El fútbol nunca es ajeno a la polémica y el debate. La disparidad de opiniones podría considerarse como un elemento sustancial del mismo porque, tanto profesionales como aficionados, se resisten a no participar en esa ceremonia que casi sin darnos cuenta sirve para enlazar un partido con el siguiente. Es la salsa que condimenta el espectáculo y todo el mundo quiere untar su trocito de pan hasta mancharse los dedos. Sin embargo, la excepción también encuentra cabida en este hábito incorregible: después de presenciar la victoria del Athletic en El Sadar resulta imposible encontrar voces discrepantes. Hay unanimidad al valorar que el rendimiento ofrecido establece cuál debe ser la línea a seguir.
Éxito incontestable, buen juego, tres goles que bien pudieron ser el doble, algunas actuaciones estelares dentro de un convincente comportamiento coral. En fin, que apenas cabe mencionar contados detalles censurables en los noventa minutos, una nimiedad cuando el equipo fue capaz de desplegar un repertorio donde no faltó ninguno de los ingredientes necesarios para construir un triunfo muy reconfortante para el entorno y, por supuesto, para jugadores y cuerpo técnico. El derbi que abría 2022 salió a pedir de boca, superó la expectativa general y dejó pensando a quienes cuestionan el potencial del grupo, que no son pocos. Durante meses, no solo de la temporada vigente, también en los previos al verano y más atrás, ha sonado la cantinela de que este Athletic no da más de sí. Que su nivel es discreto, hasta decadente se apuntaba, que está abocado a mirar la zona alta de la tabla desde la distancia, como en ejercicios precedentes.
Dos partidos ganados de los tres últimos le han bastado para tener las plazas continentales a tiro de piedra. Ahora, tres puntos nada más le separan del sexto y el séptimo, eso sí habiendo disputado una jornada más que el resto, salvo el líder de la categoría. Revertir la tendencia ante enemigos que, al menos en teoría, son inferiores física y técnicamente, permite transformar la perspectiva, ilusionarse. No hay más secretos: ganando a quienes no tienen por qué estar por delante en la clasificación se multiplican las probabilidades de hacer realidad la meta de regresar a Europa.
La vertiente peligrosa que esconden las reflexiones y sobre todo las conclusiones extraídas de lo visto en Iruñea, estriba en que giran en torno a un partido concreto. Cierto es que en varios de los celebrados de diciembre dio la sensación de que el Athletic estaba creciendo y que es probable que el de Osasuna sea la consecuencia de ese proceso de mejora. La plasmación feliz de cuanto se había sugerido recientemente gracias al alarde de eficacia ofensiva que lideró Sancet.
Es decir, que conviene tomárselo con calma y comprobar en próximas citas si no es flor de un día, si el equipo puede responder en un tono similar según avanza el calendario.
Conservar el equilibrio defensivo, practicar este fútbol más elaborado, generar oportunidades suficientes y, claro, convertirlas con una frecuencia superior a lo que ha sido habitual desde agosto, es el reto. De poco valdrá pintarle la cara al conjunto de Jagoba Arrasate si se vuelve a las andadas.
Una cosa es reconocer méritos y otra olvidar que el Athletic acumula solo seis victorias en veinte jornadas; que empata más que nadie, lo cual implica a la larga quedar varado en tierra de nadie; que gracias al repentino acierto de Sancet (ha marcado cuatro seguidos) por fin alcanza la media de gol por partido, un registro que seguro que no conduce a Europa. En definitiva, los esperanzadores síntomas que últimamente emite el equipo serán baldíos si persiste la irregularidad que preside el curso y que, según declaró Marcelino en pretemporada, era su principal preocupación. Dicho a la inversa, el entrenador estableció como prioridad un funcionamiento sostenido, sin el cual ya se ha visto que es inviable hacer carrera. A este respecto, un dato: el Athletic no se imponía a domicilio desde la tercera jornada, cuando consiguió un raspado 0-1 en Balaídos.
Después del partido Rubén Uría, el sobrio ayudante de Marcelino, comentó en referencia a la propuesta desarrollada por el Athletic ante Osasuna, que ya se ha cumplido un año entero trabajando el mismo método y "hoy ha salido todo bien". Como síntesis, el comentario es perfecto. Todo bien. Hace falta que suceda más a menudo y fácil no será porque, mientras no se demuestre lo contrario, el acierto no figura entre las virtudes que atesora el equipo.