El clérigo chií iraquí Muqtada al Sadr ha anunciado este lunes su retiro definitivo de la política y el cierre de todas las instituciones afiliadas al 'movimiento sadrista', una decisión que ha provocado protestas por parte de sus seguidores en Bagdad.
"He decidido no interferir en los asuntos políticos, por lo que ahora anuncio el retiro definitivo y el cierre de todas las instituciones excepto el Santuario Sagrado, el Museo Al Sharif y la Autoridad del Patrimonio Al Sadr", ha indicado en su perfil de Twitter.
Posteriormente, la oficina de Al Sadr ha emitido tres decretos por los que está prohibido "interferir en todos los asuntos políticos, gubernamentales y mediáticos", así como "levantar consignas, banderas y cánticos políticos", o "utilizar cualquier medio, incluidas las plataformas de redes sociales, en nombre de el movimiento sadrista".
Las fuerzas de seguridad iraquíes han pedido a los manifestantes que se retiren inmediatamente de la Zona Verde, donde se encuentran la mayoría de edificios gubernamentales y legaciones diplomáticas, después de que los partidarios de Al Sadr intentaran llegar al Palacio Republicano, según ha recogido la agencia de noticias NINA.
La Policía antidisturbios iraquí ha intentado dispersar a la multitud con cañones de agua y ha decretado el cierre de la zona, asegurando que tienen el deber de "proteger la seguridad y la estabilidad", tal y como ha recogido el portal de noticias Shafaq.
Según informaciones publicadas por los medios de comunicación locales, algunos manifestantes habrían logrado entrar en la sede del Gobierno iraquí. Ante las tensiones en la capital, se ha cerrado la entrada sur de Bagdad.
El Comando de Operaciones Conjuntas ha anunciado un toque de queda en la capital que incluye a todos los vehículos y ciudadanos, a partir de las 3.30 horas, hora local, de la tarde de este lunes, mientras que el Consejo de Ministros ha suspendido sus sesiones hasta nuevo aviso.
En paralelo, las tres Presidencias iraquíes -- presidente del país, primer ministro y presidente del Parlamento -- han mantenido una reunión este viernes para tratar de encontrar una salida a la crisis política en Irak y celebrar una nueva ronda de diálogo nacional.
En este sentido, tanto el presidente iraquí, Barham Salí, como el presidente del Parlamento iraquí, Mohamed al Halbusi, han renovado su apoyo al primer ministro, Mostafá al Kazemi, al tiempo que han extendido la mano al movimiento 'sadrista' para afianzar el diálogo.
"La reunión pidió a todas las potencias nacionales que asumieran responsabilidad por la situación actual en el país, incluyendo la adopción de la tregua a todos los niveles y el cese de la escalada política", ha explicado la Presidencia en un comunicado.
Al Sadr, que llevaba semanas movilizando a sus cientos de miles de simpatizantes en Bagdad hasta el punto de haber tomado en dos ocasiones el Parlamento, exigió la disolución del hemiciclo y la declaración de nuevas elecciones, consciente del respaldo del que gozaba como líder de la formación más votada en los últimos comicios de octubre.
Los grandes derrotados de las pasadas elecciones, los partidos proiraníes, así como otros rivales del clérigo, habían pedido a Al Sadr que abriera la puerta a un gobierno de concentración, pero el religioso pidió en su lugar un gobierno de mayorías, proporcional al resultado de las elecciones.
En protesta por el bloqueo político, los diputados partidarios de Al Sadr se retiraron del Parlamento para dejar su mayoría en manos precisamente de los partidos proiraníes, concentrados en el llamado Marco de Coordinación.
Estaba previsto que el Tribunal Supremo de Irak se reuniera el martes para decidir si le compete solicitar la disolución del Parlamento iraquí, aunque la corte ha insistido desde el primer momento en que no le compete pronunciarse siquiera sobre la disolución por atentar contra la separación de poderes.
Las últimas parlamentarias, de carácter anticipado, fueron convocadas tras la grave crisis política en la que se vio sumido el país tras las masivas movilizaciones registradas en 2019, que forzaron la dimisión del Gobierno y la aprobación de una nueva legislación electoral.
Las protestas, que estallaron en octubre de 2019 y se saldaron con más de 550 muertos --según el balance oficial facilitado en julio de 2020--, supusieron una nueva muestra del desencanto de la población con la clase política ante los numerosos casos de corrupción, el mal estado de los servicios públicos y la crisis económica imperante en Irak.