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El día a día de los navarros en el Far West: de bertsolaris en Arizona a mata-serpientes en California

El libro ‘La huella navarra en el Far West’, editado por el Gobierno foral, recoge las vivencias de los navarros y navarras que emigraron a América
La gran mayoría de los navarros que emigraron a América eran pastores.

Iban a hacer las Américas, a buscar oportunidades y un futuro más prometedor que el que les esperaba en su tierra. Miles de navarros, la inmensa mayoría de ellos pastores, emigraron a Estados Unidos (EEUU) durante los siglos XIX y XX empujados por la escasez de oportunidades laborales, las guerras, el mayorazgo o la represión política. Algunos fueron y volvieron tras hacer algo de fortuna y otros se quedaron en América para siempre formando el colectivo de los Basques.

¿Dónde comprar el libro?

El libro La huella navarra en el Far West puede adquirirse en la librería del Fondo de Publicaciones, ubicada en la calle Navas de Tolosa, 21, de Pamplona. Asimismo, también puede comprarse por internet en la web del Fondo, por correo electrónico (fondo.publicaciones@navarra.es) o llamando al 848 42 71 21. El precio de la publicación es de 20 euros y en ella se relata la historia de los navarros que emigraron a América, la mayoría de ellos, pastores. Se trata de una recopilación de documentos gráficos que proceden de un trabajo más amplio del grupo de investigación Laia Ikerketa Taldea sobre la emigración navarra a EEUU a partir de la segunda mitad del siglo XX.

A todos ellos está dedicado el libro La huella navarra en el Far West. Historias gráficas de pastores vascos en América, que ha presentado recientemente el Gobierno de Navarra como homenaje a la figura del emigrante y en el que se relatan anécdotas y vivencias del día a día de algunos de los navarros y navarras que emigraron al oeste americano.

Jesús Goñi Tellechea Cedida

Bertsos en mitad de Arizona 

Poesía vasca que limó asperezas entre vaqueros y pastores

Jesús Goñi Tellechea hizo que la cultura vasca cruzase el charco. Nació en Oronoz-Mugairi en 1947 y emigró a EEUU siguiendo el consejo de su amatxi: “Marcha a América, allí tienes el dólar y vivirás mejor”. Según se recoge en el libro, ha tenido distintos destinos: Arizona, Idaho, Nevada... y en todos ellos ha exhibido una de sus grandes aficiones: el bertsolarismo. De hecho cuenta que en Elko, durante la fiesta de Caw Boy Poetry, consiguió que sus bertsos en euskera calasen entre los presentes y ayudaron a limar las asperezas entre vaqueros y pastores. Pero no se quedó ahí. Jesús llevó los bertsos al interior de la sede de la ONU en Nueva York y ha sido el primer bertsolari en compartir su poesía en la reserva de indios de Arizona, con los que ha intercambiado la técnica del bertso con la de la copla tradicional de esa comunidad.

Ignacio Marmaun. Cedida

De Orondritz a California

El navarro que mataba serpientes de cascabel con un palo

Ignacio Marmaun nació en Orondritz en 1939 y acabó en Bakersfield (California). Allí trabajó como pastor y enseguida se ganó buena fama, entre otras cosas porque en su primera año allí mató diecisiete serpientes de cascabel con un palo. Antes de emigrar a Estados Unidos, estuvo de basomutil (leñador) en Grenoble (Francia), hasta que en 1962 decidió emigrar a América. Ignacio relata en el libro que viajó con más gente de Madrid a Nueva York, donde les estaban esperando. Llevaban en el pecho un cartelito con su nombre y el destino y los repartieron entre varios estados. Él fue destinado a Bakersfield, al rancho de Bernard Bidart. Según afirma, para él fue una mejora ir a Estados Unidos.

Javier Lacunza Lizarraga. Cedida

Tres años en el 'sheep wagon'

Vivir en euskera en el corazón de Ámerica

Javier Lacunza Lizarraga (Lizarragabengoa, 1942) llegó a Buffalo (Wyoming) y se pasó los tres años y medio que duraba su contrato en el carrocampo o sheep wagon, una suerte de caravana en la que vivían los pastores. Este natural de Sakana se solía moverse por el terreno a caballo o en moto, hasta que un día tuvo un accidente: se cayó a la cuenca de un riachuelo y se rompió varias costillas. No tuvo asistencia sanitaria de ningún tipo, pero sus heridas, tal y como se recoge en el libro, curaron “con el tiempo”. Javier aprendió alguna palabra en inglés, pero con la gente que trabajaba hablaba en euskera. Cuando acabó el contrato regresó a Navarra hasta que en 1974 volvió a emigrar esta vez a Canadá.

Angelines Cantero Marticorena. Cedida

Las camperas navarras

“Lo que hemos hecho es trabajar, trabajar y trabajar”

Angelines Cantero Marticorena se mudó a California en 1967, tras casarse en Navarra con el americano Alberto Urbeltz, de Sorogain, que llevaba varios años en Hanford, al sur de Fresno. Fue una de las pocas mujeres camperas navarras en América, que eran las personas que proveía de suministros a los pastores. Angelines ordeñaba las ovejas, engordaba los corderos, hacía longanizas o salchichas todos los meses, elaboraba salsa de tomate, guindillas, pimientos, postre de fresa para pastores o cuidadores de corderos, y les llevaba la comida preparada durante la época de las pariciones. “Lo que hemos hecho es trabajar, trabajar y trabajar”, resume en el libro esta navarra natural de Eugui.

Merche Azcárate Martínez. Cedida

Cantar con la 'vacuum cleaner'

“Por muy bien que allí te traten, te acordarás de tu pueblo”

A Merche Azcarate Martínez, natural de Aibar emigrada a Boise (Idaho) le gustaba cantar cuando pasaba el vacuum cleaner (aspirador) o cuando hacía cosas de casa, especialmente una jota que mentalmente le transportaba a Navarra y que dice así: “Si te marchas de tu tierra y te vas al extranjero, por muy bien que allí te traten, te acordarás de tu pueblo”. La aibaresa cuenta que siempre que llegaba algún navarro a Boise le llamaba a Patty Miller, encargada del Basque Museum, para comunicárselo. Merche, junto con Rosa Mari Laurence (otra navarra que vive en Boise), le hace ilusión recibir a paisanos y se encuentra con los visitantes navarros en el restaurante Leku Ona de la localidad.

José Alemán Larraga. Cedida

Enfrentamientos con vaqueros

“Nos odiaban a los vascos por ser muy trabajadores”

José Alemán Larraga (Arizkun, 1940), emigrante en California, fue uno de los navarros que ejerció de pastor en el desierto de Mojave. Tal y como se recoge en el libro, José escuchó un día un disparo donde estaba su rebaño. Era de un anciano que vivía solo en una chabola, sin agua, en una parcela rodeada por unos cables sucios y que pretendía espantar a las ovejas. El navarro entró al campo del anciano con buenas intenciones pero éste le puso el rifle en el pecho porque había pisado su terreno. “Había gente muy rara ahí fuera”, sentencia José. De hecho, recuerda conflictos frecuentes entre pastores y vaqueros, porque estos les amenazaban con el rifle si pasaban con las ovejas por su tierra. José detalla que los vaqueros odiaban a los vascos “porque eran muy trabajadores”, pero matiza que los vascos entraban a los bares por parejas y si alguien les hacía frente ellos también respondían.

Pedro Ochoa. Cedida

La muerte de Martin Luther King

“Montaron manifestaciones e hicieron chandríos”

Pedro Ochoa tiene grabado a fuego el 4 de abril de 1968. El asesinato de Martin Luther King conmociona a América entera y Pedro es uno de los primeros en enterarse. Iba en el autobús a clase y escuchó la noticia por la radio. Al llegar, se lo contó a sus compañeros y el profesor le dijo: “Too bad. Are you sure?” (Qué mal. ¿Estás seguro?). “Los negros montaron manifestaciones e hicieron chandríos”, recuerda Pedro en el libro. Nació en Otxagabia en 1931 y se trasladó de niño con su familia a Puente la Reina. En 1957 emigró a Phoenix (Arizona). Llegó a Flagstaff, un pueblo construido como estación de tren donde había una tienda en la que le dieron de todo, incluida “ropa de marca Levi’s”. Pedro trabajó en un rancho de 15.000 ovejas y era ahijadero, el encargado de atender a las ovejas cuando están pariendo.

Rosa Mari (Urrutia) Laurence. Cedida

Idealización de América

“¡Qué miseria! ¿cómo vive aquí esta pobre gente?”

Rosa Mari (Urrutia) Laurence (Garralda, 1941) tenía una imagen idealizada de América fruto de las novelas del Oeste que había leído de niña. Nunca pensó que acabaría viviendo allí y que la primera impresión que se llevaría de aquella tierra con la que soñaba iba a ser frustrante. Rosa Mari voló en avión a Carolina del Norte y de allí viajaron en autobús a Nuevo México. “¡Qué miseria!, ¿cómo vive aquí esta pobre gente?, ¿esto es América?”, fue lo que pensó la oriunda de Garralda al ver a los viejos afroamericanos sentados a las puertas de sus casas de Alabama o Mississipi. Luego atravesó el desierto y la sensación de “nada” que sintió durante el viaje fue también impactante: la única señal de “civilización” eran los postes del tendido eléctrico en un paisaje vacío e inabarcable.

31/12/2022