The Heartbreakers, la banda que acompañó a Tom Petty en casi toda su carrera hasta la muerte, estaba en su mejor momento a finales del siglo pasado. Así lo atestigua Live at the Fillmore, 1997 (Warner), lanzamiento en varios formatos que resume los 20 conciertos que el rockero ofreció en el legendario auditorio de San Francisco, en los que mezcló éxitos con una amplia selección de versiones de los artistas que le influyeron en su juventud. “Solo quería tocar”, explicó Petty. Y divertirse también, lo que se aprecia en la atmósfera de un álbum glorioso que rescata “el momento álgido” de la banda estadounidense.
Como lleva sucediendo desde que el mundo es mundo y, por tanto, al ser humano le impulsa la codicia, empiezan a ser legión los lanzamientos de directos y recopilaciones relacionados con Petty tras su fallecimiento, en 2017. La mayoría de sus familiares están rescatando canciones, rarezas y grabaciones de gran calidad que alejan la operación de la mera mercadotecnia.
Tras American Treasure y la reedición ampliada de una de sus obras maestras, Wildflowers, esta sin la banda, llega otra joya inexcusable bajo el nombre de Live at the Fillmore, 1997, en la que Warner y la familia del rockero han rescatado canciones extraídas de media docena de la veintena de conciertos que ofreció en San Francisco impulsada por Bill Graham, para muchos el mejor promotor musical de la historia.
Estos conciertos se convirtieron en una de las experiencias más inspiradoras y prolíficas en la historia del grupo, creando una unión especial con su público. Petty nunca había pisado el Fillmore Auditorium, pero conocía su reputación, ya que por su escenario habían pasado Jimi Hendrix, Otis Reading, Led Zeppelin, The Doors, The Who o Cream, que grabaron allí su directo Wheels of Fire. Era el epicentro del rock cuando el sureño era apenas un adolescente y soñaba en Florida con hacerse músico.
Por lo tanto, dirigió sus miradas al teatro de San Francisco en 1997 y, tras solventar unos problemas de agenda después de romperse un brazo practicando kick boxing, optó por realizar una serie de conciertos allí. En principio, salieron a la venta entradas para una decena, pero ante la respuesta de los fans –volaron en horas– duplicaron el número. Al final, el teatro acogió una veintena de recitales, del 10 de enero al 7 de febrero, con todas las localidades ocupadas.
“Solo quería tocar y alejarme de grabar discos y vídeos durante un tiempo”, le explicó Petty a Joel Selvin, tal y como recogen las notas interiores del disco. “Queríamos regresar a aquello que entendíamos bien. Si hubiéramos hecho una gira por grandes estadios no habríamos estado realmente inspirados. Somos músicos y lo que queríamos era tocar. Habíamos hecho muchos discos en los cinco años previos y pensé que lo mejor era salir y tocar, lo que ya nos llevaría a nuestro siguiente lugar, fuera cual fuera”, apostilló el rockero.
Disfrutar
El fin era claro: disfrutar y pasarlo bien, refrescar a la banda y sacarla de las repeticiones de las giras y los grandes conciertos, donde los repertorios suelen mostrarse encorsetados y sin variaciones. Por ello, optaron por explorar las canciones y la música que les habían convertido en una banda de rock, para recuperar la inspiración. “La lista inicial incluyó 57 canciones y solo se realizaron dos ensayos, pero resultaron muy largos, similares a las pruebas de sonido, donde se suelen interpretar temas que nos gustan, a las que añadimos algunos de nuestros éxitos”, según Petty.
El punto álgido Live at Fillmore, 1997, que se publica en varios formatos, entre ellos una caja con 72 canciones extraídas de seis de los conciertos, muestra a The Hearbreakers –¿la mejor banda de acompañamiento del rock con permiso de The E Street Band de Springsteen?– en la cumbre de su carrera. “Todos creemos que estamos en el punto álgido como grupo”, le comentó a la audiencia Petty. “Va a ser difícil sacarnos del escenario esta noche”, apostilló en un concierto. “No hay tantos grupos de EE.UU. que puedan tocar este tipo de música. Supone una gran alegría para mí hacerlo porque la amo”, apostilló.
Petty, que no tocaba con el grupo en un año y estrenó como batería a Steve Ferrone, rescata algunas piezas raras de su repertorio, como Jammin’me, compuesta junto a Dylan; el blues pesado Diddy Wah Diddy; County farm; y dos preciosidades menos conocidas de lo que se merecen como Walls y, sobre todo, The Wild One, Forever. Suenan deliciosas y las arropa con varios de sus clásicos en versiones, por lo general, menos eléctricas que las originales, de Running Down a Dream, Listen to the Heart, American Girl, Free Fallin’, Mary Jane’s Last Dance, You Don’t Know How I Feel o un I Want Back Down desnudo e impulsado por los coros de los fans.
El repertorio se completó con versiones –más que temas originales–de los músicos que le hicieron soñar a Petty con ser músico. Con The Heartbreakers engrasados y rindiendo un tributo al rock, el blues, el r&b, el folk, el country y el surf, suenan versiones de Cash, Dylan, The Byrds, J. J. Cale, The Rolling Stones, The Ventures, Ricky Nelson, The Kinks, Bill Withers, Isley Brothers, Elvis, The Who, Little Richard… De Satisfaction a Call Me The Breeze, Little Maggie, Louie Louie, It’s All Over Now o You Really Got Me.