Tras una serie de trabajos junto a individuos con movilidad reducida y discapacidad visual, el artista catalán Antoni Abad creó la videoinstalación Oídos sordos, con la que se propuso dar visibilidad a las personas con diversidad auditiva. Realizada gracias a la iniciativa Beca Multiverso de la Fundación BBVA y el Bellas Artes de Bilbao, 16 catalanes con diversidad auditiva dialogan en parejas utilizando el lenguaje de signos sobre temas que ellos mismos han elegido. “Compartíamos edificio con la Federación catalana de personas sordas y un día coincidí en el ascensor con una pareja que dialogaba con el lenguaje de signos. Yo ya hacía tiempo que quería hacer algo sobre el colectivo e interpreté esta coincidencia como una señal divina. A partir de esto, y de la beca Multiverso pude realizar este proyecto”, explica Antoni Abad, que se inició como artista con la escultura, derivando su trabajo hacia el uso de las nuevas tecnologías, campo en que ha convertido en uno de los creadores más singulares a nivel estatal.
“Ellos eligieron las temáticas que querían tratar, que van desde temas obvios como la inclusión y la autonomía en su deambular por la multitud oyente, a otros como el erotismo, la amistad, la verdad, la mentira, el humor...Los participantes se van turnando y hacen parejas para abordarlos”, explica Abad.
Concretamente, charlan sobre cuestiones como la cultura de los sordos, el empleo, el arte, el humor, la comunicación, la depresión, el sexo, el amor, la alegría, la tristeza, la verdad, la mentira, la anarquía, la dictadura, el mundo urbano y el rural o la autonomía personal.
Además, exponen al espectador sus preocupaciones y su visión de la vida a través de imágenes acompañadas con subtítulos en español e ingles para hacerlas comprensibles a quienes no dominan la lengua de signos. Uno de los objetivos del proyecto, como en todos los que ha realizado este artista con diferentes colectivos, ha sido crear un puente de comunicación entre personas oyentes y personas que carecen de audición. “Todos tenemos líneas básicas sobre la diversidad, pero hay que incrementarlas. Oídos sordos es un granito de arena para que a partir de la visita a este proyecto, los que no han tenido relación con las pesonas sordas, que somos la mayoría, descubramos cómo es su día a día. En ese sentido, podíamos estar hablando de una instalación documental, pero no hay entrevistas, ni ningún elemento decorativo ni accesorio. El espectador se encuentra directamente con las elocuciones de estas personas, con sus diálogos, explicando quiénes son”, asegura el artista.
La presentación de esta videoinstalación, que se puede ver en la sala 4 del edificio antiguo del museo, ha corrido a cargo de Bingen Zupiria, consejero de Cultura, portavoz del Gobierno vasco y presidente de la Fundación del Bellas Artes; Laura Poderoso, subdirectora de la Fundación BBVA, Miguel Zugaza, director del museo y Miriam Alzuri, conservadora de Arte Moderno y Contemporáneo.
Oídos sordos se proyectará hasta el 7 de mayo en una sala del edificio clásico de la centenaria pinacoteca bilbaina junto con los sonidos que emiten estas personas cuando conversan entre sí en la lengua de signos. Durante los próximos meses, se irán presentando también el resto de las producciones audiovisuales de las becas Multiverso concedidas en 2018.
Redes de comunicación social
Abad comenzó hace años a trabajar con teléfonos móviles con cámara integrada, inspirado por sus “dos capacidades: el registro multimedia y la capacidad de publicar los contenidos en internet. A mí se me ocurrió que podían servir par algo más que para mandar fotos de cumpleaños”, explicó. La idea principal fue organizar redes de comunicación social, “ofrecidas a grupos que sufren discriminación” y así surgió en 2004 el primer grupo: los taxistsa de Ciudad de México.
“Allí llegas y te dicen: cuidado, no te montes en un taxi solo, porque puedes desaparecer, te pueden violar, etc., pero son los propios taxistas las principales víctimas de estos delitos. Es además la ciudad con más taxis del mundo, hay 120.000”, recordó. Gracias a este proyecto, ellos aprendieron a explicarse desde los teléfonos, transmitiendo “sus penas y alegrías, sus necesidades, ilusiones y críticas” con el envío de fotos, audio, vídeo y texto.
A este proyecto le siguieron, con el mismo esquema, dos redes de jóvenes gitanos en León y Lleida, y una tercera con prostitutas en Madrid.