Los datos de convenios colectivos actualizados y la progresiva recuperación de los salarios auguran un 2025 en relativa calma en materia laboral.
En su último informe señalan que el 65,5% de los trabajadores vascos tiene su convenio actualizado. La conflictividad ha bajado notablemente desde el año pasado. ¿Qué balance hace de este 2024?
Ahora mismo estamos con los mejores datos en cuanto a convenios vigentes desde la reforma laboral de 2012. Y, en ese sentido, podemos estar moderadamente satisfechos. Es verdad que este 2024 ha venido arrastrando gran parte de los acuerdos que se consiguieron el año pasado. Más del 91% de las trabajadoras y los trabajadores cubiertos tienen un convenio firmado para tres años o más, con lo cual, los buenos resultados del año anterior, más los avances que ha habido este año, hacen que tengamos una cobertura como no habíamos tenidos desde la reforma de 2012, cuando decayeron tantos convenios.
¿Augura entonces un 2025 en la misma senda de estabilidad?
Yo creo que el año que viene seguiremos hablando de esa senda. Más allá del año que viene no voy a sacar la bola, aunque quiero ser optimista.
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El año empieza con huelga en la educación pública.
Desconozco los detalles más allá de lo que se ha publicado en los últimos días y creo que quienes tienen que explicar los conflictos o quienes mejor pueden explicar los conflictos son las partes implicadas, porque imagino que habrá prismas distintos y, al final, necesitas todos los prismas para tener la composición del todo. Yo no me puedo aventurar a valorar eso.
La inflación de los últimos años ha impactado de lleno a la clase trabajadora, que ha perdido poder adquisitivo de forma notable. De hecho, las subidas salariales han estado en el centro de la conflictividad. ¿Cuándo cree que recuperarán los salarios el poder adquisitivo perdido?
Poder entreverlo de forma tajante me parece poco más o menos que imposible. Por ejemplo, los incrementos salariales que reflejamos nosotros son los pactados en convenio. Hay personas que tienen convenios decaídos, hay personas que están en actividades no reguladas, es decir, que no han tenido nunca la cobertura de un convenio, y ahí es imposible saber cuál ha sido su incremento salarial. Tenemos un informe de la Comisión Europea de la semana pasada que dice que, en la zona euro, los salarios prepandemia se recuperarán en 2026. Y luego tenemos que ser conscientes de que cuando bajamos a los sectores y a los subsectores, las diferencias son abismales. Dentro del sector servicios, por ejemplo, tenemos a la banca y tenemos el comercio, que no tienen nada que ver. Por eso es muy difícil hablar de algo global. Sí que es verdad que 2021 y 2022 han tenido una inflación que ha desajustado mucho y, sobre todo, porque en los convenios sigue vinculándose de manera generalizada la subida salarial con el IPC del año anterior. Entonces, cuando el año anterior es raro, en un sentido o en otro, la subida salarial está totalmente desajustada con el IPC. Esto ha ocurrido en los últimos años, pero parece que poco a poco los salarios se van recuperando y volverán a converger. De hecho, en estos momentos, la subida salarial está por encima del IPC.
Porque se está teniendo en cuenta el IPC del año pasado.
Efectivamente.
Los últimos datos reflejan que los salarios en Euskadi siguen estando entre los más altos del Estado, pero que crecen a un ritmo menor que la media. ¿A qué cree que se debe esto?
Yo no tengo explicación; a veces, lo que ocurre es que el ritmo de crecimiento, si hay mucha distancia, es más notable.
¿Que en otras comunidades parten de unos sueldos más bajos?
Sí. No tiene por qué significar nada particular, pero lo desconozco.
Estamos con récord de afiliación y el paro baja. Sin embargo, los sindicatos advierten de que el empleo que se está creando se está concentrando en el sector servicios, con peores condiciones laborales. ¿Comparte este análisis?
Es un hecho que el peso del sector industrial ha bajado. Ahora mismo estamos en el 24% del PIB y, en 2007, estábamos cerca del 29%. Creo que es una realidad que ha llegado para quedarse. Recientemente, el presidente del Consejo Económico y Social de España, Antón Costas, un economista de reconocido prestigio, manifestaba que apostar por una reindustrialización, en el sentido de que la industria crezca mucho más, a lo mejor no es del todo realista en una economía globalizada donde gran parte de la producción está desplazada a otros países. ¿Y esto qué significa? Que el sector servicios se va a mantener fuerte. Lo que ocurre en el sector servicios es que es un sector muy, muy desigual. Es un sector que tiene empleos con unas condiciones laborales más modestas y es un sector que, por otro lado, ofrece buenas condiciones laborales. Como siempre, el esfuerzo está en detectar dónde está lo que hay que corregir. Y, sobre todo, incidir ahí. Yo creo que el foco hay que ponerlo en el sector servicios y en cómo se mejoran los empleos del sector.
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Ya se está empezando a ver.
A mí me parece que hay una reflexión compartida a nivel social de que nadie se puede quedar atrás. La población trabajadora organizada ha podido hacer más presión y se ha podido avanzar más en determinados sectores porque había una mayor organización. Precisamente, en los sectores donde más difícil tienen las trabajadoras y trabajadores organizarse son los sectores donde luego las condiciones laborales son peores. Yo creo que todo el mundo es consciente de eso y todo el mundo está poniendo ya el foco ahí, incluso a nivel legislativo.
Aquí ha habido, históricamente, una clase trabajadora muy organizada en el sector industrial...
Masculinizada...
Sí, masculinizada. ¿Es el momento de organizarse de la clase trabajadora más feminizada?
Sinceramente, no lo sé, pero es verdad que siempre, en ese sentido, ha habido un gap. La negociación colectiva que tenemos cubre más a los hombres que a las mujeres. También hicimos un estudio interno hace un par de años y vimos que, en las actividades no reguladas, las que nunca han estado cubiertas por un convenio, casualidad, aproximadamente el 78% de las personas trabajadoras eran mujeres.
¿Qué hay detrás?
Pues eso, qué curioso que donde no llega la negociación colectiva hay más mujeres. En las actividades no reguladas, estamos hablando ahora de unas 48.000 personas, está el servicio del hogar familiar, donde sabemos que prácticamente todas son mujeres.
En el Congreso de Brecha salarial habló del convenio de empleadas del hogar de Francia. ¿Para cuándo aquí ese debate?
Con todas las peculiaridades que tiene el sector, muchas veces se nos olvida que tienen derecho a la negociación colectiva. Lo que pasa es que la siguiente pregunta es ¿Cómo se articula esa negociación colectiva? Y, sobre todo, ¿cómo se negocia representando a los empleadores y las empleadoras? Aquí se están dando pasos. Hace unos años, en Euskadi, se intentó que se abriera una mesa de negociación para este sector. No se consiguió y el caso está en el Tribunal Supremo, y se espera que la sentencia sea más o menos inminente. Esa sentencia despejaría la primera x: quién tiene legitimación para negociar. Pero, hay otra cosa. Incluso aunque se pueda articular una negociación colectiva en este caso, yo creo que no deberíamos olvidar que hay una parte de este sector que no estaría cubierto porque no tiene una relación laboral regular.
Ahí hay muchas batallas.
Estamos hablando de muchas mujeres y estamos hablando de muchas mujeres inmigrantes también. Ahí se mezclan más cosas. Los avances serán bienvenidos, pero creo que no hay que dejar de mirar a esa otra parte del sector. Las mejoras laborales tienen que ir para todas, no solamente para una parte.
¿Dónde está la brecha en la negociación colectiva?
Al final hablamos de brecha en singular, pero son brechas en plural y tienen tiene que ver fundamentalmente con la segregación ocupacional y con la parcialidad. Pero, más allá de eso, yo creo que tiene que ver con el modelo de sociedad que tenemos. Por mucho que la mujer se haya incorporado al mercado laboral, no acabamos de resolver el tema de los cuidados. Y tengo que decir que no soy nada optimista respecto a eso, porque las medidas que se van poniendo encima de la mesa pueden ser medidas que, a nivel particular, en un momento determinado faciliten la vida, pero no veo que sean medidas que cambien nada a nivel estructural. Y creo que no se piensa nada en el medio y largo plazo. La negociación colectiva ha evolucionado mucho, pero sigue teniendo un déficit, probablemente, en determinadas cuestiones. Yo no me llamo a engaño. Tiene dos grandes vectores que son el salario y la jornada y sé que va a seguir siendo, fundamentalmente, un pacto de rentas y de jornada. Pero, más allá de eso, se van incorporando elementos nuevos, como los planes de igualdad, y creo que en el futuro tendrían que incorporarse todavía más.
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Al hablar de jornada, los cuidados son una parte fundamental para las mujeres.
Efectivamente. Hace falta formación para poder tener una mirada transversal. Por ejemplo, la jornada pura y dura la puedes dejar ahí, en una vitrina, o puedes decir que esto también tiene una perspectiva de género. La distribución de la jornada también tiene una perspectiva de género y tenemos que saber verla para poder hacer algo con ella.
¿Tiene la negociación colectiva todavía una estructura masculinizada?
Estaba mirando una información que me han mandado desde el Consejo de Relaciones Laborales de Andalucía; tienen una cátedra sobre negociación colectiva y han sacado unas recomendaciones tipo para las comisiones negociadoras. Y una de las recomendaciones es que haya equilibrio entre hombres y mujeres en las mesas de negociación. Pues a lo mejor algo tan simple o tan complicado como eso tiene efectos importantes. Lo que pasa es que yo entiendo que, al final, todo el mundo es hijo de su tiempo. Corregir, ir cambiando, cuesta, pero los cambios se ven. Igual no al ritmo que nos gustaría, pero se ven.