Asegura Pedro Miguel Etxenike (Isaba, 1950) que incluso antes de presentar el borrador de la ley, se produjo otro hito con la apuesta por el euskera batua. Tuvo que recorrerse “todos los batzokis” del PNV para explicar la unificación del euskera. Casi sale escaldado. “Pero creo que si el Gobierno vasco no opta por el batua, el euskera no se hubiese desarrollado igual”, reflexiona. Insiste en que todo el desarrollo del euskera bajo el paraguas de esta ley habría sido imposible sin la colaboración y el apoyo de muchas personas a las que hoy quiere “rendir tributo”: “especialmente a Carlos Garaikoetxea, Koldo Mitxelena y Ramón Labayen”.
¿Cree que con los mimbres políticos de hoy podría haber sido posible el consenso logrado en 1982?
La misión de un político es buscar consensos con los mimbres que uno tiene, pero en aquel momento era imprescindible tanto la unificación del euskera, que es independiente de la ley, como la propia ley. Y ahí el Gobierno Vasco tuvo que optar y optó claramente por el batua y por Euskaltzaindia como órgano asesor. Hay que agradecerle al gobierno de Carlos Garaikoetxea su liderazgo y al PNV su apoyo. Con los mimbres de entonces, hicimos una ley integradora.
¿Y con los mimbres de ahora?
No lo sé. Quizás se podría haber hecho. Lo que sí estoy convencido es que el ordenamiento jurídico español y la recentralización que ha habido, y la tensión política en la que ahora cada acuerdo es una cesión independentista y tal, el Tribunal Constitucional (TC) de ahora, quizás no hubiese tenido la misma visión integradora que tuvo en parte el anterior.
¿Cree que vamos para atrás en ese aspecto?
En aquella época se vendía, y algunos lo creían, que el TC era un tribunal técnico que juzgaría con una gran independencia de los deseos de los partidos políticos. Ahora vemos la tragicomedia que es la renovación del TC, y es difícil creernos que la neutralidad del Tribunal es una cosa objetiva, pero no vamos a hablar del Tribunal Constitucional.
“ El Constitucional de ahora, quizás no hubiese tenido la misma visión integradora que tuvo en parte el anterior ”
¿Cuándo toma conciencia de que lo que se ha hecho es bueno?, ¿cuando pasan 20, 30 o 40 años y ve que la ley sigue viva, o desde el principio ya vio que habían dado en el clavo?
El Gobierno vasco desde el principio, tenía claro que debía haber una ley y que el borrador, por tanto, era modificable para lograr el consenso. La cohesión social que esta ley aportó estaba por encima de cualquier presión partidista. Porque la ponencia del euskera del Partido Nacionalista Vasco, que hicimos Iñaki Zubiri, Ramón Labaien, Koldo Mitxelena y yo mismo, decía que el objetivo era muy superior a la ley del euskera: conseguir que todo aquel que quiera vivir en euskera lo pueda hacer de forma real y efectiva; y esto impone deberes a la Administración, no al ciudadano, que es el que elige en libertad. No es una ley de cooficialidad, que eso ya está en el Estatuto y en la propia Constitución.
¿Esto era un paso más?
Es una ley de promoción del uso, para que nadie sea obligado, en ningún campo, a cambiar su idioma al relacionarse en ámbitos privados o públicos. Y eso, partiendo de una situación de monolingüismo efectivo en los ámbitos administrativos, pues exige cambios. Y pone deberes a la Administración. Y son deberes a la Administración en la Comunidad Autónoma del País Vasco, no de la CAPV.
¿Esa fue la clave?
Ese fue uno de los puntos de máxima fricción. Y luego cada Administración tiene que desarrollarla; obviamente, la Administración de la CAPV en los campos de Educación, el que más ha progresado, el campo de la sanidad, la Ertzaintza menos, aunque ahora está avanzando, la ha desarrollado más que la Administración central en el campo de la Justicia.
¿Qué más se puede hacer?
Todavía queda muchísimo por hacer, pero la flexibilidad que tiene la ley puede ser usada para avanzar mucho más ahora que el caldo de cultivo es mucho más euskaldunizado. Por ejemplo, en la Educación se ve clara la diferencia. Solo hay que comparar el porcentaje de vascoparlantes antes y ahora, que ha aumentado. En Navarra se ha mantenido. En mi valle, el Roncal, y Baztan, de donde eran mis padres, veo grandes avances. Para mí es muy importante eso. O en Iparralde, donde está retrocediendo, claramente se ve la necesidad de una ley que sirva de promoción y garantía del uso; no solo de cooficialidad.
Decía usted en su discurso de 1982 que el euskera estaba herido de muerte. ¿Así era?
En mi discurso había cierto carácter agónico, no solo en el caso de la ley del euskera. Por ejemplo, cuando entra el Gobierno vasco y el autogobierno, en diciembre de 1980 se hace el convenio de ikastolas, que permite sacarlas de la quiebra. Recibían 650 millones de pesetas y pasaron a recibir 2.080. Ahí fue muy importante la sensibilidad autonómica y el concepto de Justicia de un ministro de la UCD, Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, porque el cambio de ministros de la UCD permitió que las ikastolas saliesen de la quiebra con aquel convenio y llegar a la ley del euskera en otras condiciones.
“ Creo que si el Gobierno vasco no llega a optar por el batua, el euskera no se hubiese desarrollado igual ”
¿Cuánto le falta al euskera para normalizarse del todo?
Es difícil definir normalizar del todo. Yo en su día hablé de 60 años; han pasado 40, pero creo que todavía falta mucho, sobre todo en algunos ámbitos. Las leyes son necesarias, pero no suficientes. Lo más importante ahora es normalizar el uso.
¿Es el momento de la sociedad?
Sí. El euskera no sobrevivirá si nosotros, los vascoparlantes, no mantenemos el deseo de seguir siendo pueblo vasco, de seguir siendo euskaldunes. Con el orgullo del pequeño y sin la arrogancia del grande. Pero debemos tener en cuenta que es algo que se le debe al mundo, porque no preservar una joya cultural como el euskera, sería fallar a la humanidad.
¿La revolución digital pone un desafío añadido al euskera?
Yo creo que el mundo digital es un gran desafío, pero nos coge en un buen momento, porque hay varias generaciones de vascoparlantes muy bien formadas en euskera y en sus campos. Y la propia ley permite, si hay que tomar medidas extras, adoptarlas, porque es muy flexible.
¿Esas medidas tendrían encaje perfectamente?
Total. Hoy no se requiere tanto una nueva ley, como aplicarla con visión y en el caso de la Administración de Justicia con ímpetu, valentía y generosidad. En cualquier caso, yo no creo que las leyes deban ser inmutables y si hubiese un consenso mayor del que hubo, por qué no cambiarla.
“ Aún queda muchísimo por hacer, pero la flexibilidad que tiene la ley puede ser usada para avanzar mucho más ”
¿El consenso es el que te permite sobrevivir?
Nunca se debe cambiar la ley si el consenso no es superior. Y claro, es un consenso amplísimo el que se tendría que lograr, porque en su día, en la práctica, hubo un partido grande que no se sumó (HB), pero tampoco sus dirigentes estaban tan descontentos como manifestaban.
¿Cómo se tejió el acuerdo y cuáles eran las posiciones?
El primer acuerdo importante fue el del PNV y Euskadiko Ezkerra (EE). Y con ese núcleo de acuerdo, se amplía en la práctica totalidad al PSE y la UCD, debido a la inteligencia de los que negociaron. José Luis Lizundia y Jon Olabarria por parte de Euskadiko Ezkerra, Inmaculada Boneta, José Antonio Zaldua, Alberto Ansola y otros por parte del PNV; José Antonio Maturana fue clave por parte del PSOE. Recuerdo también con afecto a Chus Viana y a Alfredo Marco Tabar (UCD). Incluso a Santiago de Griñón, que estaba en Alianza Popular (su partido presentó enmiendas a la totalidad), que era un hombre muy culto. Y el propio Batasuna, algunos en el fondo, ayudaron. Fue un triunfo de la sociedad vasca.
¿Qué papel jugó Herri Batasuna?
Batasuna no estaba en el Parlamento, con lo cual otorgaba al PNV una mayoría absoluta con 25 escaños sobre 60. Ellos tenían 11, pero yo hablé, y estoy convencido de que Lizundia y otros también, con mucha gente de ese partido y estaban en el mundo del euskera, y ellos presionaban para que se fuese más allá, pero nosotros fuimos lo más allá que fue posible manteniéndonos en el centro del acuerdo. Pero yo no creo que Batasuna ahora no firmase esta ley. Habría que preguntarles a ellos, claro. Yo hablé también mucho con Txillardegi y otros en aquella época. Creo que alcanzamos el máximo consenso posible. Lizundia siempre quería ir más allá en Justicia, pero…
En ese ámbito se reclama más.
En Justicia, no es cuestión de la ley, sino de voluntad política. La ley permite avanzar mucho más en Justicia de lo que se ha avanzado. Igual es el momento.
¿Quién fue el que más tuvo que sacrificar?
Yo creo que el que más sacrificó dentro del dolor de su militancia por la opción del batua, fue el PNV. Pero no había otra y supieron reaccionar con generosidad. Era de vida o muerte. Yo vi el sufrimiento que había en los batzokis, en cantidad de euskaldunes, también motivada a veces por una comprensión errónea de lo que significaba la unificación, que se identificaba con izquierdas, con haches y mal euskera.
O sea que había muchas connotaciones.
Muchas. No hay más que leer a Villasante o ver las declaraciones de Mitxelena para darse cuenta de que aquello no fue una decisión fácil y se actuó con una visión de país, integradora y tolerante. Los derechos lingüísticos no solo son individuales, sino que para poder ejercerse deben entenderse también de forma colectiva.