazo de Januzaj y la guinda del acierto del jugador eibarrés. Antes hubo dos momentos en los que se movieron los tresillos. El mano a mano de Alex Isak con el meta holandés y el golpeo de Bruma al travesaño. Llegar al descanso con un gol de ventaja, marcado en un momento psicológico, suponía un plus.
Creo que estudió economía y empresa, o similar, pero bien podía haberse dedicado al encaje de bolillos, o disfrutar bordando cordoncillo, punto atrás o pespuntes. Necesitaba un partido como el de anoche. La lesión le dejó fuera durante seis encuentros y necesitaba una actuación redonda en la que volver a sentirse a gusto consigo mismo y ayudar a sus compañeros como siempre. Protagonizó el segundo, gracias a un robo de Zubimendi en pleno desajuste defensivo holandés tras realizar dos cambios. La buena asistencia del ancla no la desaprovechó el capitán. Zurdazo y a la cazuela. Baño de felicidad multitudinaria porque uno de los emblemas de este equipo compartía con la grada todo lo que llevaba por dentro. Más frío que él, sin duda, es Alex Sorloth. Pudo darle un balón para hacer un hat-trick, pero los delanteros necesitan goles. Lo intentan en cada paso y resuelven. En medio de la vorágine soltó un pepinazo que no esperaba nadie. Era el tercero de la noche que cumplía con todos los objetivos: ganar, clasificarse para dieciseisavos, recordar a Aitor Zabaleta, conseguir más pasta para la caja (¡klink, klink!) y llevar a la grada una razón más para que los seguidores se sientan orgullosos de su equipo.
El equipo respondió de una forma diferente. Imanol decidió un once con unas características. Después de un triunfo tan contundente, como para decirle algo. Explicó el capitán al final del partido que se iban a arropar más, que la presión se realizaba en zonas diferentes y que daba igual ganar por un gol en los últimos minutos. Es decir, menos posesión, menos desgaste y, por lo visto, mucha más eficacia. La puerta a cero y tres chicharritos divinos de la muerte. Por la tranquilidad del territorio vino muy bien llegar al final con la calma que otorga un resultado tan contundente. Cuando se realizó el sorteo, el grupo que los bombos decidieron no era precisamente para chupar piruletas. Todo lo contrario, exigente al máximo. Mónaco y PSV eran dos clubes con muchas tablas y recursos. A uno de los dos había que guindarle una de las plazas con premio. A esta hora, al sorteo del lunes, la Real llega segunda, con los holandeses en la Conference League. Lástima que ante el Sturm Graz se quedaran dos puntos en la gatera. Va a tocar un rival de los de quitar el hipo. Desde la Atalanta, a quien anoche eliminó el Villarreal, hasta el Dortmund de Haaland o el Sheriff sin pistolas.
Sabéis que no soy mucho de destacar a jugadores, porque se corre el riesgo de equivocarse. Nunca se maneja toda la información, ni se conoce el estado real de todos ellos. Ayer los cuatro defensas se multiplicaron por infinito. Zubeldia y Zubimendi se dejaron hasta el aliento y de ahí para adelante todos a muy buen nivel. Lo mismo que Beñat Turrientes, Gorosabel, Pacheco o Barrene, que fue quien dio el pase del tercero. Terminó el encuentro con nueve canteranos sobre el césped. Otra pasada. A todos les llegó el agua hasta los gayumbos, incluso alguno se quitó la camiseta para regalarla a los aficionados. ¡Qué valor! Parece claro que hoy, cuando pasen revista médica, además de golpes, aflorarán trancazos a pares. Dentro del vestuario y en los miles de aficionados que se debieron poner a la salida hasta las cachas. Pero como sarna con gusto no pica...
En el último Beaterio os decía que me había encantado el arbitraje del encuentro alemán entre el Borussia de Dortmund y el Bayer Munich. Ese colegiado se llama Félix Zwayer y fue el que estuvo ayer en Anoeta. No cambio una coma de mi opinión. Viví las mismas sensaciones y le vuelvo a destacar. Y como escribí ese día, cuánto deben aprender muchos de los que nos tocan en suerte a lo largo del ejercicio. Tolera lo que considera necesario, deja jugar y no pasa una en las disputas, cuando salen los brazos a relucir (cuatro tarjetas en cuatro acciones) o las entradas violan el reglamento. A veces zumbamos por actitudes poco convincentes de los trencillas, desesperantes. Las hemos vivido recientemente. Si un árbitro pita bien, se dice y no pasa nada.
Ahora toca Sevilla. Creo que voy a viajar. No para ver el partido, sino para recordar cómo es el sol, el azul del cielo, las terrazas con jamón y finitos, los bares llenos de participaciones de lotería de las cofradías, la música de los tablados, el pescadito frito a precio de antes del concilio, los coches de caballos, las flores de los jardines, ver sonreír a la gente... Tampoco pedimos tanto. A la hora de escribir escucho el chaparrón de turno. Creo que los patos están merodeando la puerta de casa. Es increíble. Más que el golpe en la mesa que ayer dieron Imanol y su cuadrilla.