A sus 92 años, Carmen Sagone recuerda con nitidez el 7 de diciembre de 1951. Ese día, su marido, Joaquín Alforja y Cía, y su padre, Natale Sagone, levantaban la persiana de una pequeña joyería, relojería y óptica en el Casco Viejo de Pamplona.
“Atención, atención, hoy viernes abre sus puertas al público la joyería, relojería y óptica de Joaquín Alforja instalada en la calle Zapatería 28”, se leía en la prensa local de la época.
72 años después, la óptica Alforja, en la Plaza Consistorial desde 1981 , sigue al pie del cañón y Miriam y Yoya, hijas de Carmen, resisten los embites de las grandes superficies. Además, en julio empezarán a forjar a la tercera generación e Iker López Alforja, nieto de Carmen, comenzará a trabajar en la óptica familiar.
El 7 de diciembre de 1951, Joaquín y Natale organizaron una fiesta de apertura y bienvenida al barrio a la que acudieron el alcalde de Pamplona, Miguel Gortari, el entrenador de Osasuna, Cuqui Bienzobas, el escrito Jorge Luis Borges y algunos comercios de Zapatería: Casa Mestre, Tejidos Martín o Casa Azagra. “Siempre hemos tenido muy buen ambiente y nos ayudábamos entre nosotros. Los comerciantes de la calle éramos como una pequeña familia”, señala Carmen.
Al principio, la joyería y la relojería fueron los ejes del negocio. “En la tienda, había un pequeño gabinete dedicado a la óptica. No existían ni las lentes de contacto ni nada.Cuando se trajeron las primeras gafas, solo los médicos se atrevían a ponerlas”, indica Carmen.
Aún así, Joaquín, que había aprendido el oficio en una óptica Barcelona, siempre estaba pendiente de las innovaciones del sector: continuó su formación en el prestigioso Instituto de Óptica Daza de Valdés, se apuntaba a infinidad de cursos y leía estudios escritos en francés, inglés o italianos. “Los primeros libros que le regalé estaban escritos en italiano y se los traducía. Daba igual el idioma. Siempre se las apañaba para adaptarse a los nuevos tiempos. Nunca creía que lo sabía todo. Era un inconformista y no se quedaba sentado en el sofá”, incide.
Traslado al ‘ayunta’
En 1981, se trasladaron a la esquina de la Plaza Consistorial y Miriam e Isabella, hijas de Carmen y Joaquín, comenzaron su andadura en el negocio familiar. “El local de Zapatería se había quedado pequeño. Al fallecer mi padre, Joaquín abandonó la parte de joyería y relojería y se dedicó a la óptica, que era lo que verdaderamente le gustaba”, explica Carmen.
Ese 6 de julio, celebraron un almuerzo en la óptica al que acudieron clientes, amigos y los actores Lola Herrera y Antonio Ferrandis. Eso sí, a las horas, como el resto de días, retomaron el tajo: “Los comercios abríamos en San Fermín porque las fiestas no era tan multitudinarias como ahora. Subíamos al balcón de los de Nagore, que tenían una tienda de maletas y productos de piel, veíamos el Chupinazo y a la media hora vuelta a la óptica porque venía mucha gente de Madrid o de Barcelona a comprar gafas. La venta no era tan buena como en Navidades, pero hacíamos caja”, recuerda.
Joaquín falleció en 1995. “La gente sintió su marcha de verdad. Te venían a dar el pésame y notabas que para ellos no solo había sido el dueño de una óptica, sino una persona muy especial que les había tratado con cariño durante cuatro décadas. Si llegaba la hora de cerrar, y entraba gente, no cerraba. Les atendía y se iba a casa cuando les solucionaba el problema. Nunca dejó de atender a un cliente y que la gente valorase el buen servicio es el mejor recuerdo que me llevo”, confiesa.
Tras la muerte de Joaquín, Yoya, hermana de Miriam e Isabella, también se unió al negocio familiar. “Era óptico-optometrista en el hospital, me cogí una excedencia de un año y ya llevo 26. Mis hermanas me han mimado para que me quede y me han comprado todos los aparatos que les he pedido”, bromea Yoya, que se dedica a la revisiones de graduaciones, lentillas o problemas de baja visión. Miriam –Isabella falleció en 2019– se encarga de la gestión del negocio –papeleo, ventas, compras, organización del personal– y atención al cliente.
Aniversario 70+1
El 7 de diciembre, la óptica celebró el 70+1 cumpleaños, que en 2021 les negó la pandemia. “Decoramos el escaparate con fotografías de la familia, recortes de prensa y el anuncio que publicamos cuando se inauguró la óptica de Zapatería en 1951. Ese día repartimos bombones entre la clientela”, recuerda Yoya.
La clave de estos 71 años, explican las hermanas, reside en la profesionalidad, el buen trato y la fidelidad de la clientela. “Son una maravilla. Tenemos familias enteras que vienen con sus hijos desde que son pequeños. Sus hijos se han casado, han traído a sus parejas y ahora vienen con sus niños. Es un orgullo que gente de Tafalla, Alsasua o Baztan se vengan hasta la óptica para revisarse la vista”.
Yoya se jubilará en unos meses y Miriam cogerá el timón de la óptica. Pero no se quedará sola porque en verano entrará al negocio la tercera generación: Iker López Alforja. “Ha estudiado en Barcelona. Con la ayuda de Miriam, irá aprendiendo el oficio y se le forjará para que haya relevo”, desea Yoya.