Si no reacciona de manera inmediata y frena su sangría de derrotas, la Euroliga se le puede hacer muy larga a este Baskonia prácticamente ya sin esperanzas de meterse en la pelea por el Top 8 tras no haber sido capaz de ganar todavía en este 2022. Sin embargo, técnicos y jugadores no pueden caer en la peligrosa tentación de dejarse llevar en un torneo de tanto prestigio y donde cada partido concita muchas miradas en todo el mundo.
Una cosa es que la suerte ya esté prácticamente echada y otra bien distinta no mostrar el orgullo competitivo que exige la camiseta azulgrana, la misma que a lo largo de las dos últimas décadas ha dejado casi siempre el pabellón muy alto. El Buesa Arena necesita cuanto antes un alegría y esta noche emerge otra oportunidad ante un clásico de la competición en horas muy bajas.
Porque el Olympiacos, con el que el Baskonia comparte el honor de haber disputado todas las ediciones de la Euroliga, aterriza en Vitoria en el momento más bajo de la temporada. No en vano, encadena cuatro derrotas consecutivas –la última se produjo el miércoles en el WiZink Center tras un grave desfondamiento en la segunda mitad ante el Real Madrid– y ha puesto en peligro un billete para el Top 8 que hace jornadas todo el mundo daba prácticamente por descontado.
Dos equipos, por tanto, obligados a romper una dinámica muy mala de juego y resultados, aunque por razones obvias las urgencias son algo mayores para el Olympiacos. Tal y como sucedió con el Zenit, el griego es en condiciones normales otro adversario fuera del alcance del Baskonia, sobre todo por el músculo y la exuberancia física de una plantilla que, eso sí, no va sobrada de ingentes gotas de talento.
Una de las derrotas más duras de esta edición continental tuvo lugar en La Paz y la Amistad en la jornada inaugural, donde los alaveses apenas fueron capaces de anotar 50 puntos tras verse sometidos por los pesados grilletes helenos. Sin embargo, no es menos cierto que la vieja guardia del Olympiacos –liderada ahora por el trío Sloukas-Papanikolau-Printezis tras la retirada de Spanoulis– está perdiendo frescura y, salvo Vezenkov, los jugadores encargados de liderar el relevo generacional no están demostrando la personalidad necesaria.
Pese a que Spahija reveló ayer que el equipo está al completo por primera vez desde su llegada, la incógnita en el Baskonia reside en el estado físico de Sedekerskis, que sufrió el covid en vísperas del viaje a Atenas, y Costello, todavía con el tobillo maltrecho. El croata debe abrir por fin la mano para ampliar una rotación bajo mínimos. El concurso de exteriores como Marinkovic y Kurucs se antoja necesario en estos momentos de precariedad, aunque el técnico croata ha demostrado que prefiere rodearse de una reducida guardia pretoriana que no puede sostener por sí solo el entramado azulgrana.
En definitiva, otra oportunidad que concede este frenético calendario para levantar la moral y ganar algo de confianza antes de la visita al Fuenlabrada. Fuera de la Copa del Rey y a una distancia sideral de la zona noble en la Euroliga, la Liga ACB se ha convertido ya en la tabla de salvación para un Baskonia obligado, como mínimo, a alcanzar las series finales por el título.