LA reina indie PJ Harvey está de vuelta. Tras un largo tiempo de ausencia que ha alternado con la composición de bandas sonoras para la serie Bad Sisters y la obra teatral All About Eve, y la escritura de un libro de poemas, Polly Jean publica Inside the Old Year Dying (Partisan. PIAS), un disco conceptual, exigente y poético poblado de oníricos y embriagadores pasajes de folk y blues en el que, rodeada de sus compinches habituales, regresa a la infancia, a su Dorset natal, para seguir hablándonos de lo de siempre: vida, amor, sexo y muerte.
Reina femenina indie de las tres últimas décadas, la corona que porta ganada a fuego Harvey no admite competencia alguna. Con un pie en el rock y otro en el blues, se ha labrado una carrera radicalmente libre, ajena a las agresiones externas, a las cadenas de la industria y las modas, y ha conseguido, orgullosa, poder transitar por un camino personal que ha acabado por conformar hasta un estilo propio de entender lo externo y lo esencial de su música y su arte.
Arte, sí. El que impone calidad a cantidad, honestidad y verdad a estadísticas y números. Por eso, Harvey estuvo a punto de abandonar el mundo de la música tras su última gira internacional. Por temor a estancarse, a verse a sí misma retratada en un espejo en su siguiente disco. Y eso que por entonces –hablamos de 2017– venía de firmar dos de los discos más interesantes de la década pasada: Let England shake (2011) y The Hope Six Demolition Project (2016). El primero, centrado en la historia colonialista y sangrienta de Gran Bretaña; el segundo, en una visión humanista del horror, la guerra y la pobreza del mundo capitalista del siglo XXI.
“ Frente a la mirada panorámica al exterior reciente de Harvey, el disco actual plantea un viaje sonoro conceptual a su interior ”
Harvey ha contado en una entrevista que esa desconexión que sintió con su arte empezó a dejarla atrás tras un encuentro con el cineasta Steve McQueen. Le dijo que se concentrara en las palabras, la música y las imágenes. Y de forma libre dejó volar su imaginación, que se tradujo en la escritura del libro de poemas Orlam, y en la sucesiva reedición de las maquetas de sus discos en los dos últimos años. Sin atadura alguna, la composición de nuevas canciones surgió libre y de forma rápida, fruto de la improvisación.
Décimo disco
Inside the Old Year Dying es su décimo disco, que ha vuelto a grabar con sus lugartenientes habituales: el guitarrista John Parish y el productor Flood. Su inspiración surgió de su citado libro de poesía, del que ha musicado varios poemas aunque tiene vida propia a pesar de la complejidad de su historia –realismo mágico con imágenes bíblicas y referencias a dioses, demonios, Shakespeare y a Elvis– y del uso de un inglés entre arcaico y dialectal de Dorset que opaca el significado de parte de los textos y convierte en enigmática –y extrañamente atractiva– su comprensión.
Frente a la mirada panorámica al exterior reciente de Harvey, el disco actual plantea un viaje sonoro conceptual a su interior, a su infancia, entre naturaleza y animales, a su paso de la niñez a la adolescencia. Un nuevo reto que podría tildarse de folclore, pero está lejos de sonar bucólico y pastoral porque sus atmósferas rezuman oscuridad, muerte y sexo. “Vida y muerte, todas entrelazadas”, canta en la inicial Prayer at the Gate, entre un ulular de cuernos, el arrullo del agua y el olor (imaginado) de un roble en el reinado de Orlam.
El álbum incluye pasajes conocidos, como el de la inquietante Auttumn Term, con su ritmo sincopado y blues, que incluye una grabación de campo con voces de niños y habla de un autobús escolar y de “acercarse al infierno”. O el de A Child’s Question, August, que nos conecta con la atmósfera de To Bring You My Love e incluye una de las múltiples presencias del Love Me Tender, de Elvis. O la inmediatez del tema titular, con sus guitarras frescas y percusiones, y su aroma de himno imperecedero, al igual que The Nether-Edge con su entramado electrónico y minimal, y en el que canta “algunos deben velar mientras otros deben dormir”.
Bello, subyugante en su radicalidad, inasible, melancólico… El álbum es todo un reto, el enésimo de la británica, que se mueve con naturalidad con su falsete entre el pasaje folk y circular, con una melodía subyugante como las imágenes de David Lynch, en Lwonesome Tonight, la bruma sintética, a modo de conjuro brujeril, de All Souls y el grano saturado de las guitarras de August. Tras compartir micrófono con el poeta Ben Whishaw y el actor Colin Morgan, la diva se despide con A Noiseless Noise, entre el folk y la distorsión, el piar de pájaros y el zumbido de abejas de su niñez. “Conozco cada lágrima de estos bosques, conozco cada lugar, lo bueno y lo malo”, canta. Y nos propone: “Ven a casa, ama y deja de vagar”.