El cierre del emblemático Café Roch cayó como un jarro de agua fría y la ciudad se despedió de su local más bohemio entonando el Volver, volver del mexicano Vicente Fernández. "Sentimos muchísimo no haber podido conservar 124 años de historia. Os agradecemos de corazón todas las muestras de apoyo y cariño que hemos recibido y esperamos volver a veros pronto", deseaban los trabajadores del mítico establecimiento, inaugurado en 1898 por Eugenio Roch.
Desgraciadamente, este hasta pronto no ha sido el único y en los dos últimos años han caído otros seis comercios centenarios. "Estos cierres deberían ser un aldabonazo en la conciencia de nuestros dirigentes para que de verdad se tomen en serio la necesidad de apoyar y revitalizar el comercio del Casco Viejo", apela Carlos Albillo, gerente de la Asociación Casco Antiguo de Pamplona.
El miércoles 26 de enero, el Café Roch anunciaba por sorpresa el cierre tras 124 años en activo y el jueves 10 de febrero los trabajadores se pasaban por última vez por el emblemático local para recoger las pertenencias antes de que se ejecute el desahucio, previsto para mañana.
Ángel, trabajador del Roch, avanza que volverán, aún sin ninguna fecha a la vista, y que la primera opción que barajan es una bajera en la misma calle Comedias, el antiguo local de las botas de vino Las Tres ZZZ.
"Nuestra intención es abrir con el mismo nombre, el mismo producto, los mismos fritos, el mismo estilo y en un local centenario como es también el de Las Tres ZZZ. Aún no está atado. No sabemos cuándo vamos a abrir. Esto de los permisos, licencias y papeles funciona bastante lento", comenta.
Ángel señala que estas semanas han sido "duras" porque no se esperaban "para nada" el desahucio. "No pensábamos que fuera a llegar de golpe y porrazo. Nos quedamos a cuadros. De repente nos dijeron que nos íbamos a la calle, pues a la calle", se lamenta Ángel, que vuelve a dejar claro que no han tenido ningún tipo de deuda o impago: "Siempre se ha pasado la renta", zanja.
El segundo año del coronavirus comenzó con fuertes turbulencias comerciales y el 13 de enero de 2021, La Perla Vascongada, un referente en el mundo de las telas y la sastrería a medida, bajaba la persiana definitivamente tras unos meses cerrado por motivos de salud.
"Paré unos meses porque mi hermano enfermó. Me planteé volver a abrir la tienda, pero llegó la pandemia, el confinamiento y una vez que paras es muy difícil retomarlo. Los comerciantes son unos héroes porque un negocio así es excesivamente sacrificado de mantener", opina Elías Razquin Saralegui, último propietario de La Perla Vascongada durante 26 años y nieto de Rufino Saralegui, que en 1898 inauguró el negocio familiar en la calle Zapatería 17. Tras 121 años de historia, y tres generaciones al frente, la bajera, se puso en alquiler.
Junio de 2020, maldito
Junio de 2020 fue un mes maldito para el comercio local ya que pasó por encima de tres establecimientos centenarios y distintivos de esa vieja Iruña que casi es historia: La Algodonera, Casa Ataun y Torrens.
El 30 de junio, y tras 35 años al frente, Félix Inda y su hermana Nekane vendieron las últimas pastas, tortas de txantxigorri, chocolates y regalices de Casa Ataun. El origen de esta pastelería y confitería se remonta al 14 de diciembre de 1898, fecha en la que Ubaldo Ataun figura como propietario del número 14 de la calle Eslava. En 1931, Ubaldo falleció y su hijo Jesús llevó las riendas del negocio familiar hasta 1983.
Ese año, el Ayuntamiento llegó a un acuerdo con Jesús: el Consistorio compraba y rehabilitaba el edificio por tres millones de pesetas y el pastelero se podía quedar a vivir y a trabajar. Durante las obras de remodelación, se alojó en La Perla a costa del Consistorio, pero a los cuatro meses, cuando ya podía regresar, Jesús, que tenía 82 años, se jubiló y se quedó a vivir en el hotel. Además, pactó una renta vitalicia de 100.000 pesetas con el Ayuntamiento a cambio de ayudar al nuevo arrendatario, Félix Inda.
A finales de junio también bajaba la persiana Casa Torrens, que durante sus 101 años de historia agasajó a los pamploneses, y a los visitantes, con productos delicatessen y gourmet: verduras y frutas de la huerta navarra, legumbres, quesos de pastor, ibéricos, patés, conservas...
El 2020 también nos dejó otros dos cierres por jubilación que no encontraron un relevo generacional: la Mercería Carmen, en la calle Nueva, y Elizburu, en Chapitela desde 1900, que durante 120 años ha grabado rótulos, ha elaborado sellos de caucho y ha vendido artículos de escritura como plumas.