Ernesto Valverde admitió en la rueda de prensa previa al encuentro contra el Mallorca que el equipo tenía un problema en la mediapunta. De ahí que presentó un centro del campo inédito, con Mikel Vesga acompañado por Ander Herrera y ambos ayudados en una zona superior por Raúl García, el elegido ante las ausencias de Iker Muniain y Oihan Sancet. El planteamiento apenas dio operatividad a un equipo que se vio desnudo a nivel creativo y que también hizo aguas tratando de frenar contraataques como el que pudo dar la victoria al conjunto balear en Son Moix de no ser por el penalti anotado por Iñaki Williams en el último suspiro.
Salvo los cinco últimos minutos de la primera mitad, cuando Valjent y Paredes gozaron de las mejores y únicas ocasiones de gol, el encuentro fue de un tremendo espesor. Atascado, sin llegadas, sin claridad por ninguno de los bandos. Un duelo sin autoritarismo ni dominio plagado de mediocampismo, colmado de imprecisiones, de controles defectuosos, de robos y recuperaciones constantes que impidió brillar a la creatividad, ausente a falta de la aparición de una fatiga general que concediera espacios donde enviar balones, porque las recepciones venían siendo estáticas, de espalda a la portería rival en la mayoría de los casos. En esta selva futbolística los individualismos no tuvieron lugar más que para entregarse al esfuerzo por recuperar el balón. Herrera, que no jugaba tres partidos consecutivos como titular desde enero de 2022, Vesga y Raúl García se perdieron en esa batalla del centro del campo. De nada o casi nada sirvió al Athletic amasar un 69% de posesión en ese oscuro primer acto.
Ernesto Valverde confirmó las malas sensaciones al realizar el primer cambio en el descanso. Gorka Guruzeta se quedó en el vestuario para ser reemplazado por Nico Williams buscando esa amplitud en el juego, porque en las zonas interiores Vesga, Herrera y Raúl García no lograban conectar ni trasladar la pelota hacia las zonas de ataque.
En el segundo acto el partido ganó ritmo. El Mallorca logró revolucionar el debate con un juego básico, pero de ideas claras e ímpetu. Agazapado como jugó, se armó gracias a contragolpes. Con esas rápidas transiciones desnudó al centro del campo del Athletic, como se pudo observar en la jugada del gol de Lee Kang In.
Raúl García se entregó, tuvo presencia como suele ser habitual en él en contiendas aguerridas, y dio la razón a Valverde al provocar con un disparo el penalti que supuso el empate final. Sin embargo, Herrera y Vesga fueron sustituidos en la búsqueda de Valverde de activar el eje del equipo bilbaino. Oier Zarraga entró en lugar de Herrera en el minuto 66, poco después de que Julen Agirrezabala encajara el gol del futbolista coreano. Dani García saltó al terreno de juego para tomar el relevo de Vesga en el minuto 75.
La frescura, no obstante, tampoco trajo lucidez. El Mallorca, que de partida apostó por aguardar en su campo, agudizó la propuesta después de ponerse por delante en el marcador. Los centrocampistas del Athletic ganaron espacio para maniobrar, pero en situaciones alejadas de la portería rival. Sus pases apenas concedían situaciones ventajosas para los compañeros. La elaboración de juego seguía siendo escasa y los leones apelaron a los envíos al área. “No éramos capaces de sobrepasar sus líneas en el primer tiempo y apostamos por un juego más directo en el segundo”, confirmó Valverde al término del encuentro.
Faltaron ideas, no hubo creación, tampoco serenidad para resolver situaciones beneficiosas para defender la posesión, porque aunque el Athletic acumuló más minutos de juego con el balón en sus botas, fueron acciones estériles, vacías de fundamento en líneas generales. Y así, con este escenario, el gol del conjunto bilbaino solo pudo llegar desde los once metros y gracias a una mano posterior a un disparo propiciado por un barullo dentro del área del Mallorca.
Contenido ofrecido gracias a la colaboración de Rural Kutxa, siempre cerca.