Gernika
AL filo de las nueve de la mañana la gente del campo miraba al cielo amenazante con su color panza de burra. La falta de agua, decían, la pobreza climatológica por aquello de la ausencia de lluvias y las consabidas sequías han mermado la producción. “Mecagüen. Solo falta que hoy llueva”, tronaba una voz anónima desde un puesto. Pensaban igual en los 293 puestos desplegados como un escaparate del agro vasco, dispuestos a celebrar el año del reencuentro con efusión. No por nada entre todos llevaron hasta el Último Lunes de Gernika la alegría de la huerta y las riquezas de los baserris –panes y quesos, miel y flores, artesanía orfebre, maquinaria agrícola y un sinfín de tesoros más...– . El cielo clemente apretó el puño para contener la lluvia que amenazó durante todo el día hasta que la tormenta rompió a última hora de la tarde. Y gracias a semejante caridad la gente del recuento apuntó que en torno a las 125.000 personas pasearon por esas galerías de la naturaleza, pese a la huelga de 24 horas que mantuvieron los trabajadores de Bizkaibus Busturia Lea Artibai (BLB).
Hubo, eso sí, más fotografías digitales –la gente desenfundaba los teléfonos móviles con la destreza y habilidad de Billy, El Niño...– que compras, quizás también porque la merma de las cosechas de la que les hablaba antes provocó que la Bolsa del agro vasco cotizase al alza en esa suerte de Wall Street en el que se convierte Gernika en días como el de ayer.
En los puestos se entremezclaban mujeres vestidas de casheras con el pelo teñido de rosa con hombres ataviados con kaiku y txapela, todo un clásico. Entre ellos se vivían escenas singulares: por ejemplo Karmelo Landa iba a traduciéndole a la joven Naiara –euskera-inglés– el nombre de los productos agrícolas. En otro puesto habían alfombrado un mapa de Euskal Herria con un tapiz de brócoli, donde un tomate cherry señalaba la ubicación de Gernika.
El talo, la sidra y el txakoli, el queso y los productos frescos de los baserritarras volaban de las manos en un sprint de compras, habida cuenta que a partir de la hora del angelus la gente, como diría Jose Antonio Basteguieta, Marco, tenía “calambres en el estómago”. Tras dos años de sequías de celebraciones por culpa de covid había un afán casi febril por compartir con la familia o entre cuadrillas; por primera vez o como de costumbre.
Era Gernika reverdeciendo, recuperando la color, que decía antaño. Se supo entonces, cuento los amaketakos se contaban a millares, quienes fueron los ganadores del certamen; en hortalizas triunfó Goreko y la quesería Gienetxe de Beñat Egaña de Mutriku se hizo con el premio al mejor queso (luego les cuento....); Garikoitz Llona fue el mano de santo en miel de mil flores, mientras que Javier Larrinaga, de Kortezubi, lo hizo en la categoría de miel de brezo. Bizkaia Berri impuso en frutas, Ortuberri de Iurreta en flores; la bodega Berezia de Gamiz con su sello Uriarte en txakoli blanco, la bodega Butroi con su Sasine en rojo, y, por último, Magalarte de Lezama, en tinto.
De Marco, les hablaba. Se rumoreaba que este año no, que este año no iba a subir con su blusón para guiar la subasta del queso, del adorado oro de Gernika. Apareció en escena a media mañana, mermado de fuerzas y diciendo, sotto voce, que hay que buscarle un sustituto, a quien quisiera oírle. Saludó a un sinfín de gentes (entre ellas, a la canaria Mari Carmen Alvarado, asombrada con el espectáculo...) e incluso desplegó algo de humor en ese sketch en el que le espetó a uno “tú lo que tienes que hacer es pujar” cuando le pidieron que arrease de lo lindo en la subasta. “¡Porque no te veo ya para empujar!”. En la subasta, que se redujo solo al queso ganador (Marco no estaba para más trotes...), el restaurante de Gernika Mil Colorao pagó 6.100 euros por media unidad del queso de Beñat Egaña (Goienetxe) de Mutriku. Una cantidad que se destinará al hogar de jubilados Residencia Calzada.
Entre la concurrencia se vieron un puñado de disfraces de Halloween y conversaciones singulares como la del pintor Jesús Mari Lazkano con el presidente de Petronor Emiliano López Atxurra, pongamos por caso. La clase política pasó por el encuentro a media mañana y a la hora de comer el Zallo Berri (allí comieron los miembros del jurado del queso, compuesto por José Miguel Olazabalaga de los restaurantes Aizian y Melia Bilbao; Beñat Ormaetxea del Jauregui Barria; Daniel García del Zortziko; Ricardo Pérez del Yandiola; Sergio Ortiz de Zárate del Zarate; Zigor Iturrieta del Txoriene; Javier García del Boroa; el actor Joseba Uribarri y la enóloga Ana Martín...) y el Boliña Viejo eran dos templos. Echada la tarde, arreció la lluvia y el frontón acogió un festival de las Gernika Jaia Alai Winter Series. A cubierto, fue todo un éxito. l