Ha llegado el momento de decir adiós a la inspectora Elena Blanco y la BAC después de cinco novelas.
¿Cómo está siendo la despedida?
Agustín Martínez: Hombre, da un poquito de pena, pero por otro lado es muy satisfactoria, porque estamos contentos con la recepción que está teniendo la novela entre los lectores. No es fácil cerrar una serie que ha funcionado muy bien, con un montón de lectores que le tienen cariño a Elena Blanco y plantear un final que sea satisfactorio. Yo creo que lo hemos conseguido con El clan, que la gente está respondiendo superbién.
La gente le tiene mucho cariño a Elena Blanco, pero no sé si ustedes se lo tienen tanto, con todos los aprietos en los que la ponen.
Jorge Díaz: Sí, nosotros le tenemos muchísimo cariño a Elena Blanco. Nosotros estamos donde estamos entre otras cosas gracias a Elena Blanco y a la BAC, a esa familia disfuncional que han formado todos y que parece que en el final de su vida se desmorona. Pero claro, los escritores, los guionistas, tenemos una forma muy distinta de querer. Cuando un personaje nos gusta buscamos qué es lo peor que le puede pasar, porque sabemos que eso nos va a traer muchas satisfacciones. Entonces, a Elena Blanco la verdad es que se lo hemos hecho pasar muy mal. A la BAC en general. Pero eso quiere decir que nos hemos divertido con ellos. Cuando un personaje no nos llena lo que hacemos es dejarlo morir, no en el sentido literal.
Que a veces también.
Agustín Martínez: A veces también (risas).
Jorge Díaz: Siempre nos preguntan qué fue de dos chicas que salieron en Las madres que pertenecían a la sección y no lo sabemos.
Agustín Martínez: A esas no les cogimos tanto cariño (risas).
¿Alguno de los tres sufre especialmente con lo que le pasa a Elena y a los integrantes de la BAC?
Antonio Mercero: Sí, yo sufro las cosas porque tengo corazón. Mis compañeros son dos desalmados (risas). Ellos piensan que es una exageración, pero yo lloré con el final de El clan, escribiéndolo. Me daba mucha pena terminar. Es como despedirse de alguien muy querido, hay que hacer un duelo. Creo que esa es buena señal, que el personaje ha saltado un poco del papel y ha cobrado una identidad extraña, como casi real. Es algo más que un personaje, eso siento yo.
De todas formas, es un adiós a Elena Blanco, pero ni mucho menos eso significa que Carmen Mola también se despida, ¿verdad?
Agustín Martínez: No, Carmen Mola no ha terminado. Seguiremos escribiendo. Carmen Mola seguirá publicando libros mientras nos dejen, fundamentalmente. Nos lo seguimos pasando bien, nos sigue apeteciendo escribir juntos. Hay una cosa que hemos hecho con Carmen Mola de la que yo estoy muy orgulloso. Y es que no nos hemos quedado nunca en la zona de confort del escritor, nunca nos hemos quedado en el sitio más cómodo.
También van a escribir alguna por separado.
Jorge Díaz: Sí, nuestra intención es el año que viene publicar cada uno una novela, como hacíamos antes de que existiera Carmen Mola. Aunque queremos seguir con Carmen Mola teníamos el capricho de volver a sacar una novela personal que no tuviera nada que ver con Carmen Mola, que no se pareciera a Carmen Mola, y vamos a sacar una cada uno a lo largo del año que viene.
A lo largo de estos cinco libros de Elena Blanco nos han demostrado que la BAC está hecha de otra pasta. ¿Sienten que sus lectores también?
Antonio Mercero: Sí, una de las cosas que hemos descubierto es que hay mucho psicópatas en la masa lectora (risas). Porque la propuesta de La novia gitana con aquel asesino que metía gusanos en el cerebro de sus víctimas era un poco hardcore, era una apuesta decidida y arriesgada, y podría no haber gustado a la gente. Pero para nuestra sorpresa gustó mucho. Y de ahí hemos ido subiendo la apuesta. Hemos descubierto que el lector sobre todo está necesitado de emociones fuertes.
Ahora en El clan nos presentan una batalla de David contra Goliat en toda regla. ¿Cómo se consigue luchar contra los poderosos cuando estos te han debilitado hasta ese punto, como han debilitado a la BAC?
Antonio Mercero: Bueno, se consigue teniendo un aire temerario, decidido pero que roza lo temerario. Con mucha vocación de derribar al cáncer de la sociedad, pero en ese idealismo también hay algo de ingenuidad. Aquí al final en El clan lo que se cuenta es que puedes arrancar una cabeza pero enseguida sale otra. Es un demonio que se regenera. Es como un alien contra el que se puede luchar pero no ganar. Es como el mensaje algo desesperanzador de la novela, pero al menos ponemos encima de la mesa la reflexión e intentamos sacudir la indiferencia del lector, que es la de todos nosotros, hacia los problemas de desigualdad y hacia los abusos que se cometen por medio de las mafias ilegales que trafican con la desigualdad social y la tragedia ajena.