Vivimos una época en la que lo nuevo convive con lo antiguo. De ahí la explosión en los últimos años, por ejemplo, de los discos de vinilo, la ropa de segunda mano o aplicaciones como Wallapop y Vinted. Es tan fácil como cambiar las palabras ‘antiguo’, ‘viejo’ o ‘pasado de moda’ por ‘vintage’ y ya suena mucho mejor e incluso se puede hacer negocio con ello. Una vieja chaqueta bien cuidada puede costar más que un diseño de último modelo. Y lo mismo pasa con una furgoneta Volkswagen.
En los juguetes para los niños esa cohabitación ha sido siempre más natural porque hay juegos que, por mucha revolución tecnológica que llegue, siempre estarán presentes. Quién no tiene un parchís, una peonza, el clásico Monopoly o una muñeca en casa junto a los últimos gritos en juguetes electrónicos. Pero aun así ha sorprendido la vuelta de un juego que triunfó a finales de los 90 y que parecía haber quedado desfasado hace muchos años.
Se trata del tamagochi, una mascota virtual creada en Japón que vive dentro de un pequeño aparato electrónico en forma de huevo y a la que hay que cuidar y alimentar a diario. De forma digital, claro. Un invento que comenzó teniendo una pequeña pantalla en blanco y negro y pixelada y que les otorgó a sus creadores el Premio Nobel de Economía en 1997.
Aunque su época de esplendor terminó hace 20 años, espontáneamente vive nuevos períodos de popularidad, como ha pasado toda la vida con las peonzas, los yo-yos o las ‘manos locas’, que de vez en cuando retornan con fuerza sin saber la razón. Y el tamagochi lo ha hecho, con tanta intensidad que los Reyes Magos han visto cómo se ha agotado en casi todas las tiendas, y a pocas horas de que lleguen desde Oriente es casi imposible conseguir uno, lo que hará que más de un niño o niña se lleve un disgusto cuando abra los regalos.