Cultura

El matrimonio que paseaba por el neolítico

Navarra y Aragón han firmado un convenio para ordenar los restos arqueológicos del yacimiento de Alto Vico I, descubierto gracias a las excursiones familiares del psiquiatra estellés Miguel Ángel Zuazua, ya fallecido, y su mujer, Gisela Wegener
Gisela Wegener, que cumplió 83 años en marzo, posa en su museo. Llegó a Pamplona desde Bremen en 1962 para trabajar como terapeuta ocupacional en el hospital psiquiátrico.

Miguel Ángel Zuazua Barreiro trabajaba como psiquiatra en el hospital de Soto. Natural de Estella, era un hombre inquieto, con muchas aficiones, al que le gustaban “las piedras y los minerales”. Un día recibió a un paciente de Lobera, que está en Aragón pero cerca de la muga con Navarra. En cuanto supo de los gustos del médico le llevó cinco hachas de piedra prehistóricas como quien no quiere la cosa. “A partir de entonces, comenzamos a ir a esa zona todos los fines de semana”, recuerda Gisela Wegener Flick, viuda del psiquiatra, que falleció en 2017.

Era 1981 y el matrimonio arrancó ahí varias décadas de excursiones a las Cinco Villas aragonesa, una comarca de barrancos y encinares, partida por el río Onsella y llena de piedras. Todas las que recogieron, fin de semana tras fin de semana, hasta reunir un auténtico tesoro. Por supuesto, no lo sabían. Pero las más de mil piezas que durante años recuperó el matrimonio y que guardaron y cuidaron con mimo forman parte del conocido como sitio del Alto Vico I, un yacimiento epipaleolítico-neolítico que se estudia desde 2018, poco habitual en la zona y “extraordinario” por la cantidad y calidad de los vestigios. Hasta el punto de que a finales del año pasado, el Gobierno de Navarra firmó un convenio con el de Aragón para “reordenar” piezas de ambos territorios que se guardan en el del vecino, y entre las que están las del matrimonio Zuazua-Wegener.

Las piezas todavía no se han trasladado. Pero es cuestión de tiempo porque Navarra y Aragón tienen muy avanzado el inventario de qué materiales harán el camino de ida y cuáles de vuelta. Y los de la colección familiar irán a Aragón.

En manos de los técnicos

Entra dentro de la lógica. Hace cinco años, cuando murió su marido, Gisela y su familia consideraron que lo más razonable era que esa colección pasara al Gobierno de Navarra, y que fueran los especialistas los que decidieran sobre el futuro de las piezas, que se recogieron desde la curiosidad, con ese romanticismo de quienes querían colaborar con la recuperación del patrimonio.

Gisela tiene muy frescos los recuerdos de aquella época porque fueron “los mejores años” de su vida, cuenta con generosidad.

Nació en Bremen, “el land más pequeño de Alemania”, en 1939. Es una niña de la guerra. “Los primeros seis años de mi vida los recuerdo más en el búnker que en casa”, reconstruye. Llegó a Navarra en 1962 para trabajar como terapeuta ocupacional en el psiquiátrico. De casualidad. “El director del hospital [por Federico Soto] era muy especial, muy famoso y muy bueno”, recuerda. Una hija del psiquiatra se casó con un médico valenciano al que mandó a Hannover para ver cómo funcionaban los centros de este tipo en Alemania. Volvió con ideas y con gente. Entre ellas Gisela, cuyo viaje a Pamplona duró cuatro días en coche. Vino con su abuelo.

Yacimiento importante

Ahora le gustaría que los restos de su colección sirvieran “para los estudiantes”, para que se divulgara el patrimonio de una zona “ideal” que conoce bien: “Navardún, Lobera, Longás, las sierras de Santo Domingo...”. Allí se han hecho recientemente estudios que han acreditado la riqueza del lugar. Las actas del III Congreso de Arqueología y Patrimonio aragonés de 2019 recogen un artículo del investigador Lartaun Pérez López que detalla que fue la labor de unos aficionados durante décadas la que permitió “la identificación de un nuevo sitio arqueológico”.

Este yacimiento está compuesto por “1220 artefactos” de “materiales prehistóricos pétreos”, casi todos ellos de sílex, pero también de cuarzo, cuarcita, fibrolita y corneana. Destacan herramientas valiosas, como tres hachas de ofita y otras cuatro fracturadas por el filo, por lo que podrían ser azuelas, parecidas a los picos. El hecho de que haya restos “de cada uno de los pasos de la cadena operativa permite intuir, siempre con prudencia, la importancia que tuvo este yacimiento”, detalla el artículo. Todo esto invita a considerar la existencia de un taller y “permite plantear, a modo de hipótesis, la existencia de un posible hábitat continuo en este sitio”. Sería un hallazgo extraordinario. Y lo sería gracias al matrimonio navarro que durante décadas paseó por el neolítico.

24/07/2022