En las horas previas a la final de la Supercopa, el mensaje de entrenador y jugadores del Athletic fue contundente: saldrán a conquistarla, están convencidos de que la victoria es accesible. Llegados a la cita cumbre con pleno merecimiento, cualquier otro enfoque carece de sentido. Rebuscar motivos que induzcan a dudar del potencial propio a nada conduce, máxime porque pese a no tener inconveniente en reconocer que enfrente espera un enemigo de superior potencial, se trata de una oportunidad de esas por las que cualquier equipo suspira y sin embargo solo los elegidos disfrutan. El Athletic se ha ganado el derecho a disputar noventa minutos, quizás 120, reservados a una minoría selecta. Un privilegio que ahora parece hasta normal dado que los rojiblancos son los actuales campeones del torneo y por segundo año consecutivo han accedido al mismo, aunque la historia desmienta dicha impresión.
En el palmarés aparece la hazaña de doce meses atrás y el título obtenido en 2015, no menos meritorio, lo cual pudiera dar a entender que el Athletic es un especialista en la Supercopa, cuando en absoluto oposita a tal consideración. De hecho, su participación a lo largo de las 37 ediciones celebradas no pasa de muy esporádica. En las antípodas del Barcelona, que acumula 24 finales, o el Real Madrid, con 17, auténticos reyes de una competición que ha probado diversos formatos, que no siempre ha tenido la estima de los clubes porque se colaba con calzador en el calendario y que en esta década ha adquirido un vuelo impensable al calor de los dineros que invierte Arabia Saudí.
Los datos señalan que objetivamente al Athletic le corresponde el rol de intruso. Es el invitado al que los organizadores no hubiesen convocado de haber estado en su mano la selección de los participantes. Pero se ha colado, saltándose la jerarquía oficial en que se inspira este concepto moderno de la Supercopa, lo cual de por sí ya constituye un éxito. Al fin y al cabo, una entidad empeñada en vivir a contracorriente, de espaldas a la globalización que domina el fútbol de elite, qué mayor aspiración puede albergar que ocupar un asiento en la mesa de los poderosos.
once de gala
Yendo a lo deportivo, hoy de nuevo asume la condición de víctima. Frente al Madrid no cabe una posición de salida diferente. Que le venciese en este marco en la semifinal del año pasado carece de peso al haberse cruzado en liga recientemente en dos ocasiones, ambas saldadas con derrota. Buena imagen y derrota, en el Bernabéu y en San Mamés. Fueron encuentros donde prevaleció la calidad, esa baza tan exclusiva que decanta marcadores al margen de cuál sea el desarrollo del juego. El Athletic exhibió soltura, atravesó por fases delicadas y cedió por márgenes mínimos, no sin hacer sufrir a los chicos de Ancelotti, encomendados en última instancia a Courtois y Benzema.
En la alineación del Madrid es segura la ausencia de Carvajal, positivo en covid-19. Por lo demás, se anuncia el once de gala, con la entrada de Alaba, central que defiende y colabora en la creación. El foco apunta a Benzema y Vinicius, acaparadores impenitentes del gol, si bien es en la tripleta de centrocampistas donde descansa el secreto merengue. Si Modric y Kroos están cómodos, escoltados por ese consentido de los árbitros llamado Casemiro, el fútbol fluye, la aparente lentitud de los interiores se transforma en un control muy dinámico o en velocidad de vértigo, indistintamente.
Son aspectos que Marcelino conoce de sobra, también sus hombres. ¿Quiénes serán? Pues, la inmensa mayoría de los que vencieron al Atlético. De no mediar pegas físicas, repetirán Simón, Yeray, Iñigo, Balenziaga (Yuri necesita tiempo para asumir la titularidad), Dani García, así como Muniain e Iñaki Williams. Si cualquiera de los citados no figurase en el arranque, estaría justificado hablar de sorpresa.
lekue, vesga, nico...
En cambio, se puede especular con la identidad del lateral derecho: acaso Lekue releve a De Marcos para emparejarse con Vinicius. En la media, la baja de Vencedor concede una opción a Vesga, pero Zarraga es un complemento más apropiado para Dani García pensando en la transición del equipo hacia el ataque. Por cierto, en los duelos de diciembre con el Madrid, Zarraga actuó por la derecha, Marcelino le prefirió a Nico Williams o Berenguer, a fin de reforzar la zona ancha. Apostar por los tres medios disponibles a la vez es una alternativa más improbable.
Sancet viene jugando más que Raúl García y ese es el orden que se presupone para hoy, aunque el joven fue sustituido en la semifinal supuestamente porque Marcelino le vio muy desgastado. La gran cuestión, si Marcelino es fiel a su modo de gestionar el grupo, esto es, que no suele retocar nada, menos si el resultado previo es favorable, se refiere al ala derecha. Quiere que Berenguer recupere sensaciones, pero le está costando más de la cuenta. Y qué decir de Nico Williams, brillante en la Copa y el jueves en el King Fahd Stadium. Habrá minutos para los dos, pero parece que el crío se ha hecho acreedor a un sitio en el bloque. Es la pieza que dota de profundidad al trabajo ofensivo, rompe líneas y hasta adorna su rendimiento con acierto en el área. No obstante, ante la previsión de una batalla de largo recorrido, en la línea de la semifinal, puede que Marcelino se incline por Berenguer, convencido de que la vivacidad de Nico será más determinante con el cronómetro avanzado.