Después de once jornadas de sufrimiento y desesperación, el Deportivo Alavés consiguió este domingo vencer al Valencia y, de esta manera, romper su mala racha y avisar a todos sus rivales por la permanencia de que aún no se ha rendido. Además, lo hizo en Mendizorroza, donde, gracias a los goles de Mamadou Loum y Joselu Mato, la afición babazorra pudo volver a disfrutar de un triunfo de su equipo y, por qué no, recuperar una confianza prácticamente perdida hasta entonces.
Para afrontar la visita de los pupilos de Bordalás, Mendilibar –en la grada por sanción– optó por incluir la mayor cantidad de cemento posible en el once. Salvo por la entrada de Tenaglia, la portería (Pacheco) y la zaga (Laguardia, Lejeune y Duarte) se mantuvieron invariables respecto al partido frente al Elche; el centro del campo fue para el trivote defensivo Escalante, Loum y Pina; en las bandas repitieron Jason y Rioja; y la punta solitaria fue para Joselu Mato.
En lo tocante al choque en sí, el arranque del Alavés no fue como el de la semana pasada en el Martínez Valero. Se podría decir, incluso, que fue todo lo contrario, pues, a la inversa que contra los franjiverdes, los albiazules saltaron al césped conscientes de la importancia del encuentro y, sobre todo, concentrados y enérgicos para aprovechar cualquier relajación de los visitantes, lo que les permitió disponer, en las botas de Loum, la primera ocasión clara de la tarde en el Paseo de Cervantes.
Un minuto y medio después de que Cordero Vega señalara el inicio del partido, el centrocampista senegalés se sumó al ataque y, aprovechando una bonita –y casi acrobática– asistencia de Joselu, se plantó dentro del área valencianista dispuesto a abrir la lata, pero, para la agonía de Mendizorroza, su fusil se encontró con la mano de Mamardashvili. Por fortuna, esta no fue la única aparición del campeón de África en terreno che y, cerca del cuarto de hora de juego, volvió a ser protagonista.
Previamente, eso sí, tuvo que actuar Pacheco, quien, gracias a una gran estirada, evitó que Guedes adelantará al equipo de Bordalás con un potente remate desde la frontal que, tal vez, asustó a la grada babazorra, pero no a los jugadores. Porque, como se ha adelantado, Loum –imperial durante todo el encuentro– emergió por segunda vez y, tras un cabezazo de Escalante en la salida de un córner que despejó el portero georgiano, envió el balón al fondo de las mallas desatando así una emoción casi olvidada entre los seguidores alavesistas.
A partir de ese momento, los vitorianos continuaron firmes en defensa y trataron de castigar al contraataque mientras el Valencia, por su parte, no conseguía acercarse a la meta del pacense. Ahora bien, aunque no acaecieron más ocasiones claras en la primera mitad, sí que hubo tiempo para la polémica. En este sentido, los visitantes reclamaron penalti por una falta de Pina sobre Soler cuando el juego estaba parado y, por tanto, la decisión del colegiado cántabro, acertada, fue únicamente mostrar la tarjeta amarilla al manchego.
Tras el paso por los vestuarios, el técnico che intentó agitar el partido con la inclusión de tres hombres muy ofensivos como Bryan Gil, Hugo Duro y Maxi Gómez, que iniciaron el choque en el banquillo debido a su participación en la eliminatoria copera del jueves. Sin embargo, los cambios no tuvieron el efecto deseado y el Glorioso no solo no se achantó, sino que buscó ampliar su ventaja.
Por desgracia, las dichosas manos que tanto han perjudicado al Alavés en los últimos años reaparecieron y, en una acción bastante cuestionable –teniendo en cuenta las penas máximas que no se están pitando en LaLiga esta temporada–, el árbitro señaló penalti a Jason; y Guedes, aunque Pacheco estuvo muy cerca de evitar el gol, no perdonó desde los once metros y colocó el empate en el electrónico.
En ese momento, Mendizorroza pensó que todo se desmoronaría por enésima vez, pero no fue así. Los babazorros continuaron metidos en la contienda, incluso con mayor intensidad que el Valencia, y el fútbol, justo por una vez, respondió a ese esfuerzo con un premio en forma de penalti como consecuencia de una falta de Musah a Escalante. Entonces, Joselu asumió la responsabilidad y, con una tranquilidad abrumadora, engañó a Mamardashvili y puso el definitivo 2-1 en el electrónico a falta de 14 minutos –y un infinito añadido– para el final.