Los milagros existen. Y si no, que se lo pregunten a Roger Beherens y Johanna Carvajal, protagonistas de un triple intercambio de riñones. En concreto, del segundo trasplante a nivel internacional en el que intervienen tres parejas y en el que ha participado el Hospital de Cruces, centro de referencia en Euskadi en injertos de riñón e hígado. Porque desde hace apenas un mes, el pasado 20 de junio, ven con otros ojos la vida. El órgano de Roger -que no era compatible con el de su mujer- viajó a Padua, y a Johanna le implantaron un riñón procedente de Barcelona.
Este matrimonio originario de Chile y vecino de Santurtzi, cuenta su historia todavía abrumado por la experiencia. Johanna sufría una insuficiencia renal crónica y a raíz del embarazo de su hija, de seis años, su salud se deterioró mucho y a partir de 2016 necesitó diálisis. “Al principio no era tan traumático porque eran cuatro horas dos veces a la semana. Pero luego llegamos a tener hasta 24 horas a la semana. Eso tenía muchos costes familiares, sociales, de salud, a nivel psicológico. Había restricciones con la comida, con el agua, no podías hacer desplazamientos largos y empezó a mermar el ánimo, la economía, las relaciones familiares, y comencé a pensar en una salida”, expresa Roger con resignación. El periplo médico es largo y está repleto de penurias, pero abreviaremos. Con una diálisis permanente, una intervención tras otra (unas diez), el catéter, la fístula que no funcionaba... Roger se decidió a ser donante.
“ Estoy muy contento. Todo compensa viendo a mi mujer con tanta energía. ¡Significa tanto este trasplante! ”
Roger Beherens - Donante
“¿Que si me arrepiento? Por supuesto que no. Yo quería que ella tuviera una vida normal, y otra oportunidad. Estoy muy contento, la veo con mucha energía. Todo compensa al verla disfrutar. ¡Significa tanto este trasplante! Poder comerse una barbacoa con su puré de patata, tomar el agua que se te antoje... Porque no sufre solo el enfermo sino todos los que estamos alrededor. Y eso que intentábamos quitarle hierro al asunto, sobre todo por las niñas. ¿Dónde está mamá? En el hospital, era lo que oían siempre”.
LAS CIRUGÍAS
Tanto las extracciones renales como los trasplantes se realizaron el mismo día, el 20 de junio, en el Hospital de Cruces, el Clinic de Barcelona y la Azienda Ospedale-Universitá de Padua.
Sólo ventajas
Johanna Carvajal no se recrea en su proceso largo y penoso, solo cuenta las ventajas actuales. “Ahora es todo diferente. Me costó mucho beber agua. Era algo mental. Tomar marisco. Pero ahora es maravilloso”.
Joseba Aranzabal, responsable del Sistema de Trasplantes de Osakidetza que se inició en esta aventura hace la friolera de 39 años, explica que “antes de estar en lista de espera de donante fallecido, a los enfermos se les ofrece la posibilidad de donante vivo que normalmente suelen estar emparentados. Y se estudia si hay compatibilidad”.
Si el órgano es compatible, la operación se hace en Cruces. Y van 285 desde que en 2016 empezó el programa. “Pero, en este caso, como no había compatibilidad buscamos otra pareja que fuera compatible. Ahora llevamos 31 cruzados”, precisa Isabel Díaz Rico, anestesista y coordinadora intrahospitalaria de trasplantes.
De 50 a 70 personas
Luego todo es posible gracias a un trabajo arduo, oscuro, y de fontanería que se realiza en el propio hospital. Por obra y gracia de un equipo humano inmenso que está compuesto de entre 50 y 70 personas. “El trabajo lo hacen los héroes del silencio con enfermeras, médicos, nefrólogos, celadores... Sin contar el juez, imprescindible, personal de aeropuertos, ambulancias o helicópteros que trasladan el órgano, o administrativos porque esto requiere de gran intercambio de datos”, asegura Aranzabal.
“ Mi marido siempre quiso donar. Ni en los peores momentos, dijo que no. Todo para que yo tuviera un riñón ”
Johanna Carvajal - Receptora
El mazazo lo recibieron el pasado diciembre cuando se enteraron que el riñón de Roger no era compatible para trasplantárselo a su mujer. “Fue un golpe anímico importante. Pero mi marido siempre estuvo dispuesto a la donación. Desde el día uno. Ni en los peores momentos dijo que no, con tal de que yo pudiese tener un riñón. Así que luego nos hablaron del trasplante cruzado y recibimos la propuesta como un regalo”, indica Carvajal. Y en solo dos meses se pudo convertir el agua en vino.
El modus operandi
En un viaje contrarreloj a la vida, una ingeniería científica inimaginable permite poner este órgano vital. “Con todos los estudios en la mano, analíticas, informes de urólogos, evaluaciones psicológicas, todos los controles, el doctor García Erauzkin se pone en contacto con la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) para entrar en los cruces. Dos meses antes, vimos que salía este cruce triple y ya contactaron todos los servicios hospitalarios”, explica la doctora Díaz,
Y ocho semanas después, el 20 de junio de 2023, llegó el día D, el de las intervenciones. “Hay que hacer todas las operaciones el mismo día. Los horarios de vuelo ya se planifican los días previos, y dos semanas antes se plantea toda la logística y la operativa”, matiza.
“ Hay que tenerlo todo muy bien atado y que todo el equipo asistencial reme a la vez, y nos pasemos la información ”
Isabel Díaz Rico - Anestesista y coordinadora intrahospitalaria
“El primero que empezó con la extracción del órgano fue el hospital de Padua. A las 12 de la mañana entró aquí Roger a quirófano. El primer riñón que se extrajo fue el de Padua para viajar a Barcelona. El de Barcelona aterrizó en Bilbao sobre las cuatro, y el nuestro salió hacia Padua, vía Milán. Se hizo escalonado por los tiempos. En alguna ocasión si los desplazamientos son menores se ha empezado a la misma hora en todos los hospitales”, precisa Díaz.
Pero es necesario que nada se desvíe ni un milímetro. “Hay que tenerlo todo muy atado y que el equipo asistencial, nefrólogos, inmunólogos, urólogos, anestesistas, personal de quirófano... todos debemos remar a la vez, y pasarnos información al detalle en las intervenciones”. Por supuesto nunca se pasa por alto el tiempo que pasa entre la extracción y el trasplante. “Cuanto menos tiempo, más posibilidades. En el caso del riñón estamos entre siete u ocho horas. Esto hace que el éxito sea casi seguro”, subraya la anestesista.
EL CRONO: 9 HORAS
El riñón italiano se trasladó por carretera hasta Milán a las 11 horas. Aterrizó en el aeropuerto de Barcelona a las 14.25. Allí se recogió el injerto del donante catalán cuya destinataria era Johanna y voló a Bilbao donde aterrizó a las 15.50. El riñón de Roger llegó a Milán a las 19.19 y a Padua a las 20.11 horas.
De hora y media a dos horas
Una ingeniería médica prodigiosa permite el milagro. “Hay equipos especializados para cada órgano. La complejidad se basa en el número de arterias, venas y conductos que hay que reconectar. Podemos estar tardando hora y media o dos horas para hacer el trasplante, dependiendo de que sea alguien joven o mayor. Tampoco es lo mismo un primer trasplante renal que un segundo o un tercero”, afirma Díaz.
La gran ventaja es que este órgano no tiene fecha de caducidad. “Un trasplante renal de donante vivo tiene una supervivencia del paciente a los 10 años del 95%”, indica Aranzabal, quien hace hincapié en que “el trasplante renal, además de mejorar la calidad de vida, ahorra dinero público porque la diálisis es bastante más cara con los años”.
“ Con un trasplante se gana calidad de vida y es, a la larga, más barato que la diálisis porque ahorra dinero al sistema ”
Joseba Aranzabal - Responsable del sistema de Trasplantes de Osakidetza
En la actualidad, la duración y el funcionamiento del órgano trasplantado presenta unas cifras estadísticas muy positivas. “A veces, vemos a pacientes que llevan 30 años con el mismo injerto. Pero depende de muchos factores porque tenemos pacientes trasplantados hasta cuatro veces. No es lo habitual, pero igual hay enfermedades autoinmunes que generan más rechazo”, replica la anestesista.
Todo salió a pedir de boca y Roger y Johanna se encuentran estupendamente aunque solo haya pasado un mes. Durante la charla, surgen inevitablemente las curiosidades. Como, por ejemplo, que se coloca el riñón nuevo, pero mantienen los anteriores. “Es que cuando dejan de funcionar se quedan pequeñitos, atróficos”, detallan. Para los profanos, estamos hablando de un órgano entre once y doce centímetros, como el tamaño de un móvil. Y pesa alrededor de 300 gramos.
“El grado de profesionalidad de los especialistas es tal que nos explican el procedimiento de forma minuciosa, con dibujos, el urólogo te cuenta todo, a mí me sacó el riñón más pequeño. Él sabe con precisión lo qué te va a hacer. Con anterioridad sabía que me iba a hacer dos incisiones... Te dicen los porqués y eso te tranquiliza”, señala Roger.
Todo parece ciencia ficción hasta que se transforma en realidad. Pero es posible gracias a un engranaje perfectamente engrasado donde todo funciona como un reloj suizo.
Euskadi, un referente
Y es que Euskadi es una comunidad referente en trasplantes y se mantiene en la élite en donación de órganos. En 2022 registró una tasa de 56 donantes por millón de población, por encima de los 40 donantes por millón de población, cifra considerada óptima por la Organización Mundial de la Salud. En la última década, la cifra de trasplantes ha alcanzado los 2.581. De ellos, 1.567 han sido renales,
“Además, el 91% de las personas dice sí a donar el órgano de un familiar. Apenas hay un 9% de negativas”, reflexiona Aranzabal, subrayando que “sin la generosidad y la solidaridad de la población no hay trasplantes”.
Un procedimiento tan exclusivo ratifica la buena opinión sobre el sistema público de salud. De hecho, a Johanna Carvajal no le duelen prendas en asegurar que “en lo personal, siento una admiración tremenda. A todos los sanitarios, a los médicos, a las enfermeras, a los auxiliares. Esto nos ha reafirmado en nuestra decisión de venir aquí, que es una tierra preciosa. Ves que esto funciona y funciona de maravilla”.
“En el hospital se notaba la experiencia. Los profesionales te avanzan lo que puede pasar, te lo explican. Hemos tenido que ir lidiando con un montón de cosas, pero el nivel de confianza ha sido total. Y siempre nos han transmitido todo con tranquilidad y mucho optimismo. Por eso estamos absolutamente agradecidos de que mi esposa haya vivido todo el proceso en estas condiciones”, concluye Roger que solo necesitó tres días de ingreso mientras que su esposa estuvo diez días hospitalizada.