Coronando una de las colinas con mejores vistas al paso fronterizo de Behobia, donde el río Bidasoa reduce su anchura considerablemente, las ruinas de Gazteluzahar fueron un día la primera línea de defensa guipuzcoana ante ataques franceses y navarros. Nadie lo hubiera dicho hace unas décadas, cuando la vegetación se había hecho con el castillo, dejando al descubierto poco más que unos atisbos de muros de mampostería en mal estado.
Pero con la maleza retirada y, sobre todo, tras el comienzo de los trabajos de recuperación arqueológica que están desarrollándose actualmente en los restos de la fortificación, Gazteluzahar empieza a parecer otra cosa. Con la piedra limpia y desnuda, es más fácil apreciar la anchura de sus muros, construidos en 1515 con la idea de resistir descargas de una artillería cada vez más avanzada tecnologicamente.
La construcción del castillo fue ordenada en 1512 por Fernando el Católico, encargando el proyecto al entonces alcaide de Hondarribia, Diego de Vera. La principal característica arquitectónica de la edificación es su planta triangular, con cubos de planta circular en sus vértices; el icónico diseño fue acogido por la Fundación Irun 1522, que conmemora este año el 500 aniversario de la primera batalla de San Marcial, como símbolo identificativo.
Aunque la batalla de San Marcial no tuvo lugar en la fortaleza, tomar Gazteluzahar era el objetivo inmediato de las tropas franconavarras que atacaron Irun en junio de 1522. Unos meses antes, en el marco de la Guerra de las Comunidades, los invasores habían tomado Gazteluzahar, mateniendo el fortín bajo control desde octubre de 1521 hasta primeros de junio de 1522, cuando los guipuzcoanos recuperaron el castillo.
Según las crónicas históricas, el 28 de junio las tropas navarras, que incluían entre sus filas a labortanos y mercenarios alemanes, trataron de sitiar Gazteluzahar con la intención de recuperar la fortaleza por su posición estratégica. Lo hicieron intentando cruzar el Bidasoa, transportando artillería pesada en gabarras. La estrategia no fue en absoluto exitosa, pues precisamente Gazteluzahar se había construido con la intención de repeler ese tipo de incursiones desde el río.
Una posición estratégica
San Marcial
Viendo que atravesar el Bidasoa tan cerca del fortín no era una opción, las tropas navarras lo vadearon río arriba, a más de un kilómetro del castillo y se instalaron en la cima del Monte Aldabe, desde donde se dominó Gazteluzahar. Fue en este momento en el que ocurrieron los sucesos que hoy recordamos como la primera batalla de San Marcial, con la distracción de las antorcheras y la victoria de los irundarras en lo alto del monte. Curiosamente, la importancia de Gazteluzahar no suele reflejarse como eje central en el relato de la batalla a pesar de que fue una pieza determinante para la victoria irundarra.
Pero después de ocupar una posición tan fundamental durante el episodio más popular de la historia de Irun, la vida útil del fortín llegó a termino al poco tiempo. Su desmantelamiento llegó en 1542, y los sillares desmontados fueron reutilizados para reforzar la muralla de Hondarribia. No hay unanimidad acerca de las razones que llevaron a las autoridades de la época a tomar la decisión.
La teoría más extendida apunta a que la orden de desmantelar el castillo la dio el propio emperador Carlos V, que tras visitar la fortaleza de camino a Flandes, determinó que su posición no era estratégica. La otra hipotesis plantea que el desmantelamiento lo provocó Sancho de Leiva, capitán general de Gipuzkoa y alcaide de Hondarribia, que escribió en 1539 y 1542 dos misivas quejándose del estado de las defensas de Gazteluzahar.
No obstante, la instalación volvió a tener un último uso militar durante la invasión francesa de 1719. Aunque se hicieron esfuerzos por reedificar el castillo en febrero de ese año, dos meses después Gazteluzahar capituló por última vez. Según narra Antonio Aramburu en el número 18 del Boletín de Estudios del Bidasoa, el 9 de diciembre de 1719 los franceses volaron el castillo utilizando más de 30 quintales de pólvora. El mismo cronista explica que en 1766 las ruinas fueron tasadas en 7.800 reales y que su primera propietaria, tal y como figura en los libros de actas, fue Petra Garburu.
Posteriormente el solar albergó un caserío, que tomó el nombre de la fortaleza. Muchos irundarras aún recordarán la edificación, situada en el interior de las ruinas, pues no fue derribada hasta finales de la década de los 90.
Actual mente, las ruinas son objeto de un proyecto que busca conservarlas y dotarlas de la importancia que siempre han tenido para Irun, de manera que Gazteluzahar pase a ser un atractivo turístico por su valor histórico. La ubicación del fortín es idónea, porque permitirá que la fortifiación pase a ser un elemento visitable dentro del Camino de Santiago, pero además su posición dominante sobre el Bidasoa posibilita que pase a funcionar como mirador sobre el río.
Por el momento, las tareas de limpieza y restauración ya han dejado una primera sorpresa: han aparecido los cimientos del cubo circular que da hacia el río. Hasta ahora, se creía que esa parte de las ruinas había sido totalmente destruida. Con esto, en unos pocos meses se podrán visitar los restos de Gazteluzahar como no se habían visto desde hace al menos 300 años. Las previsiones para el fin de los trabajos apuntan a que la actuación finalizará en torno al mes de diciembre. l