A menudo tenemos que enfrentamos en la vida a situaciones que ponen a prueba nuestra fortaleza física y o mental. De la actitud con la que las afrontemos, dependerá que nos influyan de una manera o de otra distinta.
Precisamente, en función de esa actitud, podemos decir que hay dos tipos de personas: los optimistas y los pesimistas. Los primeros ven los problemas como algo transitorio y una oportunidad para aprender; sin embargo, los segundos consideran las dificultades como algo permanente que les abruma y les impide buscar una salida.
Mientras que las personas que encaran las situaciones con más entereza sufrirán menores niveles de estrés y de ansiedad, las personas con un actitud más negativa podrán llegar a quedar paralizadas por la adversidad.
Y entonces nos asalta una duda importante: el optimista y el pesimista ¿nacen o se hacen? Los expertos aseguran que la genética es solo una parte de la ecuación y explica cierta tendencia a ver las cosas de una determinada manera; el resto dependerá del entorno, las experiencias y el aprendizaje que dejarán una huella importante en nuestra forma de ser.
El prestigioso psiquiatra Luis Rojas Marcos, durante el discurso de agradecimiento por el doctorado honoris causa que le otorgó la Universidad de Burgos en 2015, expresó que "el pensamiento positivo está programado en nuestro equipaje genético y forma parte del instinto humano de conservación".
Rojas Marcos se refirió a las últimas investigaciones realizadas en Estados Unidos a partir de un estudio de mellizos que fueron adoptados por familias distintas y que reveló que el componente genético es un factor decisivo en nuestra personalidad.
"Los gemelos monocigóticos, que poseen exactamente los mismos genes porque surgen de la misma célula original, se parecen estadísticamente en su disposición optimista o pesimista. Se habla de que un 30 o un 40% de la capacidad de ver la vida de una forma determinada se debe a los genes", señalaba el psiquiatra sevillano.
Además, según Rojas Marcos, "el equipaje genético desempeña un papel más determinante en el pesimismo de la persona que en el optimismo. De esto se deduce que el entorno en el que crecemos, las experiencias que vivimos y nuestro aprendizaje tienen un mayor impacto sobre nuestro nivel de optimismo que de pesimismo.
Numerosos estudios en los últimos años vienen a ratificar estas afirmaciones y aseguran que el papel que desempeñan los genes en esta cuestión es fundamental.
Tres genes implicados
- 5-HTTLPR. Es el gen de la felicidad que transporta la serotonina, la encargada de regular el estado de ánimo. El resultado fue que las personas con la "versión larga” de este gen señalaron “niveles significativamente más altos de satisfacción con la vida”.
- SNP rs53576. Rrr. Es el gen receptor de oxitocina (la hormona del amor). Los científicos hallaron un vínculo entre una variante de oxitocina -conocida como alelo A- y unos niveles más bajos de optimismo, autoestima y confianza en sí mismo.
- ADRA2b. Este gen influye en la actividad de la noradrenalina, sustancia que libera el organismo para responder al estrés. Las personas con esta variante tienen una tendencia a que su visión de las cosas sea más pesimista.
En definitiva, parece mejor opción la de afrontar las cosas con optimismo y, aunque no dependa totalmente de nosotros, deberemos hacer siempre un esfuerzo por ver el vaso medio lleno.