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Cultura

“El filme narra el tránsito en la mirada de los demás hacia una niña trans”

“El filme narra el tránsito en la mirada de los demás hacia una niña trans”
“El filme narra el tránsito en la mirada de los demás hacia una niña trans”

Donostia – El suicidio de Ekai Lersundi, el joven ondarroarra trans que se quitó la vida en 2018, consternó tanto a Estibaliz Urresola que sintió que tenía que poner al servicio de esta realidad su trabajo y energía con el fin de visibilizarla. Resultado de ello es 20.000 especies de abejas, el primer largometraje de la cineasta laudioarra, que parte con el reconocimiento del Festival Internacional de Cine de Berlín tras haber sido seleccionada para su estreno en la Sección Oficial.

Hace solo unos días reconocía que le resultaba frustrante pensar en presentarse a un festival por si no lo conseguía...

–Intentas mantenerlo en segundo plano, sobre todo porque todavía estamos terminando la posproducción de la película. Quieres concentrarte en ello, sin pensar demasiado en qué pasará. Pero cuando recibes semejante noticia sientes un estallido de alegría enorme en el pecho.

Debe ser todo un orgullo llevar el euskera por primera vez a la Sección Oficial de un festival así.

–Es una de las cosas que más me emociona. La película es un canto a la diversidad de identidades, de formas de querernos, de relaciones humanas, de creencias… La historia tiene lugar alrededor de una vuelta, simbólica pero también geográfica, y donde se da la convivencia de varios idiomas. El euskera juega un papel importante porque lo encarna uno de los personajes que más repercusión tiene en el viaje de las protagonistas. Nos arraiga a una tierra muy relacionada con las abejas y por eso tiene un papel importante.

Compite solo un año después de que la catalana ‘Alcarràs’ se llevara el Oso de Oro. ¿Le hace pensar que no es imposible ganar?

–Cuantas más referentes de mujeres cineastas haya en festivales, más se ayuda a visualizar que es posible estar, ejercer y concebirte a ti misma como directora. Hasta ahora ha sido difícil obtener la confianza de que es posible, de que lo que estás haciendo no es un sueño que se va a desbaratar a la mínima de cambio. Que Carla Simón estuviera ahí el año pasado es muy importante y espero que el hecho de que yo esté pueda ayudar a las jóvenes cineastas que vienen por detrás.

“Entro en la Berlinale por la puerta grande, con una ópera prima de corte personal, intimista”. La frase es de Alauda Ruiz de Azua, de hace un año, cuando estrenó ‘Cinco Lobitos’ en la Sección Panoramas de la Berlinale. Ojalá su película pudiera seguir el mismo curso, ¿verdad?

–Ojalá. Lo bueno de estrenar en un festival del calado de la Berlinale es que visibiliza mucho la película, hace que otros festivales miren hacia tu filme y lo consideren en sus programaciones. Al final, hacemos cine para eso, para que se vea.

Su equipo artístico y técnico está integrado por mujeres. Es una apuesta personal.

–Esta industria, como otras muchas, funciona por inercias y por confianza. Rodar una película es un proceso extremadamente estresante y necesitas rodearte de gente de confianza. Cuando las personas que trabajan alrededor tuyo siempre son hombres y son con los que has trabajado antes, normalmente es obvio que vayas a tirar de ellos, porque necesitas gente resolutiva, profesional, que comparta tu visión de las cosas. Por lo tanto, creo que es importante que nosotras, entre nosotras, también apostemos y generemos esos vínculos de confianza, porque talento y profesionalidad nos sobra tanto en sonido, dirección de fotografía o montaje.

Una jornada de ecofeminismo fue el germen de ‘Cuerdas’. ¿De dónde nace ‘20.000 especies de abejas’?

–Nace de un suceso que ocurrió en Euskadi. Un niño de 16 años en situación de transexualidad se quitó la vida y conmocionó a la sociedad vasca. Me dejó muy consternada, porque este niño había sido aceptado en el seno familiar y en el colegio. Sin embargo, tomó esa decisión tan drástica y dejó escrito en una carta que tomaba esa decisión para facilitar el camino a los que vinieran por detrás. Sentí que tenía que poner al servicio de esta realidad mi energía y mi trabajo para llevar a cabo lo que él deseaba. El cine puede ser una herramienta transformadora de las miradas y ayudar a romper límites mentales.

El rodaje se realizó el verano pasado a caballo entre Laudio y Hendaia.

–Aunque nazca de un suceso tan trágico intenté hacer una película que inspirara esperanza, luminosidad. Está rodada en verano, en un entorno natural, para intentar representar esta realidad, estas identidades, desde un lugar al que no acostumbramos. Siempre se ha tratado como algo oscuro y estigmatizado, quería colocarlo en el centro de la naturaleza y mostrarlo como una vivencia de lo humano tan natural como otra cosa.

Estuvo en contacto con la asociación Naizen, donde le ofrecieron detalles para poder comprender la realidad de los niños y niñas.

–Primero abordé una fase de documentación más periodística. Desde Naizen me fueron presentando a familias que me abrieron sus casas y sus vidas con muchísima generosidad. He entrevistado a más de 20 familias que han vivido esta situación con niños trans del rango de edad del personaje de la película. Sentía que las primeras familias a las que estaba entrevistando habían pasado los tránsitos hacía ya varios años. Empecé muy fuerte en 2018 y 2019, pero en 2020 y 2021 sentía que el propio imaginario de la sociedad con respecto a esta realidad había cambiado tanto en los últimos años que necesitaba reactualizarme para estar segura de cómo vivían el momento las nuevas familias que estaban entrando en Naizen. La fase de documentación no solo se ha quedado en la previa al guion, sino que ha sido constante para ser fiel al momento en el que vivimos.

La película aborda la historia de una niña trans, aunque se centra más en cómo asimila su madre esta realidad.

–Sí, eso es. Hablo de un tránsito, pero no es el tránsito que realiza la niña, que sabe quién es o cómo se siente desde un inicio, si bien durante el viaje de la película reúne las herramientas para poder expresarlo, porque es pequeña y no conoce a ninguna persona que esté en su situación. El tránsito que narra es el cambio de la mirada de los demás, en especial de la madre, que está interpretada por Patricia López Arnaiz. Una de las cosas más bonitas que descubrí en las entrevistas fue que el tránsito lo viven los demás. A veces incluso les lleva a una comprensión de sí mismos y de la persona que tiene delante mucho más auténtica. Se plantea como una experiencia de evolución positiva, no como un drama dentro de la familia.

Ha pasado de rodar ‘Cuerdas’ con un elenco totalmente amateur a dirigir a un plantel de actores encabezado por la premiada Patricia López Arnaiz.

–Siento que el hecho de haber trabajado con todas las mujeres de Cuerdas me ha ayudado un montón a encontrar las herramientas para trabajar con actores no profesionales que, en este caso, pueden ser los niños, porque la mayoría de ellos no tenían formación actoral. El mayor reto ha sido conseguir que el gran elenco de actrices que he tenido, formado por Patricia López Arnaiz, Ane Gabarain, Itziar Lazkano…, con su profesionalidad, sus recursos y su bagaje, estuviera en el mismo código de naturalidad que el de los niños y, sin embargo, supiera perfectamente lo que hacía. Han sido unos ensayos muy largos, tanto como con los niños como con los adultos profesionales. El trabaja de entrega que han hecho Patricia, Ane o Itziar ha sido un regalo.

¿Y cómo fue la elección de Sofía Otero como protagonista?

–Vimos a más de 500 niñas, pero Sofía Otero hizo unas pruebas asombrosas. Conseguía sorprenderme en cada sesión de casting, ofreciéndome nuevos registros. Su personaje hace un 90% de la película y pasa por muchos estados emocionales. Sofía Otero se desenvolvía con inmensa facilidad, integraba todas las indicaciones y variaciones. Era abrumadoramente la mejor Lucía posible con la que podía soñar.

¿Cree que el reconocimiento obtenido en la Berlinale podría ser la carta de presentación a la hora de conseguir financiación para futuras películas?

–Es una puerta que te abre otras puertas. Espero que así sea, pero la experiencia de otros compañeros me dice que no siempre allana el camino. He escuchado decir que hacer la segunda película muchas veces es más complicado que la primera. Vamos a ver qué resultados da pasar por la Berlinale para no anticiparme. Espero que siempre sea algo favorable, pero no sé si tanto como desearíamos.

Sus últimos proyectos son de cine social. ¿Se ve haciendo películas de otro corte o transmitir un mensaje es una necesidad para usted?

–Siempre hay algo de eso. Incluso en un cortometraje como Polvo somos, donde se denuncian ciertas prácticas funerarias de aprovechamiento de la vulnerabilidad en un momento de despedida. Siempre están vinculadas a algún aspecto social o a cuestiones que me preocupan, bien porque necesito respuestas para mí misma, y en ese proceso me termino enganchando, o porque son realidades que hace falta denunciar. Hay una relación entre la experiencia social como individuo y la experiencia íntima de esa realidad. Son esas dos capas las que me interesan. Lo personal es político.

Le espera un mes muy intenso. ¿Cómo lo afronta?

–Con muchas vitaminas. Los dos proyectos se me han solapado en el tiempo. Estaba rodando Cuerdas y ya estaba en marcha el casting de la película; estaba posproduciendo Cuerdas y ya estábamos en plena preproducción de la película; estaba rodando la película y Cuerdas empezaba su recorrido por festivales, estrenando en Cannes. El mes pinta fuerte, pero no más fuerte que los últimos quince meses. Consistirá en reunir la energía final para celebrarlo con todo el equipo. Eso da sentido al trabajo. l

2023-02-07T08:22:04+01:00
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