LA larga espera tras muchos meses con las puertas cerradas acabó remojada en agua muy fría. Nadie se hubiera atrevido a imaginar que el reencuentro del Surne Bilbao Basket con su público en un partido oficial iba a tener un desenlace tan contundente para mal. El efecto beneficioso que podía tener no asomó por ningún lado. Antes al contrario, el equipo local estuvo impreciso, blando y ansioso. Los jugadores tenían ganas de agradar, de comprobar todo aquello bueno que les habían contado, pero equivocaron la manera y dieron demasiadas facilidades al Casademont Zaragoza, que nunca se sintió intimidado y presentó una carta de tiro espectacular.
El público regresa a Miribilla. Vídeo: José Mari Martínez
La marea negra tenía muchas ganas de baloncesto, pero la hora del partido y las restricciones aún vigentes limitaron el ambiente en las inmediaciones del Bilbao Arena. Apenas algunas camisetas hacían adivinar que el público volvía a Miribilla 564 días después de aquel choque ante el Obradoiro tras el que el mundo se detuvo y el ocio vio clausuradas sus entrañas. Hace un año el equipo se estrenó en la Champions League ante un aforo muy reducido, que aún acusaba los efectos de la pandemia, pero lo de ayer ya era distinto. O tenía que serlo.
Casi 3.000 espectadores, 2.747 en concreto, se repartieron por toda la grada, salvo la parte baja de uno de los fondos, con las distancias requeridas para dar la impresión de que el pabellón estaba casi lleno. La presentación recordó a los viejos tiempos, con mensajes de Mumbrú y los capitanes para alentar a una afición que la pasada temporada tuvo que sufrir y apoyar desde la lejanía casi hasta el último minuto. El entrenador y la plantilla han repetido muchas veces que les echaron de menos y que esta campaña les van a necesitar aún más.
Volver a escuchar los ruidos de alrededor, sentir la adrenalina de un partido más o menos normal hizo que el Surne Bilbao Basket saliera enchufado, que los gritos de "defensa, defensa" sonaran de nuevo bien fuerte. Entre el primer y el segundo cuarto se rindió homenaje a Manoli Susín, la amama del Bilbao Basket, que falleció este verano. La ovación de todo ese minuto de pausa que le brindó el público hizo honor a una persona que nunca abandonó a los que consideraba casi como sus nietos.
Los hombres de negro se subieron a esa ola inicial hasta la mitad del segundo cuarto, pero su rendimiento se fue apagando, a medias entre el acierto de los jugadores de Jaume Ponsarnau y el desconcierto que mostró el Bilbao Basket. El descanso, que los espectadores no pudieron aprovechar ni para tomar un refrigerio, pareció apagar los ánimos de una afición que, seguramente, esperaba mucho más de los suyos. Solo un par de triples seguidos de Andrew Goudelock o los arrebatos de Jonathan Rousselle prendieron un par de mechas que el Zaragoza, con las ideas muy claras, tardó muy poco en sofocar. Y si al inicio el pabellón parecía que estaba lleno, durante toda la segunda parte dio la sensación de estar casi vacío, como en todos estos largos meses de ausencia. Ni siquiera la megafonía pudo ocultar la sonora bronca que dedicó Mumbrú a sus jugadores cuando la derrota ya era inevitable.
Hubo algunos espectadores que, saltándose las instrucciones sanitarias, abandonaron sus localidades mucho antes de acabar el partido. A quienes aguantaron hasta el final solo la megafonía pudo persuadir de que no salieran en estampida, sino de forma ordenada desde el graderío de abajo hasta el de arriba. El Bilbao Arena permitió esa salida escalonada, en la que las mascarillas ocultaban la decepción y, por qué no, la sorpresa por una derrota que quizás nadie esperaba, al menos de la manera en que se produjo. Unos pocos aficionados se quedaron a las puertas para esperar a los jugadores y mandarles su ánimo porque, al fin y al cabo, esto no ha hecho más que empezar.
Pero ayer jueves quedó claro que, al menos hasta que el recinto de Miribilla pueda llenarse en toda su capacidad, el listón de exigencia lo tiene que poner el Surne Bilbao Basket. Hubo tiros que el Zaragoza anotó por talento, pero hubo muchos, demasiados, que lanzó sin oposición. Y en muchos minutos, demasiados, los hombres de negro no jugaron como un equipo. El público se lo perdonará por ser la primera vez, le dará otra oportunidad o las que hagan falta siempre que muestren una cara muy distinta a la de este reencuentro sin final feliz. Si el efecto Miribilla debe ser determinante, ayer jueves no se notó porque los jugadores bajaron los brazos demasiado pronto.
Los prolegómenos recordaron a los viejos tiempos, con mensajes de Mumbrú y los capitanes para alentar a la afición
Hasta que el Bilbao Arena no pueda llenarse en toda su capacidad, el listón de exigencia lo tiene que poner el equipo y ayer estuvo bajo