A veces echamos en falta algo y por mucho que busquemos no damos con ello. Por el contrario, en algunas ocasiones, cuando menos nos lo esperamos, aparece delante de nosotros.
Ese momento suele ser muy bonito, inesperado, lleno de alegría. Para entonces, según qué era lo que habíamos perdido, puede que hayamos adquirido otro igual, pero la sensación de volver a encontrarnos con el objeto perdido es muy gratificante.
Algo parecido ha sucedido en Irurita. En este caso no ha sido un objeto perdido, sino robado, pero el final ha sido igual de feliz.
Irurita es uno de los pocos pueblos donde se sigue practicando la laxoa, una de las modalidades más antiguas de pelota, de juego directo. Hoy en día se practica en Irurita, Arraioz, Oiz y Doneztebe.
Se trata de una ancestral modalidad de la pelota, el mismo juego a largo que antes se practicaba a mano con el nombre bote luzea, pero con la particularidad de jugarse con guantes de cuero y en plazas de mayores dimensiones.
Antiguamente los pastores lo practicaban en sus ratos de ocio en unos terrenos llamados pilotasoro o soropil. Luego, cuando bajaron al pueblo, se popularizó y llegó a ser el deporte rey en Euskal Herria hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado. Tras la guerra, la práctica casi desapareció, pero durante las últimas décadas, gracias a la gran labor de la asociación Laxoa Elkartea, la laxoa sigue viva.
Además de los guantes y la pelota, para jugar a laxoa se necesita un botarri, El botarri o botillo es una especie de atril de piedra, hierro o madera levantado sobre un trípode, que se coloca en un lugar fijo de la plaza, aunque es movible. Es también giratorio, a fin de que cada sacador lo pueda colocar a la altura deseada.
Una vez reclamado el botarri, no hubo ningún problema, y a los pocos días de reclamarlo volvió a Irurita, tras 34 años.