SON días convulsos en el ciclismo aficionado vasco, que se enfrenta a una gran problemática, difícil de resolver a corto plazo. La paralización de la actividad en Gipuzkoa ante la imposibilidad de garantizar la seguridad vial de los corredores en distintas pruebas, ha puesto de manifiesto el precario equilibrio en el que se mueve el ciclismo amateur, la cuna del ciclismo vasco, desde el que han surgido las estrellas que fueron, son y serán. Sucede que sin la base, sin las carreras de pueblo que cosen la tradición ciclista de Euskadi, los ciclistas nunca hubiesen alcanzado los mejores escaparates. Para que el árbol del ciclismo vasco crezca es indispensable cuidar su raíz, amenazada su salud por distintas dolencias. En el fondo subyace la precariedad económica.
Conviene entender la magnitud de un problema que no solo se concentra en un puñado de carreras o en un territorio. Es precisa una visión global y que todos los agentes ataquen el problema con rigor y profundidad para salvaguardar un tesoro escasamente publicitado, pero de incalculable valor. El Tour de Francia parte desde Bilbao y contará con tres etapas en suelo vasco. En su honor, Euskadi se anuncia como Bike Country –(el país de las bicis), en un juego de palabras con Basque Country– para simbolizar el amor por el ciclismo. El Tour, con toda su grandeza, no sería posible sin las carreras de pueblo. La Grande Boucle se nutre del humus de esas competiciones, más humildes, que hacen grande el ciclismo. Ahora, la amenaza pende sobre ellas por la imposibilidad de garantizar la seguridad vial en las mismas.
Son dos los factores que convergen, principalmente, para explicar el parón provocado en Gipuzkoa. De un lado, la enorme dificultad de poder contar con más agentes de la Ertzaintza en las carreras guipuzcoanas y, por otro, la negativa de los motoenlaces a asumir más funciones sin un seguro a todo riesgo, una reivindicación que no es nueva en el colectivo. La imposibilidad de garantizar la seguridad vial llevó a la Aiztondo Klasika, que debía disputarse el 12 de marzo y valedera para la Copa de España, a la suspensión. Ese motivo también pone en peligro la celebración del Valenciaga, la carrera más prestigiosa de un calendario que se tambalea. La cita eibarresa, la de más calado del calendario aficionado, podría correr la misma suerte si nada cambia en los próximos días. Una nota del departamento de Seguridad del Gobierno vasco, a través de la Oficina de Tráfico de la Gipuzkoa, conminó a la Federación Guipuzcoana, la solicitante del permiso para la prueba, a cambiar la fecha de celebración del Memorial Valenciaga, que debía disputarse el día 2 de abril, la víspera del comienzo de la Itzulia, a otra día ante la imposibilidad de atender la carrera con todas las garantías posibles por parte de Tráfico. Desde la Ertzaintza se señala que no existe disponibilidad de recursos para esa fecha. “Según los datos que obran en esta Oficina Territorial de Tráfico, en la fecha propuesta no hay disponibilidad de recursos policiales para dar cobertura a la prueba”, reza el escrito. Tráfico insta a la federación, que cuenta con el plazo de diez días, a buscar otra fecha alternativa.
El calendario vasco de carreras, al menos en Gipuzkoa, está en serio peligro si no se desactiva la crisis provocada por la suma de distintos factores. De un lado, existiría una supuesta falta de efectivos en la sección de Tráfico de la Ertzaintza, encargada de velar por la seguridad vial en las competiciones, y por otro lado, toma vuelo el plante de los motoenlaces, una figura fundamental en las carreras. Esto ha desembocado en una situación crítica para el desarrollo de la carreras. La supuesta merma de efectivos de la Ertzaintza (a las pruebas de aficionados y categorías inferiores acude un número de agentes que depende de la disponibilidad y de la importancia de la prueba) para llevar a cabo estas tareas, ha dado más peso a la presencia de los motoenlaces, que han decidido presionar mediante un plante en Gipuzkoa.
Fundamentales
Los motoenlaces, que perciben una dieta de entre 60 y 80 euros por cumplir su función en carrera, son básicos. Resulta imposible organizar una carrera –un complejo mecano que se completa por el trabajo desinteresado de infinidad de voluntarios que aman el ciclismo y ponen todo de su parte para sacar adelante las carreras– sin su labor, en muchas ocasiones compleja y arriesgada. El problema para este colectivo es que su actividad no se contempla como una labor profesional, al no estar tipificada como tal, lo que complica la contratación de los seguros. Frente a esta situación, un grupo de motoenlaces ha dicho basta. Aunque el calendario en Gipuzkoa se ha frenado, la actividad continúa en Araba y Bizkaia, donde la sensibilidad para encarar la problemática es otra.
Sin bien reconocen que la reivindicación de los motoenlaces es justa, existe una corriente de opinión que sostiene que en carreras aficionadas, donde impera el voluntariado, es inviable económicamente asegurar a los montoenlaces sin poner en peligro la propia supervivencia de las carreras de pueblo. Los presupuestos de estas pruebas son muy ajustados. Nunca sobra dinero. Los organizadores no podrían soportar un coste así por sí solos, por lo que la solución deberá implicar a otros agentes. Además, las aseguradoras esquivan el problema y no están por la labor de esta clase de seguros. Las pólizas con las que se manejan en el colectivo sí cubren a los propios motoenlaces, pero no sus motos ni el material que transportan en ellas, dentro de un contexto de riesgo de accidentes por las altas velocidades a las que deben circular los motoenlaces, que se juegan el tipo para tapar cruces, moverse entre grupos, atender cualquier tipo de imprevisto para cuidar la integridad física de los ciclistas. Enquistado el problema, a la espera de una solución, el ciclismo aficionado está en jaque.