EL Mercado de Artesanía que desde hace años forma parte de ese Bilbao eventual que se levanta por todas partes con motivo de Aste Nagusia ha mudado de lugar. A lo mejor debido a un impulso de su ADN nómada. Ya no se encuentra en el muelle de Ripa como en anteriores ediciones, ni en la entrada a la calle Bailén e incluso Hurtado de Amézaga como en tiempos pretéritos.
Ahora las 24 coquetas casetas de madera que lo forman se ubican en el paseo de Campo Volántin. Más o menos a la altura del semáforo de Tívoli que queda frente al colegio de las Esclavas.
El egipcio Mustafá Mohamed, que ofrece perfumes, esencias, frasquitos y mucho pachuli se encuentra espectactante sobre qué tal responderá el público ante la nueva ubicación. “He estado en Ripa y en Bailén, y, ahora, tras dos años sin mercado por el coronavirus, venimos aquí; a ver qué tal funciona”, se pregunta. En su mostrador curiosean los hermanos Asier y Usue Fresno, que se han acercado desde La Peña a dar un paseo y “nos hemos encontrado con el mercado, que no sabíamos que estaba aquí”. Junto a ellos se encuentra la donostiarra, residente en Londres, Mari Carmen Irazusta con sus híjos África, Fiara y Ky, están de viaje, pasan un par de días en Bilbao antes de visitar San Sebastián.
Palos Pelos es el nombre de la caseta de Josune Uriarte que es donde Nerea Elorrieta, de Zamudio, y Ane Orozko, acababan de adquirir dos originales alfileres para sujetarse el moño. Josune los elabora en su taller de Zeanuri; asegura que está “un poco preocupada porque no se sepa que los puestos de artesanía están aquí”. Con entusiasmo explica cómo se utiliza el alfiler para sujetar el cabello. “Les enseño cómo funciona, resulta sencillo pero, por si acaso, doy unas masterclass”, añade con una sonrisa. Acaban de detenerse frente a ella un grupo de amigas de Palma de Mallorca, Gasteiz y Bilbao formado por Ane Solís, Desiré Echepare, María Catany, Cristina, Carmen y Marta Blasco y Patricia López de Calle. Recibirán la clase magistral y comprenderán que la vida es mucho menos compliecada con un palo para el pelo.
En la caseta de bisutería, artesanía y tocados a medida del bilbaino Igor Fernández miraban los pendientes Esther Montoya y sus hijos Sara, Jorge y Esther Jurado. Acababan de arribar desde Valencia para realizar un tour de Bilbao en 24 horas. Y en su trayecto entre el Guggenheim, Zubizuri y El Arenal, dieron de bruces con el mercado. Le dedicaron un buen rato. Justo enfrente, una buena variedad de velas perfumadas y talladas a mano, incluso con la baldosa de Bilbao, o con su lauburu. Atendían Laura Designero y Garazi Abio y, en ese momento, contaban con la compañía de Puri Ortega, Irune Ansuategi, Estefanía Roselino y el pequeño Oihan.
En su puesto de talabartería, el norteafricano Amhed Boarfa le envolvía un pequeño bolso-bandolera de cuero repujado a la madrileña Marta Pierno, que ha venido desde El Berrueco con su amiga común, Ivone Lucas, a visitar a Laura Moreno. Laura, también natural de la sierra norte del Foro, vive en Gallarta y pronostica que Marta se quedará, además, un monedero.
Marta Solla atiende su caseta de ropa, complementos y bisutería. “Llevo mogollón de años ne estos mercados, soy de la Asociación KOAN Elkartea”, revela. A Marta también le genera incertidumbre el desconocimiento del emplazamiento por parte de la gente. “También es verdad que este año hemos empezado una semana antes de lo habitual, que era a un par de días del txupinazo”, destaca Marta. Eso ha permitido al mercado estar operativo durante los tres días festivos de la pasada semana. “Y hubo movimiento”, reconoce,
En cualquier caso, esta Aste Nagusia Marijaia tiene una buena excusa para ir al Campo Volantín: echar un ojo al Mercado de Artesanía.