Han pasado ya once años desde que Miguel Sanz (Corella, 1952) dejó la presidencia del Gobierno de Navarra en 2011, después de tres lustros en el poder. A punto de cumplir 70 años, se encuentra en situación de “jubilación activa”. O como él dice, “medio jubilado”, pero con amparo legal para ejercer de asesor y consejero en la multinacional Truck and Wheel.
¿Dónde le pilló la promulgación del Amejoramiento?
–De director de una oficina de Caja Rural, porque yo entré en política en el año 83, gané las elecciones en Corella y fui alcalde durante ocho años. Repetí para un tercer mandato, pero me llamó Juan Cruz Alli para ser vicepresidente del Gobierno de Navarra y no sé cuántas consejerías más. Ya era parlamentario desde el 87.
En agosto del 82 tenía 29 años para 30. ¿Qué recuerdos guarda?
–Yo ya tenía inquietudes políticas, el 82 me cogió ya un poco maduro para conocer la política, por lo menos por fuera, y para entender que Navarra era una comunidad que debía de jugar un papel fundamental en la configuración del Estado autonómico.
En la quiebra que hubo en UCD y en particular entre del Burgo y Aizpún, los hechos, vistos con perspectiva, parecen dar la razón al primero.
–Bueno, yo ahí siempre he mantenido con todo el afecto una discrepancia con Jaime Ignacio del Burgo, que ha defendido la Disposición Transitoria Cuarta, y yo no. Soy de los partidarios de suprimirla del texto constitucional. Creo que él la defiende porque fue uno de los que contribuyó a su redacción, pero yo discrepo totalmente. No puede ser que la Comunidad con mayor título jurídico de la España autonómica, la más histórica de España, que es Navarra, no tenga todavía configurado de manera definitiva su estatus institucional, sometido a una posible iniciativa en el futuro que para que fuese efectiva tendría que tener un respaldo de mayoría absoluta en el Parlamento y posteriormente ser ratificada mediante un referéndum ante los ciudadanos navarros.
UPN alude al pueblo navarro en sus siglas. Se trata de depositarle la confianza, la llave y la garantía.
–Sí, pero en este caso tiene que venir precedido de un apoyo en el Parlamento.
Más a favor.
–Pero no olvidemos que España se configura a través de 16 autonomías, dos ciudades autónomas y una Comunidad Foral. Por eso las autonomías tienen su estatuto, y Navarra su ley orgánica, porque los estatutos se crean ex novo, mientras que el estatus autonómico de Navarra estaba ya constituido. Y por eso no se somete a referéndum, porque las Cortes de Navarra estaban configuradas ya y ratifican la Lorafna.
No pasaba nada por refrendarla.
–Dice usted que no pasa nada por que el pueblo navarro se manifieste, y se viene manifestando a través del respaldo que da a los partidos políticos existentes cada cuatro años. Y considero que la propia definición de la disposición marca la transitoriedad de esa norma. Toda disposición que es transitoria tiene un principio y un final, y creo que ha llegado el final después de años de comicios electorales que han manifestado lo que los navarros quieren ser. Una autonomía con instituciones propias integrada en la nación española de manera directa y nada más. Nuestro régimen paccionado, es decir, pactado, es difícil defenderlo cuando no se conoce convenientemente. Soy consciente de que es muy desconocido entre los propios navarros, y al mismo tiempo es muy manipulable por parte de los que atesoran un pensamiento jacobino, como ocurre con las críticas que a veces se vierten en relación con el Amejoramiento y nuestro Convenio Económico, cuando dicen que parece un privilegio y una antigualla. Nada más lejos de la realidad.
¿No les incomoda participar en la idea de que Navarra sea una cuestión de Estado?
–Que Navarra es una cuestión de Estado yo creo que es evidente.
¿Por qué?
–Primero porque la propia Lorafna, nuestra autonomía y carácter pactado con el Estado tiene un límite con la Constitución de 1978, la unidad constitucional. Como tenemos límites a la hora de definir nuestro régimen de Convenio. Es que el principio de la solidaridad y el de la unidad constitucional van implícitos en el Amejoramiento.
¿Por qué más cuestión de Estado?
–Porque el pacto donde se fundamenta la integración de Navarra en la conformación de España en 1515 ya viene basado en el respeto de nuestro régimen siempre y cuando se respete la unidad de España.
Eso tras la manu militari.
–A pesar de que la Historia ha sido parte de mis estudios, echar tanto la marcha me parece un poco absurdo.
Cada vez se habla más de constitucionalistas y menos de foralistas.
–Pero porque en un caso hablamos de un país enorme, y del foralismo de lo que hoy son dos autonomías.
Tal vez un indicio de que el españolismo ha ganado enteros en el discurso frente a la defensa del autogobierno de Navarra.
–Yo no me considero un perdedor en esa batalla, y soy absolutamente contrario a un centralismo desbocado. Manda hue..., como dijo Trillo, que la comunidad más centralista de España, la de Madrid, se convierta en defensora en estos momentos de las competencias de su autonomía, mientras que en Navarra estamos callados como muertos con el decreto ley.
Me había dicho que no quería hablar de actualidad...
–No, pero bueno, como viene a cuento... Que haya tenido que salir la presidenta de la Comunidad de Madrid para defender las competencias autonómicas en un tema como este...
Reconozca que cada cual hace su estrategia, hay más elementos aquí.
–Tómelo como una reflexión.
El PSOE en la Transición giró 180 grados en Navarra. Después, Urralburu y Otano acabaron como acabaron. ¿UPN pensó que iba a tener a los socialistas de penitentes?
–No, yo creo que no ha sido eso.
¿Seguro?
–La etapa de Urralburu, que hizo cosas importantes en Navarra, sobre todo en materia de infraestructuras, tiene el punto negrísimo que todos conocemos. El PSN sufrió una pérdida de votos evidente, porque llegó a tener 19 parlamentarios en el 91. UPN, con el pacto con el PP, tuvo 20. Después no han pasado de doce, y once tiene ahora.
Por eso, se vieron en una situación bastante cómoda.
–Bueno, no lo creo así. En asuntos constitucionales era muy fácil el acuerdo, porque primaban entonces los aspectos institucionales sobre otro tipo de ambiciones.
Ustedes sabían perfectamente que las decisiones del PSN se tomaban y se necesitan tomar en Madrid.
–No me cabe ninguna duda. Y máxime ahora.
Y antes.
–Ahora y antes, se toman en Madrid. Indudablemente, a mí me lo van a decir. Que yo fui el artífice de que la organización de Navarra del Partido Socialista fuese reconducida por la organización federal de Madrid en 2007.
Al presidente más longevo en el cargo parece que se le puede atribuir más responsabilidad en los conflictos competenciales y las transferencias no traspasadas.
–La defensa de nuestras competencias fue el leitmotiv de nuestra gestión y actuación. Utilicé la junta de cooperación, órgano bilateral donde se dirimen los conflictos competenciales, para bastantes asuntos en materia fiscal, laboral, económica y hasta sanitaria o funcionarial. También es verdad que no tenemos el peso que pueden tener otras comunidades, porque somos pocos y a veces mal avenidos.
Eso ya es un hándicap enorme.
–Sí, tan enorme como que yo soy de los que piensan que teniendo menos título es mucho más efectivo, el Concierto Económico vasco que el Convenio Económico. ¿Por qué? Porque tiene más peso político. Eso es así. Pero eso no lo podemos cambiar, ¿no?
Podían haber articulado más consensos con el nacionalismo vasco.
–En esa materia lo establecimos, entre otras cosas porque nos interesaba a nosotros y también a los vascos.
La transferencia de Tráfico está encallada, ¿cuál es su reflexión?
–Que se resuelva de una vez, que se culmine.
¿En qué términos?
–En los que se viene hablando y en los que ya se habló incluso en mi época, en la que estaba a punto de resolverse. Habíamos acordado que se sustentase como con las competencias medioambientales, donde el Seprona está colaborando con Navarra, pero cede la tramitación de los expedientes sancionadores, y nosotros cobramos nuestras multas y las del Seprona. El acuerdo con el Gobierno de Rajoy era que se transfiriera la jefatura de Tráfico para poder cobrar las multas y que ellos pudieran ejercer también competencias compartidas con nosotros, como ahora. Parece ser que por ahí podían ir también los tiros en la actualidad, porque tiene su complejidad, sobre todo en materia de personal. Algo que creo que se puede resolver facilitando la posible integración voluntaria de los guardias civiles que quieran ponerse la boina roja. Nosotros no vamos a decir que no, siempre y cuando eso no vaya acompañado de una desaparición de la Guardia Civil de nuestras carreteras. Según las declaraciones parece que la transferencia pronto será una realidad, pero yo mucho me temo que tardará en resolverse.
¿Por qué tuvo esas reticencias en la unión geoestratégica con Aquitania y la CAV?
–Bueno eso ya es tema pasado, pero yo no tuve reticencias en colaborar con Aquitania ni con el País Vasco.
Levantó el apoyo.
–No, no, levanté el pie de una colaboración tripartita, porque yo siempre he sido mucho más partidario de la colaboración bilateral.
Pero aquí eran tres actores.
–Sí, pero yo prefería tener una relación de manera directa con Aquitania, y otra relación directa con el País Vasco, porque políticamente podía entenderse que aquello era la base de un estado independiente, de una Euskal Herria, una Euskadi, o como se quiera. Mi pregunta (sonríe) es qué tiene que ver con el Amejoramiento.
Cuestión de desarrollo de las oportunidades de Navarra.
–En aquel momento consideraba que había un trasfondo político que no beneficiaba en nada a la Comunidad.
Eso abonó el marco de que UPN y usted patrimonializaban la identidad y tenían unas obsesiones que se irían manifestando exageradas.
–Nada más lejos de mi interés.
Pero usted sabía que lo abonaba.
–Sí, podía ser así, pero no era mi intención abonar nada. Nada más lejos de mi manera de ser que patrimonializar las cosas, todo lo contrario.
Parecía que solo su visión de la identidad de Navarra era la correcta.
–Mi visión era la que tenían los agentes económicos y sociales en los que yo basaba a veces el entendimiento y disminuía la conflictividad laboral. Firmé cuatro convenios de colaboración con ellos, empresarios y sindicatos, firmé convenios con la Universidad Pública, la privada, las ONG, impulsamos la normalización del euskera, que a veces tenía o trasladaba una imagen de que yo era enemigo del euskera. Nunca en el desarrollo histórico de Navarra ha habido más desarrollo en materia de normalización que en mi época.
Con el freno de mano puesto.
–Pero claro, jodé, con el freno de mano bajo un punto de vista y posición...
Del desarrollo de una lengua minorizada.
–Minorizada no, minoritaria, porque aquí nadie ha tratado de minorizar la lengua, ni muchísimo menos.
Veníamos de una historia.
–No, no, a lo que yo siempre me he opuesto es a que la normalización del euskera sea en función a una imposición y a tener una ventaja política por ejemplo en el acceso a los puestos del funcionariado.
Con el castellano no hablan de imposición.
–Bueno, el castellano es la lengua oficial en todo el territorio de la Comunidad y de España.
Con la obligación de aprenderlo.
–¿Pero qué queremos ahora trasladar lo que está ocurriendo en Catalunya a Navarra?
No, normalizar que tenemos dos idiomas.
–Pero en una zona determinada. En la Ribera solo hay uno. La lengua oficial es una.
Porque esa fue la apuesta política.
–Nadie ha tenido votos para hacer lo contrario. Y en la zona no vascófona también se ha permitido desde la voluntariedad que cuando exista el número determinado para poder acceder al modelo D o crear una ikastola. De hecho existe una ikastola en Fontellas. Antes no tenía cobertura legal eso. Y en mi época se financió incluso la concertación con ikastolas a las que antes se financiaba alegalmente, sin cobertura legal.
¿Habló con Juan Carlos I de la Transitoria Cuarta?
–No, nunca, yo no hablé de eso con el rey jamás en la vida, y si alguna vez hubiese hablado no lo diría nunca.
Entonces...
–No, no, que no hablé nunca. Y se me conoce que yo soy muy franco en eso. Sobre temas de política no hablé con el rey nunca.
Se habla de una posible reforma de la Lorafna. ¿Necesaria?
–No, no veo en estos momentos necesaria una reforma, ni que sea prioritaria la de la Constitución. Si hubiese una reforma constitucional para suprimir la Disposición Transitoria Cuarta, me mostraría favorable, por más que no tiene importancia mi opinión. En ese supuesto, sería favorable a que este tema también se suprimiese en el Amejoramiento. En lo demás no veo necesidad.
¿Ve mimbres para una visión política más integradora en un contexto global cada vez más complicado?
–Yo soy optimista por naturaleza, pero he de reconocer que tengo una posición llena de incertidumbres. Creo que en estos momentos no existen los nuevos liderazgos que serían necesarios e imprescindibles para abordar cualquier reforma. España necesita reformas importantes que no se llevarán a cabo, porque la mayoría tiene coste electoral. Y no se llevarán a cabo si no existe un entendimiento entre las grandes fuerzas políticas. De España y de Navarra. Esa política de consenso, abierta para ello, no la veo.
UPN ha apostado con entendimientos con el PSN y necesita al PP. Ahí surge el cortocircuito.
–No solamente tienen que ponerse de acuerdo en las grandes reformas que vemos necesarias el PP y el PSOE. También pueden ponerse de acuerdo con el PNV, y en el caso de Navarra con UPN.
¿O con Geroa Bai?
–O Geroa Bai, yo la identificaba con el PNV a nivel general. Mi línea en materia de acuerdos y de consensos está situada alrededor de Bildu, única y exclusivamente.
La última. En la política, como en la vida, se está de paso.
–Indudablemente, como decía Felipe González: Somos jarrones chinos, a veces arrinconados, pero eso no evita que de vez pensemos. No es un reproche. Como decía el clásico, aquellos que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor no están exentos de necedad. Son gente normalmente insipiente. Pero el presente hay que hacerlo mejor que el pasado.