7 :22. No se trata de un pasaje bíblico. 7 minutos y 22 segundos fue la distancia entre Jonas Vingegaard y Geraint Thomas, un salto en el tiempo entre dos generaciones de campeones. El galés cerró el podio de los Campos Elíseos de París el año pasado. Entre ambos se meció Tadej Pogacar, a 2:43 del danés. Un abismo separa a las luminarias del resto, aunque el Tour, siempre exigente y azaroso, no respeta ningún estatus. Es desmemoriado. Va por libre. Indomable. Todo puede suceder, pero en la anatomía del Tour que viene, el que nace en Euskadi, solo el tercer puesto parece accesible y al alcance del resto de competidores.
La cúspide de la Grande Boucle se antoja una riña entre Vingegaard y Pogacar. Rastrear la huella de los dos fenómenos aunque fuese a distancia, situó a Thomas, campeón del 2018, en la foto final de París. Esperar el error y ser el más cercano al danés y al esloveno se presupone la estrategia del resto. La competencia entre los outsiders se antoja más equilibrada.
El Dauphiné ofreció detalles. Adam Yates fue segundo, pero el inglés estará supeditado a Pogacar. El australiano Ben O’Connor fue tercero. En 2021, logró la cuarta plaza en el Tour. Jai Hindley, campeón del Giro en 2022, también debería entrar en esa puja. En semejantes parámetros debería estar David Gaudu, que rindió de maravilla en la París-Niza, pero el Dauphiné ha devaluado sus opciones. Con la mirada puesta en el podio también asoma Richard Carapaz, vencedor del Giro en 2019. Ese es el objetivo de Daniel Martínez, el colombiano del Ineos. Carlos Rodríguez es el otro hombre fuerte de la escuadra británica. Enric Mas es la apuesta del Movistar para el podio. Mattias Skjelmose, vencedor de la Vuelta a Suiza, también puede asomar. Guillaume Martin o Simon Yates querrán brillar. Para ello deberán aplicar el método Thomas.