Es uno de los temas de los que menos se habla, las medidas de seguridad de los museos. Ninguna institución museística revela nunca su plan de protección de las obras de arte para preservar sus armas contra el vandalismo artístico. Tampoco son una excepción los museos vascos.
El Guggenheim Bilbao ha abordado esta semana esta cuestión. La dirección de la pinacoteca estudió si era necesario reforzar los controles para evitar que se puedan producir este tipo de agresiones en alguna de sus salas. El museo bilbaino cuenta con un avanzado sistema de seguridad y vigilancia, que a finales del año pasado actualizó para implantar un sistema integral de vigilancia que emplea la Inteligencia Artificial como herramienta. A ello suma un plan de seguridad específica para cada exposición que se diseña en el proceso de ejecución de la misma.
No obstante, según ha podido saber DEIA, el museo está adaptando los protocolos a la situación que estamos viviendo, surgida tras los ataques a varias obras de arte en varias pinacotecas europeas por parte de activistas ecologistas. Una decisión que también han tomado el resto de los museos del Estado, ante los incidentes que se han producido en las últimas semanas contra algunas de las obras de varias pinacotecas europeas.
El pasado domingo dos activistas lanzaron puré de patata contra el cuadro de Claude Monet de la serie Almiares, en un museo próximo a Berlín, pero el 14 de octubre en Londres la agresión fue contra Los girasoles de Van Gogh, y el pasado 9 de octubre dos personas pegaron su mano al cuadro de Pablo Picasso Masacre en Corea, expuesto en Melbourne (Australia).
También este año, el 25 de mayo, fue atacado el cuadro de La Gioconda, uno de los principales reclamos del Museo del Louvre de París, un visitante lanzó una tarta, aunque la obra no sufrió daños al chocar el pastel contra el cristal blindado que protege el óleo desde hace seis décadas. El atacante fue reducido por la seguridad del museo francés.
En todos los casos los autores fueron activistas que trataban de llamar la atención sobre la crisis climática. Ninguno de los cuadros resultó al final dañado porque estaban protegidos con un cristal de blindaje.
RESPUESTAS RÁPIDAS
Por su parte, el jefe del Departamento de Conservación-Restauración del Museo Reina Sofía, Jorge García Gómez-Tejedor, ha reconocido también que de momento tampoco han aumentado la seguridad, aunque sí se “observa más al público”. Asimismo, ha avisado de que valorarán “otras medidas según la evolución” de estas acciones y ha incidido en que se centran en tener preparadas “respuestas rápidas” ante estos u otros tipos de incidentes.
“Estamos intentando estar más alerta y más pendientes, y que en caso de que suceda esto las personas implicadas no se vayan así como así. Estamos hablando de patrimonio artístico”, subrayó, para añadir que “no tiene sentido lo que está ocurriendo”, ha asegurado.
Las obras del Reina Sofía están ya protegidas según su vulnerabilidad de conservación. Las más delicadas están protegidas por algún tipo de cristal o vitrinas climáticas, mientras otras con menor vulnerabilidad tienen marcada una distancia de seguridad. Además, las obras de formatos más grandes y no tan delicadas “no tienen protección de ningún tipo para que se puedan contemplar bien”, si bien cuando se consideran de “cierta vulnerabilidad”, también tienen marcada una distancia de seguridad.
La vigilancia también forma parte del protocolo de seguridad de las obras, por lo que cuando una pieza es “muy sensible” se aumenta el número de vigilantes. Además, al interior de la pinacoteca no se permite la entrada de “líquidos o materiales dañinos”. “Lo que no hacemos es blindar todas las obras por un posible vandalismo (...), hay que tener en cuenta que el público entra a disfrutar de la exhibición”, aclaró Gómez. En caso de cualquier tipo de incidente, el Reina Sofía tiene un protocolo de tres fases para responder “lo antes posible”.