Aunque tengas aspecto contemporáneo y de modernidad, los tatuajes, no son una práctica tan antigua. La biografía de esta praxis se remonta incluso 12 mil años atrás. Un arte, para algunos, practicado en múltiples culturas y religiones. El hábito de grabarse la piel fue castigado, en varios periodos de tiempo, aunque recientemente rescatado.
Se apunta a los hombres euroasiáticos del periodo Neolítico como los primeros "tatuadores", hace más 5 mil años, a juzgar por los restos encontrados a finales del siglo XX, en Siberia y el delta del Danubio.
Posteriormente, se sabe que los árabes en Egipto, también dibujaban su piel con henna. Se conoce incluso, que, algunas faraonas eran marcadas con dibujos. A raíz de ello, el fenómeno se extendió hacia la India y Oriente Medio.
Del mismo modo, la cultura celta y germánica, también marcaban su tez con fines bélicos y con figuras guerreras. Los aztecas realizaban este tipo de practica en los más pequeños, con el fin de rendir tributo a los dioses.
Sin embargo, no todo fue tan bonito. Como es de esperar, con la llegada de la Edad Media, todo cambió. El catolicismo no consiguió llevarse bien con los tatuajes. El echo de mutilarse el cuerpo con pinturas y dibujos era algo realmente mal visto.
Siempre de la mano de la colonización, los tatuajes comenzaron a cambiar su percepción social. El primer tatuador oficial conocido en Occidente fue Martin Hildebrandt, perteneciente a uno de los bandos de la Guerra Civil Americana. En aquel momento los tatuajes comenzaron a verse lúcidos y bohemios de los bajos fondos.
Finalmente, este hábito se relacionó directamente con los colectivos hippies y ecologistas, siendo una particular forma de tener libertad expresión perdurando entre nosotros hasta día de hoy.