Alice es una joven viajera que se descubre en el lugar y el momento equivocados. Yakuza, honor, amor e intrigas se entrelazarán en las páginas de La salamandra desnuda para dar forma a la novela del autor santanderino, medio bretón e ingeniero de caminos, Yves de Villegas.
¿Qué tiene el continente asiático que encandila tanto a un medio bretón nacido en Santander?
(Risas). Pues fue el mundo laboral. Cuando era joven entré como responsable de exportación de la patronal de industria española, y mi labor era vender proyectos industriales en China, India, Japón..., en todo Asia. Desde el primer momento, el hecho de tener que venderle a alguien algo hace que lo tengas que conocer primero. Saber sus costumbres, cómo invitarle a cenar, hacerle regalos, cómo traértelo a España de visita a las fábricas, etc. Hay que conocer en profundidad la idiosincrasia de cada uno de los países, y una de las más extraordinarias es la de Japón, que se diferencia muchísimo de la nuestra, es casi opuesta en muchos aspectos. Es un país que enamora de una forma increíble por su geografía, por la amabilidad de su gente, por el refinamiento de su comida... Pero por otra parte tiene un mundo muy oscuro e interesante, el de la mafia y de otras muchas cosas que yo desde el principio dije: “Esto lo tengo que escribir algún día”, y aunque han pasado muchos años lo he conseguido plasmar en una novela.
Muchos de esos choques culturales, como bien adelanta, los vemos en esta novela. Cuando llegó por primera vez, ¿qué fue lo que más le impactó?
Lo que más impacta es la falta de conexión que hay con sus habitantes. Desde el saludo inicial, al diálogo entre ambos, no existe el concepto de sinceridad que en otros países en los que he trabajado y vivido hay. He trabajado y vivido en Alemania, y el alemán es opuesto. El alemán te dirá sin conocerte a la cara que tu propuesta económica es una mierda, o que tu contrato le está intentando engañar, y te lo dirá a los cinco minutos de conocerte. El japonés sin embargo nunca es sincero, nunca dice que no, nunca quiere ofenderte, nunca quiere salirse de la línea, y es un gran problema en el ámbito de los negocios sobre todo. No sabes qué está pensando, si está satisfecho con tu trabajo o no. Eso es lo primero que choca en el sentido negativo. En el positivo, todo. La geografía del país, la cultura del agua, la belleza de ese mundo místico de los templos..., esa cultura extraordinaria que tienen desde el punto de vista literario y de cómic. Y por supuesto la gastronomía japonesa, que es alucinante.
Esos son los choques que le han impactado a usted. A los lectores que se embarquen en esta lectura, ¿qué cree que es lo que más les va a impactar?
Bueno, esta novela tiene tres patas bien diferenciadas. Una de ellas es el protagonista de Japón, de sus costumbres, e incluso de su mitología. Lo segundo es la relación entre las dos chicas, una relación que tiene un componente erótico importante. La historia de Yuriko y Alice. Y luego, por supuesto, la aventura. Hay mucha aventura y mucho thriller. Peligros, rozar la muerte de una forma además refinada y peligrosa. Ahí entra la Yakuza, pero si tuviese que definirla con una sola palabra me gustaría hacerlo como que es una novela de amor. Cómo el amor supera las diferencias sexuales y culturales tan importantes, y que el amor está por encima de todo, que es un poco el mensaje de mi libro.
Hablando de rozar la muerte, Alice, la protagonista, se ha enfrentado a ella ni más ni menos que cuatro veces. ¿Cree que eso le ha hecho vivir la vida de una forma diferente? ¿Cómo se afronta la vida después de haber tenido la muerte tan cerca tantas veces?
Bueno, esto no es tan extraordinario. Si tú lo piensas, cualquier persona que lea el libro si se mira hacia dentro puede descubrir veces que ha estado a punto de morir, ya sea por un accidente, enfermedad, o tener a alguien cercano que lo haya sufrido. Yo mismo, estando en Birmania, estuve a punto de morir. Estuve a punto de pisar una serpiente supervenenosa, y sin embargo el guía que estaba conmigo me dijo que era una suerte inmensa haber estado a punto de morir y no hacerlo, porque en la superstición asiática al que le ocurre eso va a ser muy afortunado en la vida (risas). Pero efectivamente, Alice ha estado a punto de morir, y una de ellas de forma muy traumática. Es un trauma que arrastra y le afecta en su vida diaria. Y se encuentra en estos momentos, con esos treinta años que tiene, en Japón, deseando volver a su casa porque no acaba de encontrar su sitio en el mundo, como a todos nos ha pasado alguna vez en la vida.