En términos generales, ¿cómo ha afectado el covid al comportamiento de la sociedad?
-Se podría decir que la crisis del covid ha generado fundamentalmente sufrimiento, malestar y frustración en nuestra sociedad. Más si pensamos en la distancia que hay entre la realidad actual y algunas proclamas que se escucharon recurrentemente en los momentos más difíciles de la pandemia como "de esta saldremos mejores". Está claro que para la mayoría social la crisis no ha supuesto una oportunidad de mejorar sus condiciones de vida. No obstante, es verdad que esta crisis nos permite obtener algunas enseñanzas. En cierto modo, la pandemia sirvió para descorrer un velo que cubría el espejo en el cual vernos reflejados como sociedad. De golpe, comenzaron a hacerse visibles las costuras de una realidad que en muchos aspectos resultaba insostenible e insoportable. El propio origen de la pandemia nos remite a la organización de un modelo económico que afecta directamente a los ecosistemas planetarios y que favorece la propagación de enfermedades a nivel global. Es decir, las afecciones cotidianas, como las de este virus, están directamente relacionadas con fenómenos globales que tienen que ver con los límites del crecimiento económico y con los propios límites del planeta, de los cuales parecíamos habernos olvidado.
Y también está la crisis social.
-Quedó patente que eficaces medidas para limitar la propagación del virus, tales como los confinamientos domiciliarios, tenían profundas consecuencias sociales y partían de sesgos que ignoraban la desigualdad social preexistente. Así, comenzaron a aflorar y a potenciarse malestares que estaban ocultos o que en cierto modo se habían normalizado: la soledad y falta de autonomía de muchas personas, los problemas de salud mental, la intensificación de riesgo de violencia de género, el reforzamiento del rol cuidador de las mujeres...
¿Hay algún aspecto positivo o constructivo que extraer de la pandemia?
-Sí, podemos mencionar algunos aprendizajes positivos que está dejándonos esta crisis. Entre ellos están las actividades desarrolladas por las redes comunitarias de apoyo mutuo en muchos barrios de nuestras ciudades. Estas redes se movilizaron durante los momentos más duros de la pandemia para responder a problemáticas muy diversas. Su rápida actuación partió de un saber acumulado y de la experiencia previa de otros colectivos que ya existían en los barrios. Y contrastó con un cierto vacío o al menos con algunas lagunas en la intervención de las administraciones públicas. Es pues un ejemplo importante de la capacidad de articulación eficaz de iniciativas ciudadanas en favor de una mayor justicia social, en unos casos más organizadas y en otros casos de modo más espontáneo.
¿Vamos hacia una mayor inestabilidad político-institucional por culpa de los discursos radicales o populistas?
-Soy partidario de evitar el uso del término populista. En todo caso diría que sí es preocupante un cierto éxito que la extrema derecha está logrando a la hora de marcar la agenda y de recabar apoyos entre sectores populares, desde posiciones profundamente antidemocráticas. Ahondando además en un discurso antiestablishment y antipolítica que ha sido especialmente utilizado en el contexto de la pandemia: fomentando la desconfianza ante los responsables políticos y sanitarios y reforzando una apuesta excluyente frente a determinados colectivos sociales. Hemos comprobado cómo este discurso, aun no teniendo un apoyo mayoritario, es capaz de movilizar puntualmente a sectores sociales descontentos con la política institucional.