Nada que pudiera tener que ver con la historia sobre una familia judía de la vieja Rusia de la que hablaba un afamado musical de Broadway. Desconozco si el chico es o no hábil al violín o lo ha tenido alguna vez entre sus manos, pero sí sé que desde un par de años atrás ha venido relacionándose con un tejado, o tejadillo, bien diferente al que se encaramaba el violinista de la historia original.
Octavio Arranz Prado es un pelotari llegado del foro. Allí nació, en La Paz, en septiembre del 93. Vecino de Buitrago de Lozoya, a los pies de Guadarrama, con ascendencia en Caleruega y Moradillo de Roa, poblaciones burgalesas donde la afición a la pelota continúa vigente. Millán y Rosa le trajeron al mundo y, casi desde el principio, se aficionó al juego; “mis dos abuelos jugaron a mano y con el tío David jugué muchas veces a frontenis en mis años de niñez”. Octavio es frontenista, pero un día, no hace mucho, en cuanto probó el trinquete junto a Sagarzazu –un guipuzcoano que jugó el último mundial de la modalidad–, Ane Isasmendi y Asier Esnaola, quedó enganchado. “Al principio me volvía loco, metía latigazos pero hacía poco daño… excepto si les pegaba a ellos; andaban más que preocupados por eso”, reconoce. Era 2021, recién llegado casi a Vitoria y reengancharse al frontón tras siete fuera. Licenciado en Ingeniería Naval, había pasado los últimos años sin pisar una cancha. Los estudios primero, y el trabajo más tarde, fueron su prioridad. Conoce a la que hoy es su mujer, Leticia, una mirandesa de Gasteiz que, tras años en Madrid y en el extranjero –Colombia e Irlanda– regresan a casa. La vida les hace un guiño y les presenta un plan de futuro: “nuestra vida en común iría a desarrollarse en Vitoria. Aquí retomé el frontón”. Se apuntó al club Zidorra y acabó en Errekaleor junto a Edu Lobato y Mateos. “Me había cruzado con ellos en más de una ocasión y no tardé en meterme en la cancha con ellos”. Ganó el Provincial del 22 con Bustinza delante. Como buen jugador de frontenis, no tardó en integrarse en el grupo, al que aportó una técnica depurada y un juego técnico y muy estético. No obstante, él quería otra cosa. Quedó prendado del trinquete y de la paleta argentina; “era muy diferente, aunque la pelota presentaba cierta similitud con la de frontenis. Era dinámica, vistosa. Podía hacerlo bien, pensé”. Pidió entrenar con los de goma argentina. Bombín le abrió las puertas de los entrenos y se quedó.
En Buitrago de Lozoya había un buen grupo de frontenis. A los 9 años se juntó a Millán, hermano tres años mayor, y “empezamos a jugar juntos y competir”. Lo mismo con pelota lenta, con rápida u olímpica. De 2006 a 2010 –“mi mejor año, pues quedamos subcampeones de España de cadetes: Daniel Escolano, reserva del equipo de Castilla la Mancha, y yo”–, hizo carrera con la Selección Madrileña en los torneos de la Comunidad, de Castilla y en los estatales. Luego llegó una lesión de espalda que le tuvo dos años en la reserva y, en cuanto recuperó cierta normalidad, a la edad en que todo joven debe decidir qué hacer con su vida, fue dejándolo poco a poco para dedicarse por entero a los estudios, que ya eran prioridad.
La temporada 21-22 la tomó como transición. Mezcló frontenis y trinquete, donde se estrenó junto a Hodei Otxandiano; “creo que quedamos penúltimos, quizá los últimos, en el Provincial de primera categoría, pero no lo hicimos tan mal”, recuerda. Se adaptó bien a la nueva modalidad, supo hacerse al paletón, aprendió a disfrutar y “vi que tenía por delante un ancho margen de mejora”. Entrenar con los mejores le ha permitido crecer y acercarse a ellos. Se maneja con un estilo diferente a todos. Se coloca distinto, golpea distinto y de diferentes maneras; aún conserva características del juego en pared izquierda con la raqueta, fundamentalmente con el revés alto a dos manos y el golpe con la derecha, raso y violento, que obliga al rival a estar siempre bien colocado.
En la 22-23, “más fino, mejor puesto…” ha repetido experiencia junto a Otxandiano. En la fase regular, con algunas derrotas y nervios y aspectos por pulir, “fuimos preparando el camino hacia la txapela”, que se ganó en una final épica contra la pareja de imbatidos Koldo López de Subijana y Gorka Urturi, 30-29.
“Octavio es un pelotari técnico de cuna”. Así le define su compañero de Edu Lobato, frontenista como él, que ya le conocía años atrás, cuando nuestro protagonista mostraba todas sus cualidades en el frontón. Es técnico, domina los efectos y le pega “muy violento”. “En tres años será de los mejores”, dice. “Dejó el frontenis”, opina Lobato, “porque con la pre olímpica se aburre”. El madrileño es “un tipo educado, muy correcto en la cancha, y se exige demasiado a sí mismo”. En resumen: lo tiene todo, pero necesita “ganar experiencia y controlar un poco mejor la pelota; tanta potencia y velocidad le llevan al error”, descubre Ariel Musri, que ha sido paletista de referencia y muchas veces campeón con la argentina. “Es un chaval serio, gran deportista, buenísimo en el trinquete”, reconoce el presidente de su club Julián González.
El subcampeonato de España en Iscar en el 2010 y el título de este año en el trinquete “son mis dos mejores momentos”. Lucir txapela –“me veo raro con ella”– en el tejado “me ha hecho muy feliz”. “El primer día en el trinquete” recuerda, “Sagarzau me metió 28 saques, andaba perdido, pero supe que ese era mi sitio”. El trinquete y también Vitoria “son ya mi sitio. Me gusta la cultura, la comida, el monte, soy mendizale” confiesa, así, en euskera. “El idioma es otra cosa, pero me estoy haciendo”.
Con Arranz tenemos pelotari para rato. Álava cuenta con un pelotari que domina dos modalidades. Aunque se encuentre feliz en dos escenarios diferentes, él ya ha elegido. Es un hombre de tejado y paletón. Un frontenista de trinque. Un pelotari de Madrid, con txapela y todo, adoptado para la causa, del que la Federación Alavesa echará mano los próximos años.
Octavio, augusto pelotari, un hombre reconvertido, al que nuestro deporte le corre por las venas pese a venir de fuera, es hoy uno más de entre nosotros. Y está dotado, tocado por la varita para el frontón. Un gran especialista en pared izquierda con la raqueta y por hacerse y convertirse en un virtuoso del trinquete, junto al tejado, con su mágico instrumento para enamorarnos a todos. Será el trinquetista de los efectos de oro.