Inmenso, gracioso, serio, entrañable... A José Luis Fernández se le agotan los adjetivos para recordar a Don Diego Berguices, Don Diego para todos los vecinos de Otxarkoaga. "Era una gozada; fue capaz de que convertir la clase de Filosofía en la asignatura en la que mejor te lo pasabas, y eso que teníamos 14 años", rememora el que fuera alumno suyo en las escuelas de grado elemental cuya puesta en marcha lideró. "El trabajo que hizo por dar una oportunidad de futuro a todos los jóvenes y niños no tiene precio".
Grabado por méritos propios en la memoria colectiva del barrio, desde este lunes su figura tiene también un lugar en el callejero bilbaino. Una plazuela, situada entre los dos edificios de la Parroquia Santos Justo y Pastor, lleva su nombre y ha sido inaugurada esta mañana por el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, en un acto multitudinario, pese a la lluvia, que no ha hecho más que demostrar el cariño que sus vecinos guardan al sacerdote. "Había que agradecerle el esfuerzo que hizo por todos nosotros", afirmaba Fernández junto a Francisco, con el que comparte apellido y también compartió pupitre en su época. "Nos dio una oportunidad para formarnos y salir adelante en la vida; hubo gente que llegó a la universidad, algo impensable en el barrio en aquella época".
Berguices llegó a Otxarkoaga en 1962, coincidiendo con los inicios de un barrio inacabado en lo urbanístico y con falta de servicios; volcó sus esfuerzos en la infancia y la juventud, desde la perspectiva del ámbito educativo, liderando la puesta en marcha de las escuelas de grado elemental en los locales parroquiales, y la escuela de maestría, precursora de la Formación Profesional y base del actual Centro de Formación de Otxarkoaga, del que fue fundador. "Ningún niño se quedó sin poder estudiar en aquella época, recibía a todas las familias que tenían problemas. Llegó a dar clases en la sacristía de la iglesia; no había sitio en otros lugares y la convirtió en escuela", ha rememorado José Luis Achotegui, que compartió aquellos años con Don Diego. "Con él y su generosidad inmensa aprendimos a ser curas, alguien que estaba siempre para acoger a todo el que lo necesitara".
Pero su labor no se quedó ahí; también se encargó de organizar todos los veranos unas colonias para ellos en Bakio, impulsó la primera guardería del barrio, colaboró con las primeras asistentas sociales en la zona, y trabajó también para atender a personas con problemas de alcoholismo y enfermedad mental.
"Fue un hombre bueno, por encima de todo", ha resumido el alcalde, "un cura para la gente trabajadora de Otxarkoaga". Su gran legado, ha destacado Aburto, fue "sobre todo su forma de ser, los valores que él cultivó y el centro de Formación que sigue dando la oportunidad a jóvenes para labrarse un futuro profesional".
El obispo de Bilbao, Joseba Segura, también ha estado presente en el acto. "Era un hombre muy especial, con un gran carisma y cercanía a las personas que trabajó como sacerdote en un barrio duro", ha glosado su figura, que conoció a través de los testimonios de los vecinos los dos años que fue párroco en Otxarkoaga. "Su memoria sigue muy viva; todos te contaban detalles muy bellos de su personalidad, su espontaneidad, su cercanía... Y cómo ayudó a tantas y tantas familias con gran generosidad".
Emocionado, su sobrino José Ramón también ha recordado el lema que siempre movió la vida de Don Diego: "Primero, el que llama a la puerta y después, todo lo demás. Siempre estaba al servicio de las necesidades de las personas".