Cuando te comunicas con alguien o cuando haces una búsqueda en Google, se produce una comunicación bajo las redes de telecomunicaciones. Esta comunicación se realiza bajo unos estándares que se apalancan en tecnologías de comunicación sobre redes inalámbricas. Sin estos estándares que definen frecuencias y protocolos de intercambio de señales entre antenas y procesadores, no podríamos comunicarnos electrónicamente.
Una de las más populares fue la 3G (tercera generación), dado que fue coetánea y causante de muchos de los grandes saltos tecnológicos que hemos tenido en los últimos años. En 2002, cuando se lanzaron las primeras redes 3G, podemos decir que abrimos la era de los dispositivos inteligentes móviles. Son los que ahora llamamos de forma sexy un smartphone. Se les llamó “smart” (inteligentes) porque prácticamente trajeron a nuestro bolsillo un ordenador. Y, claro, traer un ordenador implica que muchas de las comunicaciones que tenemos sentados en nuestro ordenador conectado a un cable, se llevasen al mundo móvil. Eso requirió mucha innovación en clave de telecomunicaciones, y por eso el 3G fue tan relevante.
Facebook lo entendió, y nos permitió tener vídeos y textos en un muro. También Youtube, que empezó para buena parte de mi generación a hacer de la televisión un objeto de relleno o molestia en casa. Luego apareció el iPhone, que no solo cambiaría nuestra interacción con el mundo móvil, sino también una plétora de aplicaciones que nos han permitido gestionar nuestra vida desde el móvil. Y, por último, las redes 3G también abrieron un camino a la expresión civil. Las revueltas árabes de 2011 no hubieran sido posibles si la sociedad no se hubiera podido organizar a través de comunicaciones ágiles y precisas. Es lo mismo que está ocurriendo en Cuba ahora, donde las redes 3G llegaron recientemente.
La noticia de las últimas semanas es que las operadoras de telecomunicaciones están cerrando sus redes 3G. La muerte del 3G, afectará a algunos móviles, Kindles, etc. Y es que no todos los dispositivos permiten la comunicación bajo cualquier estándar. Si tienes un móvil antiguo y quieres tener Internet, quizás sea momento de pensar un cambio. Podrás seguir llamando, eso sí, y vivirás sin WhatsApp e Instagram, que es mi ansiado paraíso. En definitiva, un nuevo estándar de telecomunicaciones que permitió hacer nuevas cosas, pero que anuncia su final.
Y es que ahora estamos ya con el 5G. Y en este punto es importante recordar lo que es el momentum tecnológico. No es lo mismo hablar ahora de la telemedicina, la educación en un campus virtual o la interacción humana en un metaverso, que con 5G serán bastante “naturales”, que hacerlo bajo redes 3G. La fluidez en la interacción por la velocidad de emisión y recepción de datos hará que la innovación viva una nueva era. 5G define un nuevo estándar que permitirá incrementar la velocidad –entre 10 y 100 veces frente a las actuales–, reducir la latencia –menor tiempo de respuesta entre acción y respuesta– y aumentar el volumen de información enviada y recibida. Si la comunicación es la esencia de la sociedad del conocimiento actual, la creación, difusión y aprovechamiento del mismo se ha convertido en el campo de batalla. Este nuevo estándar sí debiera ocupar grandes titulares y planes estatales; la innovación puede vivir una nueva época dorada. Lo que ahora nos parece inimaginable por las limitaciones técnicas, quizás pronto deje de serlo.
Más o menos, desde los 80, cada década hemos tenido un nuevo estándar de telecomunicaciones. Históricamente, los países que aprovecharon el impulso de estas nuevas generaciones de comunicación, tuvieron grandes réditos. Europa no parece ahora mismo muy preocupada por esto. Es entendible, tenemos grandes problemas energéticos o sociales. Pero conviene que se solapen los planos de preocupación. Si el capital intelectual va envejeciendo y el tecnológico inventado por otros, ¿qué nos quedará para el futuro? Para tener derechos sociales inigualables necesitamos una economía robusta y viva. l