El monte Txindoki es, sin duda, el más icónico de Gipuzkoa. La Concha es la playa por excelencia y Txindoki el monte por antonomasia. Es un símbolo de Gipuzkoa, pero sobre todo un símbolo de Goierri. No en vano, los goierritarras son los que ven la cara más conocida del Txindoki de más cerca. Por lo tanto, no es de extrañar que haya sido una goierritarra la autora de la serie 36 vistas del Txindoki. Las 36 fotografías de la ordiziarra Ana Cabezas se podrán ver en la casa de cultura Zelai Arizti de Zumarraga (otro pueblo desde donde se ve el Txindoki) desde el jueves hasta el 28 de marzo.
Cabezas es ordiziarra y el Txindoki forma parte de su día a día desde que nació. “Ahora mismo lo estoy viendo por la ventana. De casa de mis padres no lo veía, pero se ve desde muchos puntos de Ordizia. Eso sí, no he subido muchas veces al Txindoki”, reconoce.
Idea nacida en la pandemia
Fue durante la pandemia cuando tomó conciencia del lugar que el Txindoki ocupa en su vida y decidió fotografiarlo desde distintos puntos. “La idea de las 36 vistas viene de la pandemia. El pintor japonés Katsushika Hokusai tiene un cuadro muy famoso que se títula La gran ola. Forma parte de las 36 vistas del monte Fuji. Son escenas de la vida diaria de la gente y en el fondo siempre aparece el monte. Se me ocurrió la idea a raíz de ese libro, durante la pandemia. Poco a poco, nos dejaban hacer más cosas, como dar paseos con los críos. El pueblo estaba desierto, pero desde todas partes se seguía viendo el Txindoki. En ese momento en el que estábamos todos tan confundidos, que no sabíamos por dónde nos daba el viento, Txindoki era una constante en la vida de todos”, recuerda.
Un trabajo de dos años
Comenzó a hacer fotografías del monte Txindoki, hasta llegar a las 36 que forman la exposición. “Todas las fotografías no las he sacado desde Ordizia. He ido por los pueblos. He estado en Ordizia, Beasain, Gaintza, Zaldibia, Zumarraga, Amezketa, Abaltzisketa... También he sacado fotos desde algunos montes. Por ejemplo, desde Murumendi. Me llevó unos dos años sacar las 36 fotografías”.
Las que más le gustan son las que sacó desde los cementerios de Ordizia y Abaltzisketa. “Me gustan porque me ayudaron a descubrir el lado espiritual de la montaña”, comenta.
El Txindoki siempre ha ocupado un lugar muy importante en su vida, pero la pandemia y este proyecto le han ayudado a ser más consciente de ello. “De hecho, sigo sacando fotos del Txindoki: vistas diferentes, con una luz diferente, con nieve, con el fondo rojo... Voy a superar a los japoneses”, bromea la ordiziarra.
Añade que ha tomado conciencia de que el Txindoki es algo que acompaña a todos los que viven cerca de él. “Necesitamos algo que sea fijo en nuestras vidas. La vida es un cambio constante y tener esa presencia es de alguna manera sanador”.
Los que viven en la costa necesitan el mar y los goierritarras necesitan el Txindoki. Ese compañero fiel que les ha acompañado durante toda su vida y aparece al doblar una calle, embelleciendo el paisaje.