Euskadi, con su costa recortada por acantilados y playas que miran al Cantábrico, ha mantenido una relación íntima y ancestral con el mar. Desde tiempos remotos, los vascos han mirado hacia el horizonte, con sus pueblos pesqueros como Getaria, Bermeo y Lekeitio reflejando una rica tradición marinera que sigue viva en la cultura, la gastronomía y el día a día de sus habitantes.
Entre las numerosas construcciones que salpican su litoral, los faros se alzan como guardianes eternos que han guiado a los marineros a lo largo de los siglos. Entre ellos, destaca un faro que no solo cumple una función práctica, sino que también evoca la sensación de estar al borde del mundo conocido, un lugar donde la tierra y el mar se encuentran en una comunión mágica.
El faro de Santa Catalina
El faro de Santa Catalina, inaugurado en 1862, se encuentra en el municipio de Lekeitio, en la costa de Bizkaia. Originalmente, su luz provenía de una lámpara de aceite, que más tarde fue reemplazada por una de petróleo antes de ser modernizada y automatizada con el tiempo. Esta evolución tecnológica no solo eliminó la necesidad de la presencia constante de los fareros, esos guardianes solitarios que mantenían viva la luz y, con ella, la esperanza para los marineros, sino que también transformó el faro en un símbolo de los tiempos cambiantes.
Hoy, el faro de Santa Catalina ha renacido como un centro de interpretación de la tecnología de navegación. Los visitantes pueden explorar no solo la estructura del faro, sino también sumergirse en la historia y la ciencia que han guiado a los navegantes durante siglos. A través de exposiciones interactivas, el centro ofrece una experiencia educativa única que permite a los visitantes experimentar lo que sentían los marineros al divisar la luz del faro en la oscuridad del océano. Un viaje virtual en barco, desde Elantxobe hasta Lekeitio, permite a los visitantes entender los desafíos y las técnicas de la navegación antigua y moderna.
Además de su valor educativo, el faro de Santa Catalina ofrece una de las vistas más impresionantes de la costa vasca. Desde su terraza, se pueden observar atardeceres que parecen extenderse más allá del horizonte, evocando la sensación de estar en un lugar que, si bien no es el fin del mundo, se siente como tal. Esta combinación de historia, tecnología y paisajes espectaculares convierte al faro de Santa Catalina en una visita obligada para cualquier amante del mar y la navegación.
Otros lugares mágicos cerca del faro de Santa Catalina
La magia del faro de Santa Catalina no termina en sus muros. Los alrededores del faro ofrecen una variedad de paisajes y experiencias que complementan la visita y enriquecen la conexión con la costa vasca. A poca distancia se encuentra el pintoresco pueblo de Lekeitio, con sus estrechas calles empedradas, su animado puerto pesquero y su majestuosa basílica. Pasear por Lekeitio es como viajar en el tiempo, un lugar donde la tradición marinera se siente en cada rincón.
Cerca del faro, los visitantes también pueden explorar la isla de Garraitz, accesible a pie durante la marea baja. Esta pequeña isla, ofrece vistas panorámicas de la costa y el mar, así como la oportunidad de observar la flora y fauna local en un entorno casi virgen.
Otro lugar de interés es la playa de Isuntza, ideal para un momento de relax o para disfrutar de las actividades acuáticas. Las aguas tranquilas de esta playa contrastan con el mar abierto que rodea el faro, ofreciendo un rincón apacible para descansar tras una jornada de exploración.
Finalmente, no se puede dejar de mencionar los acantilados de Otoio, situados al este de Lekeitio. Estos imponentes acantilados ofrecen rutas de senderismo que llevan a los visitantes por paisajes salvajes y espectaculares, con vistas que se pierden en la inmensidad del Cantábrico. Desde estos miradores naturales, el océano se extiende hasta donde alcanza la vista, reforzando la sensación de estar en un lugar donde el mundo parece acabar.